Amor y amistad, en tiempo de cólera.
Las sensaciones, incluso frustrantes, que provocan condiciones y hechos, de la vida nacional –fenómenos meteorológicos inéditos, entre otros, que golpean a los más empobrecidos y la supina incapacidad del poder, para prever y resolver sus graves resultados- me llevan a utilizar la fecha, determinada por el comercio y el circo, que con el pan, pretenden distraernos de temas vitales de la agenda nacional, para dedicarla al amor y la amistad.
Este día, los mexicanos somos bombardeados, por todos los medios, para entrar al terreno sentimentaloide y aguzar el ingenio –y el bolsillo- para adquirir cuanto “chunche” esté en el mercado, y con él, alagar al amigo o a la pareja y familiares. Es un momento basado: en el jugueteo de palabras –por supuesto utilizando las tecnologías modernas- y los regalitos insustanciales o suculentas comidas en restaurantes “de lujo”. Siempre pensando en el incremento del comercio. incursionando en temas de la mayor intimidad personal y familiar.
En este día, como en el dedicado a las madres, al padre, los abuelos y demás, pretenden ampliar el espectro de ventas al menudeo, aún a quienes apenas cuentan con los recursos indispensables para la subsistencia. Así se explota el sentimiento más noble, el salvador real de todos los males, creador de bienes, con que contamos: el amor.
Dentro del formidable acontecimiento que es la Vida –así, en superlativo porque abarca a todos los seres que integran el medio ambiente planetario- el elemento que distingue a unos de otros es la capacidad de amar. Calidad de la existencia que no se doblega ante nada, que sumerge a su poseedor –el ser humano- en todos los sueños posibles, le ayuda a soportar errores de los ensayos que se viven, para avanzar a mejores situaciones, basadas en la equidad, la concordia, la templanza, el respeto a los demás, a sus formas de ser y actuar.
Sin embargo, nuestra especie persiste en pisotear sus capacidades para el entendimiento. Pisamos la cola de un error, que a veces afecta a miles o millones de seres vivos, incluidos los humanos; pero no somos capaces de echar mano del valor de la humildad, para reconocerlo, corregirlo y seguir adelante con mayor vigor y fortaleza. La perfección es un anhelo que se nos da por momentos, pero no es por siempre. Es una persecución que no debemos abandonar jamás.
Amor y amistad, son partes de lo mismo. Son formas del amor, que de aplicarse, harían más cómodo nuestro paso por la existencia. No requieren mucho, solo decisión para mostrarlo: en gestos de asentimiento y respeto, incluso hacia lo que pueda no coincidir con nuestro pensamiento, en tanto no afecte los intereses personales o familiares de nadie. La sumatoria de las acciones positivas, por muy pequeñas que estas sean, podría resolver muchos conflictos, de esos que por hoy, cuestan vidas y haciendas, por doquier.
En todas las creencias, incluso en las de mayor iconoclasia, hay un sentimiento amoroso. Por eso el laicismo es puerta grande al entendimiento universal. Respeta en su esencia, todas las religiones y su negación, para dar al ser humano la perspectiva de unidad esencial en su religiosidad. La sabiduría popular entiende, mejor que nadie, las grandes verdades de la existencia. Por ello busca y encuentra felicidad o consuelo: en una palabra dicha con la mirada en los ojos; en la risa de un niño o la algarabía de muchos -aún entre la peor tragedia- en el beso de una madre, un padre, un hijo o hija, hermano, abuelos, amigo, esposos, amantes.
Una sonrisa para el desconocido, que se cruza en el espacio cercano; un abrazo que una corazones; un saludo cordial –con el corazón- una mirada que no se evade y al encontrarla se muda en una sonrisa; el ceder el lugar en el transporte público, a una mujer embarazada, a un hombre imposibilitado físicamente; la mano extendida de un niño ofreciendo un pedazo de pan; la alegría de una reunión de amigos para tomar café; alimentan más, que el mejor manjar especial, que muchas veces, no han tenido, ni cerca, la mayoría de las personas. Si podemos hacerlo en días predestinados, para impulsar ventas extraordinarias de flores o nimiedades, ¿Porqué no incorporamos tales reacciones a la vida cotidiana?.
Si el amor mueve las esencias más nobles del ser humano. Si por encima de su uso indiscriminado para el comercio, sigue siendo factor que une y consolida vidas, familias y aún pueblos. Si la patria está cargada de nobles –amorosas diríamos con Sabines- acciones de miles y millones de seres humanos que se ofrendaron para crearla y mantenerla. Si no es posible, ni ha sido ni lo será, que se ponga en venta o transacción. Si su celebración mueve aún a los más recalcitrantes enemigos, a detener sus acciones de choque, para voltear a los “suyos”, en busca de paz y armonía. ¿Porqué no logramos su aplicación universal?. ¿Porqué se desgañitan religiones, llamando a la esperanza, al amor, en tanto sus fieles viven infiernos de guerra, hambre o miseria?.
La historia humana está plagada de acontecimientos que golpean, inmisericordes, a grandes núcleos de población, por la ambición de unos cuantos, que disputan el control económico, político, militar, social. Desde que hay historia, hay intereses y lucha por su posesión. ¿Será que el amor pierde su fuerza ante el egoísmo, como conducta de personas y grupos, que se apoderan de la vida de pueblos, comunidades, países y continentes, solo para acumular riquezas, que nunca pueden disfrutar plácidamente?. Busquemos que, al menos, el amor y la amistad no desaparezcan, como rasgos sustanciales de la existencia. Persistamos, entre tanto, en la construcción de una sociedad planetaria basada en esa relación amorosa, iniciándola por el entorno en que desarrollamos nuestras tareas cotidianas.
Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Villah. Tab.14-feb.-2010.
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