domingo, 12 de septiembre de 2010

Opinión: Víctor Manuel Barceló R. / Sep 12

Quince de septiembre, aurora libertaria.

Estamos a horas de que se cumplan doscientos años del momento estelar en que ocurrió el “Grito de Dolores”. Allí el cura Miguel Hidalgo Costilla, inicia su paso por la historia, encabezando un “ejército” del pueblo, numeroso y decidido a vencer o morir, por las ideas y objetivos de su guía espiritual, Generalísimo de los ejércitos insurgentes.

Las conmemoraciones oficiales parecen preparadas para evento hollywodesco. Soslayémoslas, no podía ser de otra manera. Ante la incapacidad de desarrollar proyectos, que den capacidad a la gente, de producir su pan, hay que ofrecer al pueblo circo, maroma y teatro, que les cobije -con “inocentes” visiones- el hambre que se adentra en nuestro pueblo, sin control ni estrategias reales para afrontarla.

La obligación y el regocijo se plasman en saber que, en ese acontecimiento y sus secuencias, un pueblo –antecesor del nuestro- se cubrió de gloria, al ofrendarse junto a sus caudillos, concientes del origen de los mexicanos, producto de la conquista con sus brutalidades e incomprensiones hacia los pueblos nativos del Continente Americano.

De nada valió la majestuosidad –reconocida por cronistas- de pueblos y ciudades que Cortés y secuaces, encontraban en su trayecto hacia la Gran Tenochtitlan, hasta “embobarse” con su visión extraordinaria de gran ciudad, mayor que cualesquiera de las europeas de ese momento. Pesó más la avaricia –vivían un capitalismo incipiente que pujaba por oro, plata y otros metales y el acrecentamiento de la monarquía- que el reconocer avances culturales que mostraban pueblos paganos.

Durante tres siglos conformaron los agrupamientos sociales indios y mestizos, motivo de cruel despojo. Ni sus descendientes directos –los criollos- escaparon al mal trato e injusticia. Para 1810 –en que se inicia la lucha armada- indios y mestizos eran 60% de la población, viviendo en semi esclavitud y sin prebendas; 17.5% peninsulares (un grupo reducido) criollos y sus descendientes. Del pequeño grupo de indios que hablaban “castilla” procedían: caciques, gobernadores, hacendados, comerciantes. La mayoría monolingüe y pagaba tributos.

Ante la desaparición –en 1808- del poder imperial de manos españolas –el hermano de Napoleón lo ostentaba- todos fueron interesándose en la autonomía e independencia, por diversos motivos: los peninsulares esperaban autonomía para mantener hegemonía sobre privilegios logrados (tierras: caballerías, peonías con sus pobladores semi esclavos; altos cargos en gobierno, milicia y clero, control del comercio hacia la Península y otros. Los criollos, participar de privilegios exclusivos de peninsulares: incorporándose a primer nivel en milicia, clero y gobierno -trípode del poder virreinal-. Buscaban igualdad y autonomía. Entre ellos, los ilustrados hablaban de independencia.

Mestizos e indios -contingente de ejércitos insurgentes, dado el liderazgo que el bajo clero ejercía sobre pueblos y comunidades- soñaban con el respeto a las Leyes de Indias, que preservaban sus tierras y heredades. Tenían al bajo clero que les enseñaba y apoyaba.

Ese es el panorama de intereses y circunstancias en que se da la insurrección de Hidalgo. ¿Quién era ese personaje, “Padre de la Patria” a quien se acusa de vacuidades?. Hombre culto –manejaba seis idiomas: latín, francés, italiano; náhuatl, otomí y tarasco-. Hijo de un capataz de Hacienda, es sacerdote a los 25 años. Atiende numerosos curatos. Llega a Rector de la Universidad Nicolaíta en Valladolid.

Sus maneras amables, preparación y amplio conocimiento de la religión y otras lecturas -Enciclopedistas, ideas democráticas y liberales de filósofos como Voltaire, Montesquieu, Rousseau; la Revolución Francesa; la Independencia de las Trece Colonias de la metrópoli inglesa- y su generosidad, le hacen figura relevante. Para dos de sus detractores posteriores –el intendente Riaño de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato y el Obispo Abad y Queipo, que habría de excomulgarle- era la mente más brillante en la Nueva España.

