miércoles, 20 de julio de 2011

Transparencia Política: Erwin Macario Rodríguez / Columna / Jul 20

(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)
* erwinmacario@hotmail.com

Lectura para escoger el camino

Ahora es de noche, aquí no nos ve
nadie, bien podemos torcer el camino
y desviarnos del peligro aunque no
bebamos en tres días; y pues no hay
quien nos vea, menos habrá quien nos
note de cobardes. Miguel de Cervantes /
El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha. Tomo I, capítulo XX

Hoy toca al manco de Lepanto. Ante la terquedad quijotesca por emprender aventuras cuyo fin no estaban del todo claras aun en la mente de Sancho Panza, éste le dice al Caballero de la Triste Figura:

Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo vale mas y no menos; pero como la cudicia rompe el saco, a mí me ha rasgado mis esperanzas, pues cuando mas vivas las tenía de alcanzar aquella negra malhadada ínsula que tantas veces vuestra merced me ha prometido, veo que en pago y trueco della me quiere ahora dejar en un lugar tan apartado del trato humano: por un solo Dios, señor mio, que non se me faga tal desaguisado; y ya que del todo no quiera vuestra merced desistir de acometer este fecho, dilátelo a lo menos hasta mañana, que a lo que a mí me muestra la ciencia que aprendí cuando era pastor, no debe de haber desde aquí al alba tres horas, porque la boca de la bocina está encima de la cabeza, y hace la media noche en la línea del brazo izquierdo. ¿Cómo puedes tú, Sancho, dijo don Quijote, ver donde hace esa línea, ni donde está esa boca o ese colodrillo que dices, si hace la noche tan oscura que no parece en todo el cielo estrella alguna? Así es, dijo Sancho; pero tiene el miedo muchos ojos, y ve las cosas debajo de la tierra, cuanto mas encima en el cielo, puesto que por buen discurso bien se puede entender que hay poco de aquí al día. Falte lo que faltare, respondió don Quijote, que no se ha de decir por mí ahora ni en ningún tiempo que lágrimas y ruegos me apartaron de hacer lo que debía a estilo de caballero: y así te ruego, Sancho, que calles, que Dios que me ha puesto en corazón de acometer ahora esta tan no vista y tan temerosa aventura, tendrá cuidado de mirar por mi salud, y de consolar tu tristeza…

(…) No hay que llorar, respondió Sancho, que yo entretendré a vuestra merced contando cuentos desde aquí al día, si ya no es que se quiere apear, y echarse a dormir un poco sobre la verde yerba a uso de caballeros andantes, para hallarse mas descansado cuando llegue el día y punto de acometer esta tan desemejable aventura que le espera. ¿A qué llamas apear, o a qué dormir? dijo don Quijote; ¿soy yo por ventura de aquellos caballeros que toman reposo en los peligros? duerme tú que naciste para dormir, o haz lo que quisieres, que yo haré lo que viere que más viene con mi pretensión. No se enoje vuestra merced, señor mio, respondió Sancho, que no lo dije por tanto…

Díjole don Quijote que contase algún cuento para entretenerle como se lo había prometido: a lo que Sancho dijo que sí hiciera si le dejara el temor de lo que oía; pero con todo eso yo me esforzaré a decir una historia, que si la acierto a contar y no me van a la mano, es la mejor de las historias; y estéme vuestra merced atento que ya comienzo: érase que se era, el bien que viniere para todos sea, y el mal para quien lo fuere a buscar; y advierta vuestra merced, señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fué así como quiera, que fué una sentencia de Catón Zonzorino romano, que dice: y el mal para quien le fuere a buscar, que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra merced se esté quedo, y no vaya a buscar el mal a ninguna parte, sino que nos volcamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que sigamos este donde tantos miedos nos sobresaltan.

Sigue tu cuento, Sancho, dijo don Quijote, y del camino que hemos de seguir déjame a mí el cuidado.
(Y tras descubrir que el ruido no era de ningún gigante que combatir, sino “seis mazos de batán”, sigue la historia:

(…) No haya más señor mio, replicó Sancho, que yo confieso que he andado algo risueño en demasía; pero dígame vuestra merced ahora que estamos en paz, así Dios le saque de todas las aventuras que le sucedieron tan sano y salvo como le ha sacado desta, ¿no ha sido cosa de reir, y lo es de contar , el gran miedo que hemos tenido? a lo menos que yo tuve, que de vuestra merced yo ya sé que no le conoce ni sabe qué es temor ni espanto.

LADO CLARO

No niego yo, respondió don Quijote, que lo que nos ha sucedido no sea cosa digna de risa; pero no es digna de contarse, que no son todas las personas tan discretas que sepan poner en su punto las cosas.

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