(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)
erwinmacario@hotmail.com
Palabras de fin de año
Por eso, en la puerta, espero/
a los que llegan a este fin de fiesta:/
a este fin de mundo./
Entro con ellos pase lo que pase/
me voy con los que parten/
y regreso./ Mi deber es vivir, morir, vivir.
Pablo Neruda / Fin de mundo
Cuanta nostalgia al fin de año. El recuento obligado. La promesa, Continuidad del tiempo, del camino. Sin miedo a convertirse en estatua de sal, con la esperanza de mejores tiempos.
Los amigos sumados, los que se perdieron solos en el tiempo y la distancia. Los que nunca lo fueron, simularon. Sumas y restas necesarias en la vida, para quitar las máscaras. Comedia y drama cotidianas. La alegría, la risa compartida. El dolor de quitarse el engaño.
¡Y la esperanza!
Leo a Neruda. Siempre leo a Neruda: “Manos que solo ropas y cuerpos/ trabajaron,/ camisas y caderas/ y libros, libros, libros/ hasta que solo fueron/ manos de sombra, redes/ sin peces, en el aire:/ sólo certificaron / el heroísmo de las otras manos,/ y la procreadora construcción/ que dedos muertos levantaron/ y continúan dedos vivos”.
A veces, con Neruda, siento que “yo no encendí sino un papel amargo./ Yo no fue causa de aquel Buenos Días/ que se dieron el trueno con la rosa./ Yo no hice el mundo, no hice los relojes,/ no hice las olas ni tampoco espero/ hallar en las espigas mi retrato”.
Apenas hice, apenas hago, intento hacer mi parte. Este texto de fin de año es sólo eso: una pequeña parte de mi paso junto a ustedes. Tal vez una añoranza, quizás el vislumbre del mañana distinto.
Los lazos de amistad que sobreviven se han tendido, muchos, a lo largo del paso por la vida. Débiles, unos, se han roto. Fuerte, la mayoría, vencen el tiempo y se prolongan. Otros ha resarcido la bondad, el amor de quienes, sin quererlo, he lastimado y saben otorgar, gran virtud, el perdón. A esos lazos acudo en estos días. Ellos son refugio, fortaleza.
“Y de tanto perder donde no estuve/ fui quedándome ausente/ sin derrochar ninguna preferencia/ sino un monte de sal desmoronado/ por una copa de agua del invierno”.
Yo escogí este tiempo, a mi familia, mi hogar, mis hijos, mis amigos. Y escogí ser testigo de la historia. Pero no escogí lastimar a veces con palabras, con textos obligados, testimonios que un día serán balance, definitiva cuenta ante mi mismo.
No me arrepiento de que ahí, en las hemerotecas, en el historial escrito en el papel o en las redes actuales, en el ciberespacio, se encuentre la cosecha de lo que fueron palabras sembradas en los tiempos, distintos tiempos, de Tabasco.
Aunque en días como estos he llegado a pensar con el poeta: “Tinta que me entretienes/ gota a gota/ y vas guardando el rastro/ de mi razón y de mi sinrazón/ como una larga cicatriz que apenas/ se verá, cuando el cuerpo esté dormido/ en el discurso de sus destrucciones”.
Y hasta he exclamado. “Tal vez mejor hubiera/ volcado en una copa/ toda su esencia, y haberla arrojado/ en una sola página, manchándola/ con una sola estrella verde/ y que solo esa mancha/ hubiera sido todo/ lo que escribí a lo largo de mi vida,/ sin alfabeto ni interpretaciones:/ un solo golpe oscuro/ sin palabras”.
Mas la vida está aquí. Enfrente. Afuera. Y no aprendí otra cosa que escribir. Poco tiempo me he dado para otros menesteres. No tuve ni escalpelo, ni pincel. Sólo pluma —símbolo del vuelo—.
Al fin de año, el recuento obligado. Y olvidado. No quise ni quiero navegar las aguas tranquilas del elogio y engaño. Tal vez pierda más amigos. No busco eso pero en la suma y resta reconozco que ha sido así. Que podrá ser así. Es otro pago a realizar una tarea que es de hombres y mujeres buenos pero que no deben perder de vista el testimonio que dejarán.
Precio alto hay que pagar.
Con Neruda pienso: “Tal vez el tiempo endureció la voz/ la boca, la piedad del ofendido/ y ya el reloj no podrá volver/ a la consagración de la ternura”.
Mi oficio de palabra me protege. Como Neruda entiendo, como lo explica Andrés Gallardo, que el hombre es un ser social que sólo en la palpitación del colectivo halla su potencial expresivo.
“Aún la atmósfera tiembla/ con la primera palabra/ elaborada/ con pánico y gemido./ Salió/ de las tinieblas/ y hasta ahora no hay trueno/ que truene aúncon su ferretería/ como aquella palabra,/la primera/ palabra prounciada:/ tal vez solo un susurro fue, una gota/ y cae y cae aún su catarata”.
LADO CLARO
El periodismo no es tarea fácil cuando se quiere ser testigo de cargo de la Historia. Felicidades este fin de año a todos. Y que el 2011 sea mejor.
*Periodista. Premios: Radio Chapultepec, Club Primera Plana (35 y 40 años), Premio México de Periodismo, el Premio Estatal 1991 y el Rumbo Nuevo 2010. Ha publicado Periodismo y utopía, Vocabulario tabasqueño (en colectivo) y el prólogo de La última ruta de Cuauhtémoc, de Humberto Muñoz Ortiz www.erwinmacario.blogspot.com
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