Enviado al curato de Dolores, enseña a pobladores –lo había hecho en otros- artes (pe sca, artesanía, cultivo del gusano de seda); fundición, carpintería, actividades que mejoran sus condiciones de vida. Ese es el Cura –que inicia la parte, necesariamente violenta, del cambio.

La ruptura la inicia el 15 de septiembre de 1910, convocando a su curato a los hombres disponibles en su pueblo –peones, campesinos, artesanos- sus mujeres y niños y liberando a los presos. Integra, en Atotonilco, el estandarte de la Guadalupana como bandera –que mejor aglutinador de multitudes- lanzando consignas para atraer a los criollos, con el ritornelo de “Viva Fernando VII”, “Muera el mal gobierno”.

Su paso por Guanajuato –quince días después- fue cruento. Contaba con soldados adiestrados -Regimiento de la Reina- que comanda Ignacio Allende, y jefes de milicia que intentaban poner orden. Las huestes de Hidalgo eran hombres y mujeres decididos a matar o morir por su líder. El Intendente Riaño escribe al virrey Venegas: “los pueblos se entregan voluntariamente a los insurgentes: hiciéronlo ya en Dolores, San Miguel, Celaya, Salamanca, Irapuato [...]” Silao. Ante negativa de Riaño a “rendir la plaza”, los insurgentes “entra a saco”, destruyendo y matando a cuanto “cachupín” encuentran. Era una guerra de liberación.

Venegas incorpora, como bandera de sus soldados, a la Virgen de los Remedios, dando sesgo religioso a la confrontación. Alto clero y buena parte de curas no simpatizaban con un movimiento que alteraría sus privilegios, dejando alebrestado al pueblo. Enfrente, más de 200 curas se integran a la revolución insurgente. Hidalgo habría de mostrar su capacidad de ideólogo, gobernante y estadista, con diversas proclamas

Importante, es que en Guanajuato, el movimiento reciba la primera influencia obrera, con la incorporación de trabajadores de las minas. El “Pípila”, Juan José Martínez de los Reyes, lo era. Hidalgo llegó allí con 20,000 personas. En Guadalajara, a la que arribó tras decidir no atacar Ciudad de México –determinación que merece análisis especial- restableció la audiencia, sustituyendo por criollos a españoles; integró gabinete de dos ministros -Gracia y Justicia y de Estado y el Despacho. Designó Agente Diplomático ante el gobierno de Estados Unidos.

Relevantes decisiones que dan al movimiento rostro social, agrario, cultural y merecerían eventos especiales en los medios para su conocimiento y difusión, fueron: su Decreto para la libertad de los esclavos; Mandato para que tierras de comunidades y pueblos, fueran cultivadas únicamente por indios; eliminación de tributos, estanco de pólvora y papel sellado. Prohibición a las tropas de tomar pertenencias de fincas de criollos. Mandó imprimir el primer periódico insurgente -el “Despertador Americano”- y gran cantidad de proclamas.

Tras fracasar en Puente de Calderón –realistas triunfan en toda la línea- el ejército de Hidalgo se mueve por Zacatecas hasta Saltillo. Allí líderes y tropa se dirigen al Norte. En el trayecto son apresados por el ex-insurgente y ex-realista Ignacio Elizondo, el 21 de marzo de 1811, en Norias de Acatita de Baján, Coah. En Chihuahua fueron juzgados y sentenciados a muerte. Se cumplen sentencias: 26 de junio de 1811 para Allende, Jiménez, Aldama y Santamaría. Abasolo vive prisión perpetua en Cádiz, España. Hidalgo hereda: secuelas formidables de acción, un lugarteniente extraordinario en el cura Morelos, junto a López Rayón y líneas ideológicas que definen al movimiento independentista como la primera revolución social del continente.

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com México D.F. 12-sep-2010

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