domingo, 24 de julio de 2011

Solo en Domingo: Francisco Peralta Burelo / Columna / Jul 24

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

Hay tanto que decir sobre los viejos

Algunos amigos --de esos que dicen ser mis lectores dominicales-- me habrían pedido que dejara de escribir de viejos y de muerte, porque ya lo había hecho muchas veces y pudiera parecer obsesionado con esos temas o dar la impresión de no ocurrírseme nada diferente. Alguno de ellos me habría "amenazado" con no volverme a leer en domingo si escribía una línea más sobre los viejos o la muerte. Total, con ser condescendiente, me dije, no pierdo nada, y como a usted le consta lector, lectora, si le ha dado seguimiento a mis temas, empecé a irme por otro lado, abandonando ese rico e interesante material --del que tanto hay que hablar y escribir-- que es la vejez. Hoy, sin embargo, a riesgo de perder a ese lector que hubo de amenazarme con dejar de leerme si volvía a escribir de viejos, me tomo la libertad de abordar de nuevo el tema. ¿Y sabe usted lector, lectora, por qué mi reincidencia? Se lo voy a explicar. Hace unos días vi por televisión a Elena Poniatowska, quien era entrevistada en un programa cultural, y a la que los años acumulados se le notaban en sus brazos descubiertos, en sus arruguitas en cuello y mejillas, es sus párpados, en sus manos, en la lentitud de sus movimientos corporales. "Estoy cerca de los ochenta años. Los voy a cumplir este año. Ahora las cosas las hago en el doble de tiempo que antes: tardo mucho en ponerme la falda, en lavarme los dientes, camino muy lentamente, escribo cada vez con menos rapidez", le decía, sincerándose, a su entrevistador y al auditorio. "Me cuesta más tiempo y más trabajo hacer todo; hasta escribir, que es a lo que me dedico y lo que más me gusta hacer", abundaba. Hablaba de una novela que tenía a medias y de una biografía (la de su esposo muerto) que apenas comenzaría a redactar y que la obligaría a dedicarle muchas horas, y esto ya con casi ochenta años encima y sin que, a decir verdad, desde la pantalla se viera muy potente. Aún así la Poniatowska no se daba por vencida sino que hablaba, con comedido entusiasmo, de su situación y sus proyectos. "Tengo muchas cosas que hacer, pero tengo que apurarme porque me queda poco tiempo", decía, amén de que, como dijera al principio, todo lo hace en el doble de tiempo anterior y con mayor esfuerzo. ¿A poco, tras escuchar a una señora, con casi ochenta años encima hablar de la manera que Elena Poniatowska lo hizo en esa entrevista televisada, no da motivos más que suficientes para escribir una vez más de los viejos y de la actitud de muchos de ellos ante una vida que ya casi se les termina pero que aún no se apaga?, lo que les permite hacer cosas, a condición de proponérselas y de no colgar los hábitos. Elena Poniatowska me resultó inspiradora por vieja y empeñosa, por no darse por jubilada, por proponerse cosas que bien sabe que si no se apura al doble muy difícilmente verá concretadas. Por eso, porque a mí me pareció estimulante una vida así, volví al tema de los viejos, de los que siempre habrá mucho que decir y mucho que aprender.

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