domingo, 18 de noviembre de 2012

Opinión / Pedro Lara Hernández / Trigésima Quinta entrega de los Juchimanes de Plata / Nov 18

Trigésima Quinta entrega de los Juchimanes de Plata

Algo en mi sangre viaja con voz de clorofila.
Cuando a un árbol le doy la rama de mi mano
siento la conexión y lo que se destila
en el alma cuando alguien está junto a un hermano. 

Carlos Pellicer Cámara.
 
Para el de la voz, es un privilegio tener la oportunidad de ofrecer un mensaje a tan selecta audiencia. Se trata de una distinción que agradezco y que también me hace sentir premiado.

La institución cultural Juchimanes de Plata, fue creada para honrar el trabajo creador del ser humano y que a lo largo del tiempo –como los buenos vinos- mejora su calidad y prestigio.

Tenemos el privilegio de decir que, por su constancia y la alta calidad de sus premiados, nuestra organización está considerada entre las 20 más importantes del mundo y entre las cuatro más destacadas de México.

La esfinge del premio Juchimán de Plata, es una estatuilla prehispánica de la cultura más antigua de Mesoamérica: la Olmeca.

Dicho galardón se entrega en tres niveles: estatal, nacional e internacional y en siete campos del saber humano: ciencia y tecnología, artes y letras, comunicación, derechos humanos y la paz, filantropía, medio ambiente y ecología y alternativo.

Durante 35 años consecutivos nuestra organización ha premiado a 150 personas e instituciones de excepción, ha entregado 44 placas y 17 medallas Juchimán de Plata.

Esta noche, cumplimos una vez más dicha misión, -señora y señores galardonados- esta ceremonia se ofrece especialmente a ustedes que han dedicado toda una vida a crear, servir, investigar y educar.
Precisamente la vida, es un breve viaje que comienza cuando nacemos.

Aunque muchos se preguntan de dónde venimos, cuál es nuestra misión y hacia a dónde vamos, la realidad es que tenemos la oportunidad de navegar en las aguas que elegimos.

Aristóteles nos enseñó, que somos lo que hacemos cada día, de modo que la excelencia no es un acto sino un hábito. Y Goethe nos dice que la libertad es como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días.
Siempre nos preguntamos, ¿qué hay en la intimidad de la vida de las mujeres y de los hombres que han logrado trascender ante su pueblo y ante la humanidad?

¿Cuáles son las causas y las razones por alcanzar un ideal, un destino o por cumplir una misión? 

¿Qué hay detrás de la búsqueda de la libertad, la justicia, la igualdad, el progreso y las artes?

Una posible respuesta es la sólida formación en educación, cultura y valores que posee cada individuo.

Imaginemos entonces lo que un pueblo mejor educado y con sólidos principios puede lograr. Y es que la educación, lo mismo hace al destacado estudiante, al exitoso emprendedor, al eficaz policía, al eficiente productor, al buen ciudadano y a la mejor sociedad.

Nelson Mandela aproxima otra respuesta cuando dice: He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática, en las que las personas vivan juntas en armonía y en igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero poder vivir para verlo realizado.

Al final del camino, las razones de esta lucha –a veces incansable- la tienen cada uno de los que han logrado llegar a la cima. Los que han alcanzado sus grandes metas y ven cristalizados sus esfuerzos en un amplio reconocimiento, que hace trascender aún más, la dimensión de la hazaña lograda.

Sabemos muy bien que en ocasiones la obscuridad triunfa sobre la luz. Porque hay dos formas de llegar a la cima: una es como llegan los reptiles y otra, es volando como lo hacen las águilas. La diferencia; lo que dignifica y lo que da valor a la existencia de los grandes hombres y mujeres, está en la forma de hacer las cosas.

Por eso creo que llega un tiempo de reflexión en nuestras vidas en que vemos con claridad quienes nos enseñaron el duro oficio de vivir. Esas decenas de personas que en momentos de lucidez vemos desfilar ante nuestros ojos, esos hombres y mujeres que sin querer unos, y queriendo otros, han hecho de nosotros lo que hemos logrado ser. Ellos nos enseñaron el valor de la honradez, de la prudencia, del equilibrio, de la sencillez y de cavar hondo hacia las raíces, sin dejar de enseñarnos que poseemos alas para poder volar muy alto.

Por todas estas razones, señoras y señores galardonados, nos complace compartir este tiempo y este espacio con ustedes para agradecerles su ejemplo de dedicación y trayectoria.

Y es que el agradecimiento, es un gesto que los seres humanos hemos ido perdiendo cada día, perdiendo de vista que hoy o mañana, puede ser la última oportunidad de expresarlo.

Basta recordar ese hermoso gesto humano que nos platica José Saramago tenía su abuelo Jerónimo que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto, uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que nos los volvería a ver. 

Por eso siempre debemos vivir agradeciendo la vida y, como ustedes, buscar la trascendencia y la excelencia.

Bien lo escribió Vicente Lombardo Toledano:

Es cierto que ningún ser humano nace por su propio designio, pero cuando forma parte del escenario de la tierra, está obligado a justificar su existencia con su pensamiento y con sus obras. De otra suerte, vivirá y morirá sin saber para qué vino al mundo y un día tendrá que desaparecer con la misma inconciencia de las hojas que brotan en la primavera y ya secas, se desprenden del árbol al llegar el otoño. 

Sigamos teniendo el sueño de Martin Luther King, que un mañana no muy distante, las radiantes estrellas del amor y la hermandad brillen sobre nosotros con toda su centelleante hermosura.

La vida y la obra de cada uno de ustedes, señora y señores galardonados, da esperanza a las presentes y futuras generaciones, pero sobre todo, señoras y señores, justifican –como lo expresan los poetas- que la poesía no ha cantado en vano.

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