(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
Madriza colectiva al columnista
La columna que el Tabasco HOY me publicó el martes pasado ("Las Torres de Leona Vicario), produjeron en algunos de mis escasos lectores en Balancán, innumerables mentadas de madre. Ese día tuve que desagraviar a mi difunta progenitora. "Perdona reina de mi vida –dije- por exponerte ante la maledicencia pública… "No fue mi intención hacer que te recordaran de tan horrible manera. Donde quiera que estés –madre santísima- disculpa a tu hijo cuya intención fue solo hacer una breve pieza sobre las creencias que aún se dan en los pueblos por el catolicismo, muy a pesar que a la jerarquía de esta noble cuanto legendaria institución tabasqueña, sólo le interese acumular bienes materiales". He dicho. Mucho más pendejadas se hacen a diario en el CDE del PRI y nadie pide disculpas por ello. Debe ser chingoncísimo navegar con esa banderita. Recuerdo entonces aquel cuentecillo de mi adolescencia sobre un pendejete al que su mismo padre increpaba: --"Eres tan, pero tan pendejo que si hubiera un concurso de pendejos… --¡Eureka, padre mío, ¿crees que yo lo ganaría?... --No, hijo mío ¡lo perderías!"... Hoy quisiera olvidarme del género político y publicar un cuentecillo que me envía el contador Javier Álvarez. Relata Javier que "dos leones huyeron del zoológico y cada uno de ellos se perdió por rumbo diferente. Uno se fue a la selva y el otro al centro de la ciudad.. Los buscaron por todos lados y nadie los encontró. Después de un mes y para sorpresa de todos, el león que había huido a la selva regresó a su jaula todo jodido, famélico y afiebrado. Fue reconducido a la jaula. Pasaron ocho meses y nadie se acordó del otro león, el que huyó a la ciudad, hasta que un día fue recapturado y regresado al zoológico. Estaba gordo, sano y desbordante de salud. Al ponerlos juntos, el león que huyó para la selva preguntó a su colega: --¿Cómo es que a pesar de haberte ido a la ciudad, regresas tan sano y gordo? Yo fui a la selva y tuve que regresarme porque casi nunca encontré que comer. El otro león le explicó: --La verdad es que le eché huevos al asunto y me escondí en la Cámara de diputados. Cada día me comía un diputado y nadie advertía su ausencia… -- ¿Y por qué regresaste?¿Se acabaron los diputados?... -- No mames, los diputados nunca se acaban. Lo que pasa es que cometí un error gravísimo. Ya me había comido a un coordinador de bancada, a dos presidentes de comisión, a cinco diputados del PRI, al del verde ecologista, a los de Convergencia, a los tres del PAN, a diez asesores, a doce secretarias, a los "sotos" choferes y nadie se dio cuenta hasta que un día me comí al que servía el café...Ahí chingó a su madre todo...
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