domingo, 19 de septiembre de 2010

Sólo en Domingo: Francisco Peralta Burelo / Sep 19

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

Lenguaje suave ¿o bravucón?

“¿Eso dijo de mi? Deja nada más que lo encuentre para que lo ponga en su lugar y le diga sus tres verdades”… “No, conmigo no se la va a acabar; lo voy a poner pinto y parejo”... Qué se ha creído ése; ya va a oír mi boquita”… “Bonito es lo único que no le voy a decir”.

Frases muy conocidas por todos nosotros, que muchas veces habremos oído decir, lo mismo de parte de hombres que de mujeres. Expresiones belicosas de un lado o de otro, que anuncian la confrontación verbal entre dos o más personas del sexo y edad que sea.

“A mí que no me ande con vueltas; a mí que me diga de frente las cosas”… “Al pan, pan y al vino, vino... “Ah, sí, pues ya lo voy a buscar para aclarar posturas”… “Conmigo que mejor ni se meta porque lleva todas las de perder”… “A ver, a ver, que me lo diga en mi cara”… “Lo que le voy a poner es una buena cachetina”… “Ya le voy a quitar lo bocón”.

Frases y más frases, todas ellas propias de nuestro léxico mexicano –y también tabasqueño-, como esa de “si lo veo se la voy a partir” o “más le valdrá no atravesarse en mi camino”, dichas en la gran mayoría de las veces en ausencia de la persona a la que van dirigidas.

Habrá otras como “a ver, qué es lo que andabas diciéndome de mí; repítemelo en mí cara si es que no te faltan güevos” o “ya sé que has andado hablando pestes de mí y de mi familia y eso yo te lo puedo permitir”, etcétera.

Hay peores frases, desde luego, muchas de ellas salpicadas de recordatorios al diez de mayo y aderezados con una y otra de esas palabrotas domingueras. O albures, o ironías, o sarcasmos, tan propios de estos chingaquedito que tanto abundan y que nada más le gusta andar buscando a quien joder con sus juegos de palabra, a veces ofensivos y en ocasiones sólo ocurrentes e ingeniosos.

Pero este es nuestro léxico. El lenguaje de todos los días, a veces usado con enojo – y con ganas de estrangular a alguien – y en ocasiones con el mayor desparpajo y sólo para pasarla bien a costa de otro, al que se incomoda o botanea y se hace objeto de chascarrillos y de risas.

Hace unos días vi por televisión un panel de lexicógrafos y lingüistas – que por supuesto hablaron de nuestro lenguaje --, que comentaron sobre la forma cómo el mexicano se manifiesta a través de sus diversas expresiones verbales (y escritas) y de sus movimientos corporales, haciendo hincapié en que en la mayoría de las veces hablan con suavidad, casi con dulzura, cuando se dirigen a otro, con el que tratan de quedar bien y hacerse gratos, caso que es diferente a aquél en lo que quieren es refrescársela a alguien, ofenderlo, a confrontarlo o ponerlo en evidencia.

Cuando quieren quedar bien, decían ellos, los mexicanos hablan con suavidad y emplean términos y ademanes corteses (cuando no, la cosa es diferente). No dicen “te invito a tomar un café, sino un cafecito”, no “espérame un rato, sino un ratito” recurriendo una y otra vez al diminutivo, o al hermano, cuate, y por qué no, hasta el güey (término que es de lo más cordial y familiar).

Cuando se dirigen al mesero que los está atendiendo en el restaurante le dicen, comedidamente, “regálame un pan”, “regálame un vaso de agua”, “regálame una servilleta”, etcétera. A alguien le dirán “si no es mucha molestia”, o “usted perdone, ¿pero podría dejarme pasar?”. Uno de esos lexicógrafos platicó la anécdota que vivió un mexicano en España cuando al conductor de un taxi se dirigió con un “por favor lléveme “(a tal parte) y éste en el acto le contesto “yo no hago favores, yo cobro por llevar pasaje”.

Según ellos el español – mexicano esta lleno de palabras suaves (las balondronadas son otra cosa). Y si así debe ser, aunque los mexicanos con cierta frecuencia se la refresquen con la mano en la cintura – muchas veces sin que pase nada y otras ocasiones tragedias – y las mexicanas se digan no sólo sus tres sino hasta sus cuatro o cinco verdades (y/o terminen peleadas para toda la vida o más pronto que tarde se dejen ver tomadas del brazo).

Aquí los tabasqueños nos decimos las cosas a medias, así como para decírnoslas y como para no decírnoslas (aunque hay quienes no se quedan con nada en el buche y arrojan sapos y culebras). Pero, bueno, eso, y el albur, el chascarrillo, la ironía, el sarcasmo, el chingaquedismo, etcétera, no son más que puro bla bla de un léxico que nos ha permitido refrescárnosla en la mañana y ser tan cuates como siempre el resto del día.

Además, si no fuera por ese lenguaje tan nuestro quién sabe qué sería de nosotros los mexicanos (y de nosotros los tabasqueños).

fcoperalta42@hotmail.com

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