domingo, 19 de diciembre de 2010

Opinión: Víctor Manuel Barceló R. / Dic 19

El centenario de una revolución inconclusa. (VI y último)

Finalizando el año de conmemoraciones –bicentenaria la Independencia y centenaria la Revolución Mexicana- llegamos a considerar que los empeños reivindicadores de ambos movimientos - coincidentes en cuanto a soberanía nacional, lucha por la tierra y derechos de trabajadores y población mayoritaria en general- que mostraron importantes avances en las Cartas Magnas, producto de cada proceso –hemos visto las de 1824 y 1856- pero penosos resultados en la práctica social, por ingerencia interesada de empresarios y políticos, coludidos con grandes inversiones extranjeras. Éstas actúan, ampliamente apoyadas por sus naciones-imperios, aglutinando recursos en pocas manos, dejando migajas en salarios y prestaciones, al trabajador. En cada etapa posrevolucionaria, se reconstruye la hegemonía de esos poderosos grupos extranjeros, junto al fortalecimiento de la antigua y nueva burocracia criolla -que aún ostenta el poder-.

¿Pero que ocurre en el gobierno de Venustiano Carranza(1916-20)?. Es el triunfador indiscutible, frente a los convencionistas –la “División del Norte queda desintegrada-. Zapata deja la Ciudad de México. Los constitucionalistas, con Carranza al frente: adicionan el “Plan de Guadalupe”; para incorporar a su causa grupos campesinos, mediante mecanismos como la Ley Agraria de enero de 1915 -intentando desvanecer la titánica tarea de Zapata y su gente en el sur del país-. También pactan con la “Casa del Obrero Mundial”, en esos momentos la organización de trabajadores más importante en el país, que cooperó con sus ”Batallones Rojos” al triunfo militar de Obregón. En esos tiempos, se realiza el Primer Congreso Feminista en Yucatán y se conforma en Veracruz, la Confederación de Trabajadores de la Región Mexicana.

Tras enfrentamientos y negociaciones, Carranza es reconocido por el imperio –octubre de1915-. El 14 de septiembre de 1916, se Decretan reformas al “Plan de Guadalupe” y se convoca a un Congreso Constituyente para que “…la nación entera exprese de manera indubitable su soberana voluntad…”. El proyecto original carrancista es insensible hacia las demandas populares. Campea el interés por consolidar un estado –contrario a la Constitución del 57 que pugnaba por el parlamentarismo- con el poder centralizado en el Presidente. Conserva intactos los latifundios, desarma a las masas, en busca de restaurar la paz social. Esta etapa preconstitucional –culmina en mayo de 1917- consolida el triunfo y afina el proyecto nacional carrancista.

El acontecimiento culminante de ese período fue la promulgación de la Constitución de 1917. El Constituyente se conformó con diputados elegidos por todo el país. No consideraron a quienes lucharon contra el constitucionalismo –gente de Huerta y convencionistas- pero participaron diversas preferencias ideológicas, provenientes de realidades sociopolíticas distintas –magonistas, católicos sociales, maderistas, zapatistas, villistas y hasta reyistas- contribuyendo -tras arduas discusiones- a darle sentido ideológico a la Revolución, creando el fundamento de la normatividad que habría de regir a la nación. Destacan por su impulso a diversas reformas sociales, jefes que estuvieron en la lucha armada y ciudadanos como: Francisco J. Mújica, Heriberto Jara, Esteban Baca Calderón, Luis G. Monzón, Luis Manuel Rojas, Félix F. Palavicini, Juan de Dios Bojórquez, José N Macías, Pastor Rouaix, Andrés Molina Enríquez y otros.

La Constitución del 17 -vigente ahora- requiere de cuidadosos análisis que lleven a recuperar su esencia doctrinaria y práctica, misma que va más allá de la democracia electorera. Su sentido social y preocupación educativa (Arts. 130 y 3º) su capacidad para ordenar y regir la economía y otras actividades de la sociedad (Arts. 27 y 28) merecen consideraciones especiales, que lleven a su puesta en acción y la recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales. Estos están cada vez más controlados por transnacionales, con beneplácito de grupos de poder, que se benefician de su iniquidad. Recuperar y preservar “concesiones” que algunos regímenes –Lázaro Cárdenas en particular- hicieron a los sectores populares –mediante la economía mixta, el reparto agrario (Art. 27) y la legislación obrera (Art. 123)- es prioritario. Así pudieran mejorarse las condiciones de vida de los núcleos humanos mayoritarios, que siguen viviendo en pobreza y miseria, por todos los rincones de su patria.

En aquel entonces, la puesta en vigor de la Constitución de 1917 -que dio paso a la presidencia constitucional de Carranza en mayo del17- conforma el inicio del México posrevolucionario, en vías del estado correspondiente, que se establecería años después. Esta etapa del gobierno carrancista enfrentó múltiples problemas políticos, militares, económicos y sociales, de urgente atención. El país estaba exhausto, sin recursos, con autoridades que nada tenían que ver con las nuevas decisiones constitucionales. Había que hacer un Pacto social, que llevase a cambios radicales y montasen un equipo administrativo respetable y capaz de hacerse respetar, incluso por los militares. Personas preparadas para acatar y hacer respetar los derechos humanos. Implicaba trastocar una cultura política, de 30 años, en que los jefes políticos eran “señores de horca y cuchillo”, a quienes buscaban emular muchos jefes militares revolucionarios. ¿Cómo institucionalizar tales objetivos, que impidiesen el desorden y el autoritarismo, contra el que se había luchado?.  

