martes, 26 de febrero de 2019

Investigan enfermedades de los #corales / #Martes #Febrero 26

Investigan enfermedades de los corales

Por Salvador Canto
La aparición de enfermedades por un patógeno en los corales, que es conocida como plaga del síndrome blanco (porque el esqueleto está expuesto o el coral ha muerto en ese lugar) como el que ya se registra en algunos puntos del sistema arrecifal de Puerto Morelos, preocupa y ocupa a investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM adscrito a la Unidad Académica Sistemas Arrecifales (UASA), quienes trabajan arduamente para conocer qué es lo que podría estar provocando esa situación, pese a que se trata de un problema que también se presenta en otras partes del mundo.
“Nosotros lo que estamos haciendo aquí, en el Laboratorio de Ecología Coralina, es algo que se llama análisis de sobrevivencia espacial, y lo que queremos saber es cómo es la relación espacial de la enfermedad, si se contagia entre las colonias o es un proceso azaroso, dado que no sabemos si es un agente contagioso. Por otro lado, queremos saber cuántas colonias y en qué condiciones sobreviven”, afirmó el Dr. Eric Jordan Dahlgren, Investigador Titular A, T.C. de Puerto Morelos, en entrevista con POR ESTO! de Quintana Roo.
Dijo que la investigación del laboratorio que está a su cargo se encuentra enfocada en la caracterización y análisis del cambio en la estructura (poblacional/comunitaria) en corales escleractínios y gorgonáceos sujetos a factores de forzamiento externo, como los impactos del cambio climático y los locales. “Mi interés particular es entender por un lado cómo las actuales enfermedades emergentes afectan a especies clave de corales y por el otro, conocer si el impacto de actividades antropogénicas locales tienen un efecto tan determinante en la proliferación de enfermedades como los efectos del cambio climático global. Me interesa también el modelaje de estos complejos fenómenos”, recalcó.
A pregunta concreta sobre si dicha enfermedad habría venido de Florida, el investigador de la UNAM expresó: “Es una opinión que refleja la manera en que lo observaron en Florida, pero en realidad ha aparecido en todos lados y el problema es cuando se dispara la epidemia y qué la está provocando”. Por ejemplo, “nosotros tenemos dos sitios de muestreo dentro del arrecife de Puerto Morelos, muy cercanos entre sí, y en uno de los sitios en noviembre del año pasado, la mortalidad causada por este síndrome blanco en colonias de un coral cerebro (Pseudodiploria strigosa), fue del 80% en un sitio, pero sólo 30% en el otro. Y agregó: “eso es lo que llama la atención, por qué estando estos sitios tan cerca la diferencia en mortalidad es tan grande, pues no tiene que ver aparentemente con el número de colonias que estaba presente, ni con sus tamaños. Es algo muy triste ver grandes colonias que tardaron en crecer más de 100 años y ver como mueren. La epidemia, desafortunadamente, sigue avanzando porque hay otros sitios donde se está registrando también”.
Mencionó que cuentan con el registro de tiempo de mortalidad colonial, pero “nuestro propósito principal en este momento, es poder detectar si hay contagio directo entre colonias y qué porcentaje de la población sobrevivirá. Un aspecto de esta investigación es conocer el nivel inmunológico que tienen los sobrevivientes, en contraste con una probabilidad de contagio. Esto es diferente a otros enfoques que hemos hecho en el pasado, que es ver en macro, estimando la prevalencia de enfermedades; ahora lo que buscamos es entender los mecanismos y los procesos que determinan que esto avance”.
