(Publicado en el Diario tabasco hoy)
El problema de escribir
No pretendo ser un literato. Mal haría en hacerlo porque para este oficio se necesitan cualidades sine qua non. No me siento tampoco un periodista completo porque en la historia de este oficio en México, hay hombres cuyos nombres deben escribirse en letras doradas –o en mármol duradero, describe en sus columnas el ínclito Catón- y desde luego, después de saber quiénes son, uno agarra sus pocas "chivas" de intelectualoide y se esconde tras la primera puerta que encuentra. Recientemente, escribí un dato poco profundo. Me referí al difunto columnista de Excelsior, Carlos Denegri. Para la mayoría de los columnistas de los diarios de Tabasco, su nombre es completamente desconocido. Para su información, fue el creador del género columna en México. Bien, ya enterados que su trabajo que realizan y les permite darles de comer a sus proles tiene origen en Denegri, que tuvo –desgraciadamente- un fin trágico, pueden rendirle hasta sentidos homenajes públicos. Acoto lo anterior porque uno de esos discretos tabasqueños que lo conocieron –Abderramán García- me envió a casa algunos escritos. No precisamente de él sino de don Francisco Galindo Ochoa. Es claro que muchos de estos columnistas a que hago mención (que no conocieron, insisto, ni saben que Denegri inventó el género columna), tampoco conocen suficientemente a don Francisco. Hago la referencia porque Abderramán García, cuando estuvo en la ciudad de México haciendo sus pininos como político, los conoció a ambos. ¿Y qué tienen que ver? Muchísimo. Las columnas de Denegri fueron muchas veces escritas por Galindo Ochoa. Sus estilos de escritura son tan paralelos, que uno no sabe cuando escribía don Francisco o cuando lo hacía Denegri. Como un homenaje a Galindo Ochoa, hoy transcribo uno de esos innumerables trabajos. Escribía don Francisco: "Saber subir las escaleras no representa mayor problema. Si acaso el esfuerzo físico necesario para tener el debido impulso y, desde luego, la suficiente fuerza en las piernas para que cada una de estas, de manera alternativa, pueda aguantar todo el peso de nuestro cuerpo… "De ahí en fuera no hay ningún otro problema mayor. En el peor de los casos, si uno trompica y cae, lo único que llega a suceder es un pinche espinillazo de la chingada, pero nada más. Por si fuera poco no se requiere para ascender ningún arte estético corporal. Cualquier pendejo se ve bien subiendo las escaleras. "Recuerdo a un jefe y amigo mío que era muy chingón, que las trepaba (las escaleras) hasta de 'dos en dos' y con eso apantallaba a todos los güeyes, demostrándoles su vigor y vitalidad. Pero, en cambio, para bajar, si está más cabrona la cosa. Primeramente, porque ahí hay que cuidad mucho la figura. El humano muy fácilmente se ve con elegancia y gallardía cuando va ascendiendo. Pero el descenso es un ejercicio muy grotesco. Lo mismo el hombre que la mujer se ven muy ridículos cada vez que doblan las corvas para encoger una pata y mandar la otra hacia adelante, tan tiesa como si fuera de palo (…) "Igual que con las escaleras, el que va descendiendo tiene que pensar las cosas más de dos veces. En primer lugar, refrenar el impulso. El hombre prudente, cuando llega al filo de la escalera de descenso, detiene la marcha aunque sea dos segundos. Por ningún concepto se sigue con la inercia que traía en la caminata (…) "Así el político cesante; debe refrenar su paso y no proseguir con el que traía cuando era don Chingón (…) Una vez detenido, determina con que pierna reiniciará y no con la que se le ocurra a su pendejo instinto. Así, el cesante –o despedido- debe pensar, aunque sea dos horas lo que viene para él a partir de ese día… "Reconocer que ya no podrá usar el mismo disfraz, ni la misma sonrisa, ni el mismo saludo, ni los mismos chistes. Lo que estaba bueno para el jefazo no necesariamente es bueno para el ex jefazo. Con decirles que hay políticos tan chingones que cuando dejan el poder hasta cambian de manera de ser con la novia, aunque no cambien de novia… "Por eso es bueno saber ascender, pero es mucho mejor saber descender. El que sabe subir puede conservar su sencillez. El que sabe bajar puede conservar su majestad. El que sabe subir puede disfrutar de su victoria. El que sabe bajar puede hasta divertirse con su derrota. El que sabe subir es vencedor. El que sabe bajar es invencible"… Pues ahí tiene usted las observaciones que sobre la política tuvo un hombre culto y refinado como don Francisco Galindo Ochoa. Pero también observará usted por qué Carlos Denegri lo tenía como uno de sus hombres m´s cercanos y de confianza. Abur…. POSDATA: Cuando una mujer se enamora, entra a formar parte de la sociedad protectora de animales. Porque empieza a amar a una rata; a engordar a un puerco; a abrazar a un oso; a mimar un gusano; a pelear con un burro; a llorar por un perro; a soportar los rugidos de un león; a soportar los ronquidos de un erizo; a oler los gases putrefactos de un zorrillo y lo que es peor, a cambio de un pequeño pajarito…
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