(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
Carta a doña Choco Plascencia
El siguiente es un ejercicio para dejar de decir leperadas. Lo hago a sugerencia de doña Socorro Plascencia, preocupada dama de la comunidad Las Azucenas, feudo localizado en la tres veces heroica Cárdenas, Tabasco. No se si finalmente tenga buen resultado. Pero lo intentaré para dar gusto a mis cada vez menos lectores. Doña Choco me envió una carta al Tabasco HOY, pidiéndome "por caridad –así dice la petición de la dama de marras- ya no siga usted escribiendo tantas pendejadas en su columna, porque mis dos hijitas de primero y segundo de secundaria, traen de Cárdenas el periódico nomás para enseñárselo a la gente de mi comunidad… "No tendría nada de malo, sigue diciendo doña Choco, pero apenas muestran (el Tabasco HOY) a la gente de acá lo que usted malamente escribe, se ´descojonan ´ de la risa, pero decir malas palabras y vulgaridades no me las ponen (a mis muchachas) en el camino de la buena educación, compréndame. "Luego me gustaría que usted las escuchara: pese a mis esfuerzos, usted como periodista les mal enseña a tener lenguaje de 'carretoneras'. Tienen un lenguaje tan florido que a muchos les podrá causar risa pero a mi me emputa como madre, porque yo me esfuerzo porque tengan una buena educación para que ellas, cuando se casen y tengan sus propios hijos, los eduquen mejor que como yo lo estoy haciendo. ¿No podría usted, don Homero, por ejemplo decir "tizne usted a su madre", en lugar de "chingue usted a la suya"? Ayúdenos, don Homero, no sea mierda. Con la influencia que usted tiene, juntos sus lectores y nosotros los padres de familia, podremos sacar a Tabasco de su apendejamiento (perdone que me exprese así, pero no tengo mucho vocabulario) en que estamos sumidos. Mucho se lo vamos agradecer acá por las Azucenas". Atentamente, una madre atribulada"… RESPUESTA A UNA MADRE ATRIBULADA… Estimadísima mamá Choco: no es mi intención alborotar el espíritu desmadroso de sus pequeñas pollas de secundaria. El que esto escribe –le aseguro- cuando sus dos primeros profesores en la escuela primaria de su pequeña comunidad sito en Antiguo Morelos, en el estado de Tamaulipas, doña Encarnación Luna González, su primera maestra, siempre le inculcó buena crianza, excelente educación. Era la maestra Chonita, como le decían todos, de esas hermosas hadas bienhechoras que sembraba en nosotros, niños de la más genuina estirpe campesina, hermosos conocimientos. Con ella aprendí la "o" por lo redondo, o como escribió Rómulo Gallegos en "Doña Bárbara", puso los puntos sobre las "íes". Tracé mis primeras caligrafías y luego por las tardes (en ese tiempo asistíamos a la escuela mañana y tarde, no como ahora con la sección 29 del SNTE que te da clases a conveniencia de la hueva de sus maestros), nos enseñaban todos los coros habidos y por haber, dibujábamos primorosamente y luego de ahí te ibas a la doctrina de la iglesia de san José a comulgar con Dios. Bucólicamente, a eso de las 7 de la noche te retirabas a tu casa a disponer de la humildad del yantar junto a tu amorosa madre que entre dulzuras y cariños, si te portabas grosero, te dejaba caer dos que tres coscorrones para acabarte de educar. Había disciplina en la escuela, en la iglesia y en la casa. Eras forjadito a "tiznadazos" (Recuerde que este es un ejercicio para dejar de mentar madres). Luego en segundo de párvulos, tuvimos ese extraordinario profesor que fue don José Refugio Crespo Ruiz, joven maestro que te dejaba caer –si te apendejabas- los más dolorosos varazos (Por cierto, el profe Cuco, es suegro del excelente amigo y empresario tabasqueño que es el ingeniero Jaime Pérez Garza a través de Norma, la hija de mi profesor). Pues te decía, lector lectora, hoy si le pegas a un chamaco, la madre de éste te acusa en "Telerreportaje" ya "tiznaste" a tu progenitora. COLOFÓN PARA UNA MADRE ATRIBULADA… Ya en sexto año le tocó al "Doblefilo" uno de los mejores maestros de su vida: el profesor Andrés Hernández Castillo. Ese señor era –fue- profesor de verdad, no como Moisés Valenzuela, o Roger Arias, o Pedro Estrada. Aquel era un apóstol de la educación, los últimos citados no pasan de ser vividores de la educación. Sin embargo, para información de doña Choco, lo mal hablado me empezó cuando llegué a construir –aún como arquitecto- el edificio de la Resistol en Coatzacoalcos. Convivir, trabajar con veracruzanos y "tecos" del Istmo (a muchos de ellos los adoro porque te dan su amor y amistad de tiempo completo), fue una experiencia mucho más que religiosa. Ahí mi esmerada educación, mi pulcro lenguaje que me enseñó el literato colombiano, don Víctor Manuel López Medina, en la insigne ESMAC (Escuela Secundaria Manuel Ávila Camacho, en ciudad Mante), se la empezó a llevar el carajo. Luego, mi llegada a Tabasco, completó mi "nueva educación". Me volví tabasqueñísimo, pero mi lenguaje empezó a tener inflorescencias que nunca pensé iba a tener. Las mentadas de madre tabasqueñas son tan ricas, estentóreas y sabrosas en su estructura fonética, que de tanto escucharlas, dan unas horribles ganas de repetirlas. Termina uno por ser el peor de los léperos, como bien lo dice doña Socorro Plascencia, atormentada madre de dos hermosos capullos de secundaria, habitantes las tres, de las Azucenas, una pequeña comunidad de Cárdenas, donde solo los chicharrones de Nelson Pérez García (¿Próximo candidato del PRI a la diputación federal?, truenan…
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