Se le preguntó si existe alguna cura o algo que pueda frenar la problemática, a lo que el investigador recalcó: “Se ha intentado usar antibióticos, pero el problema es que a veces funciona y a veces no, depende de cómo se aplique y de la condición de la colonia, pero además es muy caro. También se ha pensado en usar fagos (virus que atacan bacterias), pero esto es muy riesgoso y requiere conocer bien patógenos primarios y oportunistas, lo que a la fecha desconocemos. Aclaró que el estudio de las enfermedades de corales es muy complejo y “estamos trabajando muchos investigadores, cada uno haciendo su parte y con enfoques distintos para poder lograr un entendimiento adecuado y tomar acciones correctas”. Ejemplificó que “no podemos actuar como se hizo en ganadería cuando se descubrió una enfermedad peligrosa llamada de las vacas locas, y para contener la enfermedad tuvieron que sacrificar miles de animales, con los corales esto no funciona y no se puede hacer. Por ello, el Dr. Eric Jordán Dahlgren dijo que esta situación “es algo que nos preocupa y nos ocupa, pues si bien sabemos que las enfermedades siempre han existido, el incremento de esta que aparece, probablemente el año pasado de forma masiva en nuestra región, se ha convertido en una epidemia”.
Insistió que “hay otras áreas e instancias que están trabajando con esta epidemia en diferentes aspectos, nosotros estamos muy interesados en ver si lo que se está registrando aquí es lo que está pasando en (los arrecifes de) Veracruz, y encontramos diferencias bastantes fuertes, lo que sugiere que puede haber un efecto local muy importante, lo que a su vez implicaría que sí puede haber acciones efectivas a escala local para moderar el impacto.
El problema que tenemos hoy en día –dijo- es la existencia de potenciales patógenos que producen enfermedades letales y que no se sabe, hasta estos momentos, de dónde vienen y cuándo constituyen un riesgo. Hay muchos microbiólogos en el mundo trabajando, pero se ha avanzado poco porque es un problema muy difícil debido a que los corales tienen una capa de bacterias que funcionan como su piel. Cuando el coral es estresado por el calentamiento del mar debido al cambio climático, radiación UV y contaminación costera, entre otras cosas, la estabilidad de su ‘piel’ de bacterias se altera”. “En esas condiciones pueden entrar patógenos que están en el agua, que antes no podían entrar por la ‘piel’ de bacterias, algunas de las cuales incluso producen antibióticos contra otras bacterias. Otra posibilidad es que parte de las bacterias de su piel crezcan explosivamente y cambien la situación dando entrada a patógenos oportunistas, o que ellas mismas se conviertan en el problema”, expresó.
“Normalmente, los humanos pensamos que en toda enfermedad la causa un patógeno, el cual aislamos, lo hacemos crecer en cultivo, lo volvemos a purificar en otro cultivo, lo volvemos a aislar y ya tenemos el organismo causante. Supuestamente entonces si inoculamos al coral con ese patógeno se va a enfermar. Ese es el modelo dominante en epidemiología clásica, pero parece que es el estrés ambiental al que están sujetos los corales lo que debilita sus defensas y funcionamiento, permitiendo el desarrollo de patógenos oportunistas, que por sí solos no podrían causar la infección”, explicó.
Por ello, sostuvo que “lo que nosotros estamos estudiando es la relación del ambiente con los corales a través de analizar patrones de la epidemia y otras afecciones. Por ejemplo, un problema adicional que genera el deterioro de la calidad del agua es un potencial incremento en interacciones competitivas, por ejemplo con algas, que son competidores muy eficientes cuando fertilizamos el mar con las aguas residuales.
Declaró que mucha de la mortalidad coralina que vemos no es resultado del impacto de huracanes, sino de enfermedades letales, porque los esqueletos no están fragmentados.
Durante la entrevista, el investigador mostró imágenes de colonias de corales que, en menos de un año, registraron un blanqueamiento a causa del incremento de la temperatura del agua y aunque el siguiente año recuperaron su color, se enfermaron del síndrome blanco.
El blanqueamiento debilita a los corales
El Dr. Eric Jordán Dahlgren subrayó que las enfermedades en los corales, son, actualmente, la causa más grave del deterioro de las comunidades coralinas en todos los arrecifes del planeta.