Carranza, fiel a sus principios, cuando considera innecesario mantener relaciones con los grupos sociales, comete el error que había de llevarle al fracaso y a la muerte: licencia a unos –los “batallones rojos” cuya central (COM) se había extendido por todo el territorio- disgrega o aísla a grupos campesinos, lo que aunado a la crisis económica, reflejo de la internacional que afrontaba la 1ª Guerra Mundial y su acercamiento a terratenientes porfirianos, al clero y otras fuerzas fácticas, le separa del pueblo y le deja indefenso ante presiones internas e internacionales.

Carranza maneja con agilidad y nacionalismo las relaciones exteriores. Lo sobresaliente fue: su digna actitud ante la invasión de Veracruz por los “marines” y frente a la expedición punitiva contra Villa, que por casi un año oyó el territorio nacional. También es de considerarse el cuidado con que se conjuró un nuevo conflicto, provocado por la intercepción del “telegrama Zimmerman”, por parte del contraespionaje inglés. En dicho documento, Alemania, en guerra con los países aliados en Europa, ofrecía a Carranza una alianza ofensiva-defensiva: haciendo la guerra juntos –al entrar los estadounidenses en ella- mediante un generoso apoyo financiero y el compromiso de regresar a la nación mexicana, los territorios perdidos en la oprobiosa guerra de 1847.

Pero su persistencia para dar orden a la explotación de los recursos del suelo y subsuelo, modificando, incluso los títulos de propiedad de las empresas extranjeras (Art. 27 Constitucional) fundamentalmente las petroleras, llevándoles a concesiones bajo el arbitrio de la nación, sin contar ya con una base social que diese apoyo popular a sus determinaciones, le lleva a conflictos continuos con el gobierno del imperio al norte y otros de Europa. En el país prosiguen combates con zapatistas que dominaban Morelos y puntos aledaños –hasta el asesinato en 1919 (10 de abril) del adalid de “tierra y Libertad”: Emiliano Zapata. Por su lado Villa había sido confinado a una hacienda (Canutillo) cerca de Parral, alejado de la política y el uso de las armas.

Tal circunstancia y su insistencia por colocar un candidato ciudadano –en vez de un militar- en el relevo presidencial de 1920, le concitó la animadversión de su otrora leal seguidor: Álvaro Obregón. Este hombre, forjado en la lucha armada y jefe del poderoso grupo sonorense -del que saldrían presidentes y jefes políticos de primer nivel- provocó la llamada por Luis Cabrera, “huelga de los generales” que se concreta como Plan en “Agua Prieta” -28 de abril de 1920- que “cesa en el ejercicio del poder ejecutivo de la Federación” el C. Venustiano Carranza, conforma el “Ejército Liberal Constitucionalista” con jefes militares y demás que se adhieran al mismo, cuyo jefe supremo (Adolfo de la Huerta) asumirá la Presidencia provisional de la República, llamando a elecciones en todos los poderes federales, de inmediato. Esa situación no pudo ser conjurada por el grupo carrancista, debilitando a su caudillo a tal nivel, que este tuvo que huir –abril de 1920- rumbo a Veracruz –en que se escenifican hechos de armas de gran disciplina y fortaleza por cadetes del H. Colegio Militar que acompañaban al Presidente- encontrando Carranza la muerte en una emboscada en Tlaxcalantongo sin ejército que le custodiara.

Estos fueron los últimos hechos de guerra en que se movilizan ejércitos completos. Posteriormente los gobiernos de la Revolución tuvieron que apagar focos de rebelión menores, hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas que da cuenta de los últimos brotes en Veracruz y San Luis Potosí, fundamentalmente. Al momento del sacrificio de Carranza, el país vivía en el caos, la economía estaba gravemente afectada, tanto por los campos de cultivo abandonados o a medio trabajar, como por el cierre de pasos hacia y desde mercados exteriores.

Carranza no logró rehacer el estado capitalista plenamente burgués que pretendía. Fueron los revolucionarios que participan en la conformación de la Constitución de 1917, con un amplio y preciso sentido social –que merece un análisis amplio- quienes dan paso a la estructura del México actual, producto de casi cinco décadas del siglo XX de amplio y definido crecimiento que, sin embargo, no mejora las condiciones de vida de todo el pueblo, si bien protege socialmente a los trabajadores de la industria, el comercio, a la burocracia en general y a núcleos campesinos organizados. Queda por atenderse, tanto la seguridad social de una amplia porción de mexicanos, como la adecuada distribución del ingreso nacional, que sigue acumulándose en pocas manos. El México de hoy no se concibe sin el sacrificio de más de un millón de sus hijos –muertos en campos de batalla o en incursiones de castigo a pueblos, buscando posibles combatientes- entre 1910-19.

La deuda es aún muy amplia para con las grandes mayorías de trabajadores y campesinos. Unos tienen la cobertura de la “Ley Federal de Trabajo” y determinaciones agrarias repartieron más de la mitad del territorio nacional entre hombres y mujeres del campo. Pero la planeación de la vida nacional –en especial la economía- está abandonada, lo que hace el presente conflictivo y el futuro incierto. Solo un gobierno que atienda, seria y profundamente los mandatos de la Ley Suprema y los aplique con el espíritu de sus creadores, para servir a los intereses nacionales -conformados con necesidades de todos los habitantes- podrá recuperar los caminos trazados desde la Independencia, la Reforma y la Revolución, que son un mismo empeño a cumplirse, o seguir dejando esa larga revolución inconclusa.

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com C. de México-19-Nov-10.

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