México: empleo remunerado, clamor navideño.
¿Podremos descansar en la NOCHE BUENA –festividad religioso-pagana en nuestro Continente mestizo- y rehacernos para las tareas que vendrán después del Año Nuevo occidental?. La reflexión es un requerimiento del ser humano, más aún cuando lo complejo de la existencia personal, se contamina con situaciones que ocurren en la vida en común, no solo referentes a la inseguridad, sino en las vidas que integran a la familia, afortunadamente conservada como núcleo primigenio de la sociedad.
El primer elemento que afecta la vida interna de la familia, es la consecución, por sus miembros, de los recursos para atender a las necesidades básicas como: alimentación, vestido, educación, salud, vivienda e implementos (agua potable, electricidad, alcantarillado) que de existir en las comunidades, hacen menos urgente la atención a la salud personal y más atendibles tareas de salud pública que, al basarse en la prevención, dan mejores y más duraderos resultados sociales.
Adquirir tal capacidad económica por padres, abuelos o hijos, implica que el mercado de trabajo les ofrezca ocupación remunerada y al nivel alcanzado en su preparación para la vida. Desafortunadamente esto no ocurre desde hace más de dos décadas en nuestro país. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) corrobora en su Informe mundial sobre salarios 2010-2011 y las políticas salariales en tiempos de crisis, que en cuanto a poder adquisitivo del salario mínimo, ocupamos el penúltimo lugar en América Latina, y uno de los más bajos del mundo. Sólo superamos a Guyana, pero abajo de Nicaragua y Haití en la región. Nuestros indicadores están en niveles similares a los de Gabón, Mauricio, China (ligeramente por encima del nuestro) y Kazajstán.
La OIT nos recuerda que desde 1982, el salario mínimo real en el país registra pérdida constante. En 2009 –por ejemplo- los países donde los salarios no superaron a la inflación fueron México, Guatemala y Venezuela. En el resto de Latinoamérica se reportan alzas reales, hasta 10 tantos por arriba del avance de precios (Honduras) o del doble de la inflación Brasil. Más grave aún, la OIT advierte un desplome en la participación de los salarios en el ingreso total de 9.6%, en términos reales (periodo neoliberal), al pasar de 39.5% 1980-1985, a 29.9% para 2004-2007, tendencia negativa a largo plazo en la participación de salarios. Por tanto, beneficios e ingreso se concentran en el capital, subsidiado por el trabajo. Tal proporción, a precios actuales del producto interno bruto, equivale a casi un billón 300 mil pesos.
El problema no solo afecta a la familia mexicana –aunque es la que nos preocupa- sino que las consecuencias de la crisis económica planetaria, afecta a todos los mercados laborales del mundo. El desempleo impacta a 210 millones de personas -el más alto hasta ahora- y muchos millones más se retiraron de la fuerza laboral registrada, incorporándose a los mercados informales –o como se les llame en cada país-. Los salarios netos también se afectan. El crecimiento mundial en salarios promedio reales se redujo a la mitad en 2008 y 2009, comparado con años anteriores. Por ello, puede señalarse que la crisis afectó a todos: a quienes perdieron sus empleos, y a los salarios netos, perjudicando el poder adquisitivo de quienes lograron conservar sus empleos.
Por tanto, esa desigualdad salarial, afecta a todos –patrones y trabajadores- al desconectarse salarios y productividad, lo que ocurre con aproximadamente 330 millones de empleados que actualmente reciben bajos salarios, en sus países. En México se considera que alrededor de un 25% de la fuerza laboral, está en esas condiciones. Muchas de esas personas se afanan en maquiladoras, de ahí que su participación en el PIB sea colateral y no coopere a recuperar el mercado interno, procesando materias primas nacionales, única vía para rehacer la economía nacional.
Más grave para nuestro país, cuando vemos que, aún cuando el crecimiento salarial se desaceleró, se mantuvo positivo en Asia y América Latina (no en México). Otras regiones experimentaron caídas en salarios reales, en algunas etapas de la crisis. En los países ricos, los salarios reales disminuyeron 0.5% en 2008, pero subieron 0.6% en 2009. En Europa Central y del Este declinaron 0.1% en 2009. Lo dramático fue la caída del poder adquisitivo de salarios en 2.2% para 2009, en Europa del este y Asia central. Se enfatiza por la OIT, la necesidad ver con cautela estos cambios en el crecimiento salarial, ya que reflejan diversos factores relativos a la crisis (tales como desempleo e inflación).
Pero no es el caso meternos en una disquisición teórica. Lo importante para la nación es encontrar fórmulas que cooperen a crear los empleos necesarios, tanto para el ejército de trabajadores en receso, como para los que anualmente se incorporan al mercado de trabajo. Esta tarea se viene cumpliendo –con enormes fallas- desde el poder federal, mediante políticas y programas que no tienen resultados respetables. Son apenas “mejorales” para el tema de los temas en el crecimiento del país: el empleo remunerado.
Algunos empeños locales, aún muy desvaídos, están mostrando posibilidades de impulsar el crecimiento de la economía, partiendo de un Estado, municipio o de alguna o algunas comunidades. Los trabajos del premio Nobel Amartya Zen, quien afirma que un gobierno tiene que ser juzgado en función de las capacidades concretas de sus ciudadanos (debidas al acceso a la educación, medios de transporte y otros)
son un augurio importante, pero habrá que ponerlo al día en cuanto a idiosincrasia e intereses de nuestros pueblos. Esta es una tarea vital para el inmediato futuro. ¿Habrá la posibilidad de empezarla en alguno de los gobiernos estatales o municipales, que iniciaron o iniciarán su sexenio, sean del signo político que sea?. Solo que muestren deseos e interés en atender a las demandas más sentidas de la población, podrán dar perspectivas positivas para los “olvidados de la Tierra” en su lugar de origen.
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