domingo, 5 de diciembre de 2010

Solo en Domingo: Francisco Peralta Burelo / Columna / Dic 05

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

Ancianos vivos, ¿pero muertos?

Hoy, lo sabemos, la muerte biológica es posible posponerla. De hecho se ha pospuesto en muchos casos, como lo demuestra el dato de que la esperanza de vida es ahora mayor a la de antes. Y al paso de los años --con el desarrollo de la medicina y el mejoramiento de la alimentación-- se pospondrá aún más, seguramente.

Antes la muerte biológica llegaba casi pasaditos los cincuenta años de edad (salvo los casos de aquellos longevos que se dieron aisladamente), luego arribaría allá por los sesenta años; esto hasta hace poco tiempo aún. Hoy la expectativa de vida anda por los setenta y pico de años y según las prospectivas que se hacen al respecto es de esperarse que al cabo de unas cuantas décadas más un hombre o una mujer consigan vivir --en promedio-- entre ciento veinte y ciento cincuenta años.

Sí, así andan los cálculos estimados. Los viejos cada vez retardarán más su muerte biológica, prolongando su ciclo de vida veinte, treinta, cuarenta, cincuenta años más que el que se tiene en la actualidad.

Vivir muchos años, prolongar la vida y la vejez --¿y si por allí llega a encontrarse la mítica fórmula de la eterna juventud?-- casi, si se vale la expresión, indefinidamente, será una posibilidad cierta dentro de algunas décadas. La muerte tendrá que esperar (más de los que espera ahora) para llevarse a hombres y mujeres. Y quizá cargue con ellos ya muy metidos en ancianidad.

Al parecer ya hoy en día el gran problema no es hacer que la gente viva cada vez más años. Eso como que se ve al alcance de la mano del hombre (y de la mujer). La ciencia, se dice, está en continuo avance y quizá llegue el momento en que no solamente haga vivir más, y de más, al género humano, sino que prácticamente lo perpetúe en la tierra. A lo mejor y lo vuelva inmortal (cambiándole el corazón a cierta edad, los riñones, poniéndole estómago nuevo, etcétera).

¿Quién podría asegurar hoy en día que todo esto no pudiera llegar a ser posible dentro de algunos --o muchos-- años?. La ciencia, es la ciencia, ¿o no es así?. Pero no fantaseemos. Quedémonos en eso de que --como sostiene la antropóloga Paulina Osorio, directora del departamento de Antropología de la Universidad de Chile. “La longevidad ha sido un gran logro del desarrollo médico, económico y social”.

Vivir más, ser viejo por mayor tiempo que antes --aunque ahora también la llegada de la vejez es posible detenerla un poco, o un mucho, según el dinero de que se disponga para ese fin--, es una realidad actual. Evitar el arribo de la muerte tempranamente, sometiendo a ésta a una larga espera a veces, es una posibilidad cierta.

La doctora Paulina Osorio, sin embargo, piensa que el verdadero problema no es la muerte biológica --que puede darse, digamos, tardíamente, en edad avanzada-- sino la muerte social. Esta es la que le preocupa, ya que para no pocos ancianos estar con vida más de lo convencional es indeseado.

¿Y por qué la larga vida, y desde luego la ancianidad prolongada, es indeseada por no pocas personas?. La doctora Osorio tiene la respuesta: la muerte social. Viven muchos años, más de los que deberían vivir, no hay muerte biológica sino a edad tardía, pero entonces viene lo peor: la sociedad, la familia, el estado, todo mundo, los dan por muertos, prácticamente.

A los ancianos se le abandona, se les tira en un rincón, se les arrumba --como se decía antes--, no se les toma en cuenta, se les desestima, se les desintegra social y familiarmente; el gobierno no protege a quienes a su avanzada edad requieren de apoyos y de programas para proveer a su sobrevivencia, cuidar su salud, distracciones y entretenimientos, etcétera.

La muerte biológica tarda en llegar. Empero la muerte social --de acuerdo a esta especialista chilena-- llega puntualmente en la vida de los adultos mayores, de los hombres y mujeres de la tercera edad, de los ancianos y las ancianas. La muerte biológica se puede posponer --para eso está la ciencia--, pero la muerte social no acepta demora alguna. Esa mata en el momento que debe matar.

Para la doctora Osorio hay una manera de posponer la muerte social (o cuando menos de hacerla más llevadera y menos dura). “Invitar a los amigos de éstos a casa, pedirles que reparen algún desperfecto, leer junto con ellos libros, periódicos o revistas, invitarlos a actividades cotidianas, dialogar, llevarlo al cine o de paseo”, etcétera. No ignorarlos; hacerlos sentirse útiles; darles aunque sea un poquito de cariño.

¿Para qué sirve estar vivo biológicamente muchos años si ya en la vejez se es un muerto social?

Ahí les va, lectores, lectoras, P.D. un epigrama de Agenor González Valencia. “Esto sí que es el querer/ resulta caso ejemplar/. ¿Tres con la misma mujer?. ¡Sólo Ferdusi Bastar!

fcoperalta42@hotmail.com

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