(Publicado en el Diario El Heraldo de Tabasco)
Juan_ochoa45@hotmail.com
La costumbre de vivir en peligro
¡Uff! En el Caribe finalmente se formó la depresión tropical 16, pero para fortuna nuestra tomó rumbo hacia el noreste. Esa es la buena noticia. La mala es que otra depresión, como ya no lo es Mateo, llegó a ubicarse a 65 kilómetros al sur de Villahermosa; que a más de 48 horas de que se disipó como tal, nos continúa haciendo daño, y que con ello quedó demostrado que no estamos ni estaremos nunca a salvo de la posibilidad de recibir de lleno el impacto de un huracán.
De nuevo, sin afán de ser pesimistas, debemos insistir en que tenemos que hacernos a la idea de que, según se pone de manifiesto mediante estudios del Instituto de Ingeniería de la UNAM, cuando hayamos superado este impredecible octubre, en el transcurso de los siguientes diez o quince años los tabasqueños viviremos muchas jornadas más de zozobra por los embates de la naturaleza.
¿Qué se puede hacer? ¿Acaso resulta posible reubicar al 80 por ciento de la población de Tabasco, así como a muchos cientos de miles de habitantes de Chiapas, Campeche, Quintana Roo, Veracruz, Oaxaca, Hidalgo, etcétera?
Y en el caso específico de Tabasco, cuando Andrés Granier Melo ya no sea gobernador, dentro de poco más de 27 meses, ¿a quién le echarán la culpa de la inundación aquellos que insisten en colgarle el santito? Sin importar de qué partido sea el próximo mandatario estatal, puede darse como un hecho que enfrentará crisis aun mayores que la actual.
Una de las mentes brillantes que dio Tabasco en el siglo XX, Humberto Hernández Haddad, nos puso a reflexionar ayer acerca de cómo perdió este estado, bajo la administración de Leandro Rovirosa Wade, a partir de 1977, la oportunidad de encauzar cuantiosísimas aportaciones presupuestales petroleras para crear la infraestructura que en esta hora en mucho ayudaría para ponernos a salvo.
En vez de eso, dijo, se hizo una gran obra de relumbrón, como fue Tabasco 2000, proyecto urbanístico asentado sobre el gran vaso regulador que era la laguna de El Espejo. En realidad, como comentamos en este espacio hace algunos días, esa ocupación peligrosamente indebida comenzó bajo los auspicios de Mario Trujillo García.
Y no se trata aquí de echarle toda la culpa a Rovirosa y a Trujillo, así como a sus sucesores en la gubernatura por permitir esos asentamientos. En verdad se trató de una responsabilidad compartida tanto por autoridades estatales y municipales, como por legisladores y, en principio, por los primeros pobladores de las zonas bajas, quienes quisieron creer que los pantanos y lagunas que se habían secado, ya jamás volverían a recibir agua.
Todos los alrededores de Tierra Colorada, todas las secciones de Las Gaviotas y La Manga, al igual que Anacleto Canabal, Ixtacomitán, las inmediaciones de Parrilla, El Cedro, Bosques de Saloya, Carrizales, La Choca, El Campestre, Galaxias, Multiochenta, Guayabal, Fraccionamiento El Parque, Tulipanes, Indeco Ciudad Industrial, e infinidad de zonas más, jamás debieron haberse habitado.
¿Qué queda por hacer? Insistimos. Y es que, además, el fenómeno de invasión de zonas bajas se repitió a lo largo y ancho del territorio estatal. ¿Quién en su sano juicio puede pensar que estará a salvo sólo porque venga el gobierno federal a levantar un muro de un metro de alto, para colmo edificado de manera tal que contraría incluso el sentido común de los constructores romanos?
Ayer iba a venir el Presidente y de último momento se frustró el arribo, a consecuencia del mal tiempo. El avión sobrevoló Tabasco durante media hora. Felipe Calderón optó por ocuparse en revisar la situación en Santa María Tlahuitoltepec, poblado oaxaqueño donde un derrumbe sepultó una decena de viviendas.
En 1998 el huracán Mitch dejó un saldo de poco más de once mil muertos en Centroamérica. Muchos de los fallecidos quedaron sepultados, precisamente, a causa de aludes, como este suscitado en Oaxaca; o especies de tsunamis de lodo, como el que arrastró viviendas en la sierra de Tacotalpa, la madrugada del pasado domingo.
“El Presidente se pudo comunicar conmigo desde el aire y me explicó que intentó aterrizar tres veces la aeronave en la que viajaba, pero por las condiciones no pudo hacerlo, por lo que reprogramó su visita, ya que está interesado en conocer la problemática por la que atravesamos”, explicó el gobernador Granier.
La agenda presidencial contemplaba supervisar la situación de Oxolotán, sobrevolar en helicóptero parte del norte de Chiapas y encabezaría una reunión de evaluación en el hangar de gobierno en el aeropuerto Carlos A. Rovirosa. Ya vendrá. Este problema, lamentablemente, va para largo.
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