(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
¿Qué le hacen los años a Lilia Lowe?
fcoperalta42@hotmail.com.
La posibilidad de entrar a la modernización global --en la mayoría de los casos por necesidad y en otros por simple diversión o novedad-- hará que muchas personas de la tercera edad le pierdan el miedo al Internet y no solamente entren a sus redes sino que se vuelvan usuarias de ellas.
Sin embargo el Internet no es para viejos. No, porque no se dio en su tiempo, digámoslo así, de aprendizaje y de exploración de la vida, sino cuando los años ya se les habían echado encima y las prácticas y costumbres que movían su rutina diaria nada tenían que ver con él (con el twiter, con el facebook y con todo eso).
El Internet es para jóvenes --y desde luego para niños y adolescentes--, no para viejos, que ni vivieron la era tecnológica ni se educaron para ella. Esta no forma parte de su modo de ser, de su idiosincrasia, de su cultura, y en el mejor de los casos le es casi como un extraño, con el que ni han convivido ni sabrían cómo convivir.
Es cierto que hay personas de la tercera edad que han desarrollado algún grado de pericia en el manejo del Internet y de la computadora, aunque la mayoría de ellas --a menos que se trate de abuelos o abuelas muy modernos-- todavía se resistan a su uso y, si han vencido este temor o desinterés, apenas si realizan escasa actividad como internautas o computarizados.
Hay, pues, personas de sesenta o setenta años --algunos todavía de ochenta años, quizá-- que hayan dado el paso tecnológico y que sean usuarios de la computadora y de Internet, que tengan su página en Facebook, están en el Twitter, que chatean y que dispongan de su grupo de amigos cibernéticos. Seguramente serán pocas, pero tendrán que haberlas (más todavía en los países altamente civilizados, aunque en menor medida en los del tercer mundo).
Es probable que hayan pocos ochentones en una red social (o simplemente usando su computadora, ya no para chatear horas y horas, sino para realizar operaciones mínimas, como sustituta de una máquina de escribir). Esto cabe dentro de lo posible, aún tratándose de personas que cuando la computación se popularizó y se puso al alcance de millones de hombres y mujeres ya pasaban de los cuarenta años de edad (allá por los años setentas u ochentas).
Una persona que teniendo noventa años de edad sea usuaria de la computadora (o del Internet, el iPod, o cualquiera de estos instrumentos tecnológicos) podría parecer un raro espécimen. ¿Se imagina usted, lector, lectora, a un anciano o una anciana nonagenario operando un aparato de estos aún en los días de hoy?.
Como que no parecería real. Ya un aciano o una anciana de noventa años no se la imaginaría uno haciendo tales menesteres. Como que no, ¿verdad?. ¿O ha usted sabido de alguien que en tan avanzada edad use la computadora, entre al Internet, tenga su red de amigos y se la pase chateando con ellos?.
Una persona de más de cien años metida en Facebook parecerá cosa increíble; o para Ripley. ¿Se imagina usted a una bisabuelita o un bisabuelito, con tantos años encima, siendo usuario o usuaria de un instrumento como ese?.
En principio no se lo imaginará (o simplemente no lo creerá). ¿Cómo sería posible que una persona con más de cien años encima esté haciendo esto?, se preguntaría cualquiera. Pero bueno, la realidad --como se dice por ahí-- en no pocas veces sobrepasa la ficción.
Sí hay una usuaria de Facebook, y tiene ni más ni menos que ciento tres años. Se llama Lilian Lowe, es estadounidense y está considerada como la cibernauta --¡imposible que haya otra más anciana que ella en la red!-- de mayor edad. Y no solamente eso, sino que “se mantiene muy activa según un cable informativo-- y actualiza a diario su iPad”.
“Lo amo, es muy excitante; es una excelente manera de encontrar diferentes cosas, pero he de decir que es una enorme pérdida de tiempo. Estoy segura que hay montones de cosas que debería estar haciendo mejor que estar jugando con un ordenador”, escribió la ciento tres añera Lilian Lowe en su Facebook.
Si le interesa hablar con ella búsquela agréguela en su cuenta de Facebok, lector, lectora. Seguramente la encontrará.
Desde esta columna deseo a usted lector, lectora, que tras haber tenido una dichosa Navidad tenga un Año Nuevo lleno de alegría, salud y prosperidad.
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