Grito de impotencia
Pareciera que el sello característico de cada siglo en México son los movimientos violentos que tiñen de rojo su tierra, por la sangre que derraman, por diferentes causas, nuestros compatriotas.
En 1810 murió un número indeterminado de mexicanos en la guerra de Independencia; en 1910 se calcula (no hay datos precisos) que casi un millón perecieron en la Revolución, y, en 2010, suman alrededor de 30 mil los paisanos caídos por cuestiones relacionadas con el crimen organizado.
En la Revolución murieron los presidentes de la República Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. En la historia contemporánea hemos sido testigos del homicidio de personajes importantes para la vida política, económica y social del país, y esperamos que las cosas no se compliquen en el futuro inmediato.
Ya vimos el magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta cuando fue candidato a la Presidencia de la República en 1994; Rodolfo Torre Cantú, candidato de la alianza PRI-PVEM-Panal al gobierno de Tamaulipas, fue ejecutado en el presente año, y nueve alcaldes de diferentes demarcaciones del país han sido eliminados, además del tabasqueño José Fuentes Esperón, quien siendo candidato a diputado local, fue aniquilado junto con toda su familia. ¿Qué más falta?
No entiendo cual fue la magna celebración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución en nuestro país, con un derroche de gastos superfluos que muy bien podrían servir para combatir la pobreza que amancillaba, en 2006, a más de 44.7 millones de paisanos, y, de acuerdo a las estadísticas, se calcula que en el presente ciclo afectará directamente a 60 millones de personas; es decir, al 55 por ciento de la población.
De esta gran cantidad de conciudadanos, 14.4 millones se catalogan en el rango de pobreza alimentaria. Es decir, no tienen ni para comer. Y si a eso le sumamos que la crisis ha ocasionado un desplome de 250 mil plazas y para salir de esa situación se tendrían que concebir un millón 300 mil puestos al año, cuando en un buen ciclo nuestro país genera entre 600 mil y 700 mil empleos; ¡imagínese!
No, mis queridos e impotentes lectores, eso no es motivo de celebración alguna. Creo que más bien sería motivo de luto nacional por tanta desgracia desde hace 200 años.
Déjeme decirle que todavía hay mayores problemas; por ejemplo, la economía ha caído terriblemente y se han tenido que incrementar impuestos como el IVA (hoy está en debate nuevamente), el ISR, y se han tenido que instaurar gravámenes nuevos a las telecomunicaciones ¿Sabe para qué? no para inversiones o proyectos productivos, sino para mantener una burocracia inoperante que consume el 80 por ciento del presupuesto total del país.
Tenemos un México revuelto y nadie sabe qué hacer. Todo mundo se pelea y no sabe por qué. Todo mundo se inconforma sin tener motivo. Quienes trabajan se quejan porque les exigen que cumplan con sus funciones, pero no chistan cuando cobran su salario completo, y los que no tienen empleo se deprimen porque no cuentan con una fuente de ingresos honesta para proveer a sus familias.
Asimismo, los que estudian se quejan porque no encuentran un trabajo en el cual les paguen lo que consideran propio después de haberse quemado, según ellos, las pestañas durante muchos años en la escuela, y quienes no estudian se frustran porque no tienen un diploma colgado en la sala de su casa para que les levante el ego.
Tenemos una sociedad cautiva de las drogas, el tabaco y el alcohol. Se estima que en México mueren 122 personas a diario por causas que se vinculan con el tabaquismo, y 30 por ciento de bebedores son adolescentes, de entre 12 y 17 años. Alrededor de 27 mil individuos fallecen anualmente por su desordenada manera de consumir alcohol.
Nada más cheque este dato; de acuerdo con las estadísticas más recientes, de las parejas que se casan, 30 por ciento se divorcia en menos de cinco años; otro 30 por ciento permanecen casados, y 13 por ciento se vuelve a casar, de lo que se desprende que las parejas que están unidas durante largo tiempo es sólo la tercera parte.
Aaaah, pero que tal la formación de los hijos. Desde adolescentes se les enseña que deben fornicar, adulterar, ser violentos para parecer hombres; algunos hasta toman de los sobrantes de las cervezas que les embican sus padres con una terrible gracia, sin saber que de esa forma contribuyen al adiestramiento de los nuevos alcohólicos, drogadictos, delincuentes y corruptos ciudadanos, porque para sufragar los vicios cuando son mayores tienen que caer en descomposición.
Desafortunadamente nos hemos convertido en una sociedad sin principios, sin educación, sin temor a Dios. Entiéndase bien, sin educación, no preparación académica, porque eso es otra cosa. Somos un país resquebrajado, sin unidad como dijo el secretario de gobierno de Tabasco, Humberto Mayans, el 15 de septiembre, por los extremos que privan entre grupos, partidos y clases sociales.
No veo el motivo entonces para celebrar una libertad que a todas luces es virtual, porque hoy más que nunca vivimos cautivos del desorden y la maldad.
Yo preguntaría ¿todas esas obras que el gobierno federal autorizó y financió para construir plazas en los estados le dan autonomía al pueblo cautivo de la pobreza y la miseria? ¿Acaso matándose entre hermanos se van a solucionar los problemas del narco? ¿Acaso enfrentándose entre líderes políticos y enviándose mensajes que sólo ellos entienden lograrán el establecimiento de una democracia funcional?
O peor aún, ¿acaso con discursos mentirosos para manipular al pobre en época de crisis o temporada electoral, se eliminarán los grandes problemas de esta nación? Usted tiene la respuesta
Sassón
Por eso, desde mi cuarto de guerra, este 15 de septiembre sólo tuve fuerzas para gritar: ¡Vivan las aguas que nos dieron inundación y calamidad! ¡Vivan los pari passus (que significa igualdad de condiciones)¡ Viva José Luis Luege Tamargo! ¡Viva la costalera! ¡Vivan los bordos de contención! ¡Vivan los políticos que sacan raja de la situación, pero no se mojan ni la suela de los zapatos, mucho menos el bordo del calzón!
sasso89@hotmail.com
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