domingo, 27 de junio de 2010

Solo en domingo: Francisco Peralta Burelo / Jun 27

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(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

Sí antes no había luz eléctrica

Carlitos, un amiguito de mi nieto Diego Francisco, algo habrá escuchado decir a alguna persona conocida por él o a su maestra misma, y quizá como que le quedarían algunas dudas sin resolver.

El caso es que cuando me tiene enfrente lo primero que se le viene a la cabeza es preguntarme si cuando yo era niño --como lo es hoy él-- no había luz eléctrica. Como que pone en entredicho la versión que habría escuchado de alguien por ahí o de su maestra y busca que yo lo saque de dudas.

Carlitos quizá no concibe un mundo sin luz eléctrica. Tal vez no le resulte posible suponer que hace algún tiempo no haya habido electricidad. Esto como que lo tiene sacado de onda y busca a alguien --a una persona mayor-- que le explique cómo está eso.

“Pues sí, Carlitos: en mis tiempos de niño no todos los tabasqueños tenían luz eléctrica. Nosotros, al menos, que vivíamos en Comalcalco, no la teníamos, sino por horas nada más: de las seis de la tarde a las diez de la noche primero y luego hasta las cero horas, y ni un minuto más”, le explico.

Y esa es la verdad (claro, allá por los años cuarenta y tantos y cincuenta y tantos): no teníamos electricidad en Comalcalco, como tampoco la había en cada una de las otras quince cabeceras municipales foráneas, a excepción de Villahermosa, en donde la luz eléctrica llegaba a los hogares y a los negocios si no durante las veinticuatro horas del día y de la noche sí en gran parte de ellas, según supongo, y no porque tenga memoria de esto.

“¿Y cómo le hacían para ver televisión?”, me pregunta entonces Carlitos. “Pues no la veíamos, desde luego por que no había electricidad, pero además porque, primero, no se habían inventado los televisores, y, segundo, porque a Tabasco llegaría las señales televisivas hasta casi principios de los setenta”, tendría que contestarle. Nuestra generación apenas si oía la radio, y eso mediante acumuladores (o baterías).

Aquellas generaciones --de las que formamos parte quienes hoy peinamos canas o tenemos poco cabello que peinar-- no tuvimos acceso a la televisión (que, como todo esto, llegó tardíamente a Tabasco), Tampoco a la electricidad, la que se suplía con velas, candiles, quinqués, lámparas que no recuerdo de qué eran y daban una luz nítida (pero que se decía, eran fácilmente inflamables).

Si no tuvieron el servicio eléctrico tampoco pudieron disponer de todo ese arsenal de electrodomésticos que en cualquier hogar de clase media es común ver el día de hoy. A Carlitos no le dije --y él no me lo preguntó-- que ni existían, o en otro caso, ni se conocían, las licuadoras, las tostadoras, ni nada de eso que funciona a través de la electricidad. ¿Un horno de microondas?, ¡ni soñarlo!. Vamos ni un refrigerador.

Carlitos jamás concebiría un mundo sin energía eléctrica y menos sin televisión. Eso no podría imaginárselo siquiera. ¿Cómo que a oscuras toda la noche o acaso apenas iluminado por una vela o un quinqué?. Cómo, si hoy cuando por alguna causa se interrumpe la corriente todo se paraliza y la gente no sabe qué hacer.

Pero no solamente Carlitos se vería desolado ante la falta de energía eléctrica. No, seguramente también los que en su niñez no tuvieron acceso a la electricidad, pero que ahora tampoco saben --o sabemos-- vivir sin ella siquiera un minuto: si la luz se nos va quedamos perdidos en el universo, cuando antes quedarnos a oscuras ni nos iba ni nos venía.

Para los que han tenido luz eléctrica desde que nacieron, para los que han pasado su vida al lado de un televisor --o frente a él--, tiene que resultar inimaginable una etapa de la humanidad sin una u otra cosa, al menos en épocas tan recientes todavía como las de los años cincuenta, aún sea del ya siglo pasado.

Eso podría parecerles mucho más lejano. No lo es, sin embargo, porque a muchos tabasqueños les habrá tocado vivir parte de su vida sin un televisor enfrente, sin un electrodoméstico a su alcance, sin un foco encendido, sin un botón que apague o encienda todo y que active o paralice casi absolutamente cuanto es artificial.

Para Carlitos, el amigo de mi nietecito Diego Francisco, será muy difícil entender cómo pudo vivirse hace todavía unos cuantos años sin luz eléctrica ni televisión. A los que ya somos viejos quizá también pudiera parecernos extraño eso, pero sin duda alguna así vivimos y así vivieron muchas generaciones humanas. ¿O no es así lector, lectora?.

fcoperalta42@hotmail.com

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