Afirmó que el blanqueamiento es una enfermedad ambiental, que no es causada por un patógeno, y ocurre cuando la temperatura del mar sube por encima del nivel de tolerancia del coral. Eso provoca que expulse las zooxantelas (microalgas simbióticas que viven dentro del coral) que son su motor principal debido a que le dan mucha energía, como si fueran su propio huerto, que el coral fertiliza y ellas crecen y proveen de alimento adicional al coral. Cuando pierden esas algas, el funcionamiento del coral baja drásticamente y si el evento es muy serio, es letal”, advirtió. Aparentemente, los eventos de blanqueamiento de coral han aumentado en los últimos 30 años. No obstante, aclaró que han sido mucho más fuerte en el Pacífico los eventos letales, como en Australia o Japón, que aquí, aunque “también hemos tenido eventos serios en el Caribe”.
Huracanes y tormentas
El investigador del ICMyL de la UNAM mencionó: “A nosotros nos interesa lo que llamamos el efecto de forzamiento externo en la estructura de las estructuras y comunidades coralinas, porque cuando nosotros alteramos el clima por diversas causas, estamos generando un estrés muy fuerte sobre los organismos del arrecife y eso se le conoce como un forzamiento, le estamos metiendo una presión a ellos que naturalmente no tenían”.
Explicó que parte de estos forzamientos son de carácter global, como el aumento de la temperatura en el mar, acidificación e incremento en la radiación UV. Otro aspecto relacionado es la intensificación de huracanes, pues tormentas y ciclones leves son incluso benéficos para el arrecife coralino. Pero no así los grandes huracanes como Gilberto (1988) y Wilma (2005), en el norte del estado, que además de romper muchos corales, arrasaron con los campos de corales blandos, como las gorgonias, que tienen una función muy importante para preservar la biodiversidad del arrecife donde se encuentran”, señaló.
Sargazo cambia
las condiciones
Por último, el investigador del ICMyL de la UNAM comentó sobre el problema del sargazo en la costa y su potencial relación con las enfermedades de los corales (y otros organismos arrecifales). “En el Atlántico ecuatorial existe una evidente contaminación que proviene tanto de África como del América del Sur. Además, miles de toneladas de polvo del Sahara caen en el océano e incluso hasta en el Caribe. Ese polvo contiene patógenos, esporas, además de hierro y fertilizante. Por otro lado, el calentamiento del mar está produciendo una desaceleración en las grandes corrientes oceánicas y todo esto, se piensa, facilita la migración de sargazo hacia el Atlántico ecuatorial, donde, debido a la fertilización del mar, crea un ambiente muy favorable para su crecimiento masivo. De ahí provienen los enormes arribos de sargazo que afectaron a Quintana Roo el año pasado.
Dijo que el problema con el sargazo es que es una planta clonal, es decir, que si se parte un pedacito, de éste sale otro de manera natural y cuando las condiciones son favorables (como las que produce el calentamiento y la contaminación) crece muchísimo, pero al llegar a la playa, muere y se pudre. Al hacerlo contamina el mar en forma similar a como sucede con aguas residuales de poblaciones y desarrollos turísticos cuando no son tratadas apropiadamente. Y en estas condiciones proliferan bacterias y virus, que potencialmente pueden producir enfermedades en corales, algas, peces y muchos otros organismos de arrecife coralino.
“Yo pienso que puede haber una combinación de varios factores para estimular la actual epidemia del síndrome blanco, entre ellos la mortalidad de sargazo en la costa. No que esto sea la causa única, simplemente parece que lo que sucede es que potencia el problema. Todas las enfermedades de los corales están casi siempre presentes, y cuando alguna tiene buenas condiciones para proliferar brota una epidemia, como el síndrome blanco actual”, concluyó.
Es importante resaltar que hoy en día los arrecifes son afectados por los efectos del cambio climático y por impactos locales como la contaminación, además de la extracción o sobreexplotación de material coralino y de otros organismos que lo conforman, así como la sobre colecta de especies ornamentales como el coral negro (Antipathes sp.), peces, anémonas, y otros invertebrados como animales de acuarios; la construcción de infraestructuras como puertos, marinas y diques para la navegación, la extracción de material para construcción (arena y piedra caliza) y dragado de puertos y canales; las actividades turísticas no reguladas o controladas. Todo esto produce un severo estrés en los organismos arrecifales, que facilita la aparición de enfermedades.
   

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