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(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
¿Será que cayó en desuso esa palabra tan tabasqueña?
No sé si ahora se use tanto como antaño la palabrita esa, tan común entonces, de “jijueputa”, así junta, sin separación, o si ya cayó en desuso.
A decir verdad no sé, y esto porque, haciendo memoria, a nadie recuerdo habérsela oído recientemente, y yo, por mi parte, desde hace muchos ayeres no la utilizo para nada (y eso que en mis tiempos mozos no dejé de emplearla con la misma frecuencia que todos los demás tabasqueños de la época).
Quizá tal palabrita --o palabreja, para las almas moralinas-- ya pasó de moda y el lenguaje coloquial del tabasqueño mal hablado la haya reemplazado por otras palabras, éstas hasta más gruesas y más subidas de tono que un simple jijueputa (que no es lo mismo, que conste de una vez, que hijo de puta, expresión que implica una connotación ofensiva y agresiva la mayoría de las veces).
Antes de comenzar a escribir estas líneas abordé a tres o cuatro personas con el ánimo de preguntarles si ellas usaban, o habían escuchado últimamente, la palabra jijueputa. “No, yo lo que digo es güey”, me respondió una de ellas; “No, yo ni la pronuncio ni la he oído en ningún lado”, me contestó otra; “bueno, yo sí la empleo”, reconoció la tercera.
Pues yo, la verdad, ya no la uso y, que recuerde, no la he escuchado de parte de ningún tabasqueño (aunque por supuesto deben haber por ahí muchos chocos que todavía la mantengan vigente en su florido lenguaje); como que se ha ido perdiendo al paso del tiempo y con la popularización de otros términos gramaticales, Producto de la misma destabasqueñización que estamos sufriendo.
Jijueputa era una mala palabra, sí, que por supuesto no podría decirse en cualquier parte, y menos ante damas, que no tardarían en poner el grito en el cielo y hasta pegarle una regañiza al “insolente” y dejarlo en evidencia, pero no contenía ese tono ofensivo que sí era --y es-- propio del hijo (o jijo) de puta.
El “jijueputa dónde te has metido que tiene días que no sé de ti”, el “no seas jijueputa con esa vieja que te quiere tanto; no la hagas sufrir”; el “oye, no seas tan jijueputa y ya págame”, el “qué jijueputa eres”, el “¿no has visto al jijueputa de Pepe?”, el “de jijueputa a jijueputa yo soy más jijueputa que tú”, etcétera, todo esto dicho sin ánimo rijoso y sin deseo de ofender, no como insulto sino como simple juego de palabras, fue parte --quizá lo siga siendo-- de la comunicación cotidiana de tabasqueño a tabasqueño.
¿A poco usted lector, lectora, no le lanz un cariñoso jijueputa a alguien o a su vez no recibió de otro u otra cordial y festivo jijueputa?. No diga que no, porque claro que sí. Que hoy no lo diga es otra cosa pero de que de su boca salió esa expresión o de que por sus oídos entró, ni dudarlo.
Aquí nosotros a muchos les habremos dicho --por supuesto que cariñosamente-- jijueputa, y a su vez muchos nos habrán endilgado a nosotros un jijueputa. De eso ni nadie se ha muerto ni tampoco se habrá salvado.
José Valdés, el corresponsal de “El Universal” para América Latina, escribió hace unas semanas sobre el término de los “boludos”, “colectivo que cada vez gana más adeptos” en Argentina, según apuntó. “Este adjetivo, para algunas despectivo y para otros divertido, se ha convertido en sinónimo de todo nombre posible, hasta cobrar, incluso, más fuerza que el “güey” de los mexicanos”, señala, trayendo a cuenta que en ese país hasta se instituyó ya “El día de los boludos” (27 de junio), mismo que es celebrado por los argentinos. “¿Qué hacés, boludo?”, “¿Cómo andás, boludo?”, “Mirá, boludo”, “¡Qué boludo!”, “Perdimos, boludo”.
Ahora, apenas la semana pasada escribió sobre “los hijos de puta”, a lo que él llamó “el insulto devaluado”, también relacionado con el lenguaje popular argentino. “Todos somos un poco hijos de puta, si querés, anota José Vales, asentando que “los argentinos también celebran “El Día del Hijo de Puta”. Una revista de humor, “Barcelona”, acaba de publicar una galería de fotos de hijos de puta famosos. El ex presidente Kirchnner es un hijo de puta… “aunque en el buen sentido de la palabra”, referida a el periodista.
El corresponsal de el “El Universal” consigna que este término suele utilizarse también para calificar a alguien que, por ejemplo, destaca en el futbol: “¡Qué hijo de puta!”, para lanzar un piropo a una dama: “¡Qué hija de puta; qué joven que te ves!”.
En Argentina el boludo, el hijo de puta, son términos coloquiales, según refiere. Aquí en Tabasco el jijueputa tuvo --o tiene-- uso parecido a este último. El hijo de puta argentino es un “insulto devaluado”; el jijueputa tabasqueño no llega a insulto por ningún lado.
Lector, lectora, ¿no les gustaría despedir esta columna con un “jijueputa”, nada más por no perder la mala costumbre?. ¡Pues hágalo!
fcoperalta42@hotmail.com
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