viernes, 20 de agosto de 2010

Opinión: Rogelio Pizano Sandoval / Ago 20

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(Publicado en el Diario de Colima)

Así lo recuerdo

LAS estaciones del año llegan y pasan. Y pasan los años y todavía tengo grabada en mi mente su figura señera. Dieciocho años han pasado desde que partió. Y parece que fue ayer cuando exhaló su último aliento.

Lo recuerdo con gran nostalgia. Alegre, jovial, atento, respetuoso y, sobretodo, trabajador y servicial. Ni duda cabe que nació para el servicio público, no obstante ser autodidacto. Muy chico, cuando apenas frisaba los trece años de edad, se inició en la administración pública como agente fiscal y secretario del tesorero general del Estado, don Enrique García Cárdenas, después de haberse graduado como taquimecanógrafo en la Academia “Isaac Pitman”. Era el mes de marzo de 1937 y fueron sus padrinos su hermano mayor Francisco, quien se desempeñaba como alcalde de la capital del estado y fuera además, alcalde de Manzanillo.

Su inquietud manifiesta y deseos de superación, le permitieron estudiar contabilidad e inglés, y laborar como notificador en la oficina federal de Hacienda; y como secretario en la delegación estatal de los Censos Nacionales. Enseguida fue secretario del Juzgado Mixto Menor y más tarde, secretario del Juzgado de Primera Instancia del Ramo Civil y del Juzgado de lo Penal; fungió como secretario en la Inspección General de Policía y finalmente como jefe de Prensa y Publicidad del gobierno del estado.

Según me platicaba en las largas horas en que solíamos viajar en automóvil de Colima a México o viceversa, laboró en la administración de Correos y luego en Telégrafos, siendo dirigente sindical de la sección 52 de la SCOP. Después ingresó a Salubridad, como jefe de la oficina de Higiene y Alimentación, y al poco tiempo, resultó electo, secretario general de la sección 30 del sindicato de trabajadores de ese ramo.

Sindicalista de corazón, dirigió la Fstse, durante siete años, después de haber sido secretario y presidente del Comité Regional del PRI; resultando electo legislador federal por el segundo distrito, con cabecera en Manzanillo, tocándole el alto honor de presidir la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, en diciembre de 1957, lo que muy pocos legisladores federales colimenses han logrado; y con esa alta representación le solicitó, desde el tercer piso del antiguo hotel Foreing Club, de la Esmeralda del Pacífico, al candidato presidencial Adolfo López Mateos, la expropiación de uno de los mayores latifundios del país: el de Paso del Río, en Periquillo, en el municipio de Manzanillo, a favor de los ejidatarios de aquel lugar, lo que se logró cuando asumió el carismático político mexiquense, la presidencia de la República.

Joven aún, aspiró sin éxito dos veces a la alcaldía de la capital, en 1958 y en 1967, cristalizando su máxima ilusión, hasta la tercera ocasión, en 1977 ya en edad madura –pese a la férrea oposición del gobernador en turno y de algunos integrantes del grupo “Universidad”– después de haber ocupado durante tres años, la delegación de la Secretaría de Industria y Comercio, y por espacio de siete años la Agencia general del ISSSTE, en donde gestionó a cientos de maestros y burócratas préstamos hipotecarios para la adquisición y construcción de sus casas. Antes, había obtenido, por segunda ocasión, la presidencia del PRI estatal, lo que le facilitó arribar al Senado de la República, en donde realizó meritoria labor legislativa y de gestión en favor de miles de colimenses, quedándose en la antesala de la gubernatura.

Por avatares del destino, a la llegada al poder de la primera gobernadora, se exilió voluntariamente de la entidad, al enterarse de que ella se quejaba en las altas esferas oficiales de que le hacía “sombra política”, tomando la determinación de radicar en la capital del país, luego en Puebla, en donde ocupó la coordinación regional de delegaciones de la Reforma Agraria. Enseguida, en Oaxaca y, por último, en Tabasco; en donde disfrutó a plenitud su vida. En estas etapas, transitó por los entretelones de la política nacional al lado de entrañables amigos y antiguos compañeros de escaño en el senado de la República, que le tendieron generosamente la mano: como don Enrique Olivares Santana, en la Secretaría de Gobernación; su compadre don Javier García Paniagua, en la Reforma Agraria y en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI; y don Enrique González Pedrero, en el gobierno del estado de Tabasco; siendo tiempos inolvidables en el servicio público para él, logrando finalmente jubilarse como delegado estatal del ISSSTE, en la tierra del Edén, regresando al terruño en el ocaso del gobierno griseldista, en 1985.

A la par de su carrera político administrativa, desarrolló su gusto por la lectura y el periodismo, adquiriendo una gran cultura que le facilitó colaborar en distintos rotativos, como redactor y colaborador en Ecos de la Costa y en El Popular Colimense; y como director de El Heraldo de Colima, La Voz de Colima, El Regional, Actualidades y DIARIO DE COLIMA, y de periódicos nacionales como Novedades, El Nacional y la revista Tiempo, que dirigía su amigo, el escritor don Martín Luis Guzmán.

Incursionó como empresario con una imprenta llamada “Talleres Gráficos Colima” presidiendo la Canacintra local y tuvo una especial predilección por los deportes y la cultura, a lo largo de su fructífera vida, que lo llevó a dirigir las primeras asociaciones de ciclismo y de ajedrez en el estado y participar con la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística y fundar, presidir y ser mecenas principal, de la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, donándoles el terreno en donde construyeron sus modernas instalaciones y casino.

Sencillo y directo en su proceder y en su actuar; y de acrisolada honestidad, se distinguió como hábil negociador sirviendo siempre a los coterráneos en todos y cada uno de los numerosos cargos que ocupó sin enriquecerse y nunca ocultó su origen modesto, dejando únicamente como herencia una profesión a cada uno de su numerosa descendencia.

Se caracterizó por su mística de servicio, don de gente y altura de miras, de la que carecen muchos de los actuales políticos de los tres órdenes de gobierno, quienes se rodean de ayudantes, secretarias, asesores, auxiliares, asistentes y se encierran a piedra y lodo, sin recibir ni atender a la ciudadanía a la que se deben, razón fundamental por la que hoy me permito, a través de mi colaboración semanal en DIARIO DE COLIMA, recordarlo con admiración al cumplirse dieciocho años de su deceso.
Lo recuerdo, en el ocaso de su vida, sirviendo todavía como delegado de su partido en Nayarit; en el ISSSTE, como coordinador del Sistema Integral de Retiro y en el gobierno de Colima, como consejero estatal de los Derechos Humanos.

Lo recuerdo serio, robusto, sano, gesticulando, con sus inconfundibles y estentóreas carcajadas, haciendo su ejercicio matinal en los andenes del jardín Núñez diariamente y sobretodo, leyendo –casi devorando– los periódicos locales, los de Guadalajara y México, las revistas Siempre, Proceso, Contenido, Selecciones y Tiempo y algún buen libro que acostumbraba pedirme en mis frecuentes viajes al Distrito Federal, los que adquiría en Sanborns de Madero o de Lafragua, o en la propia terminal aérea, aumentando así su valiosa biblioteca, en la que se encerraba a meditar o a jugar billar con alguno de sus hijos o de sus nietos, en su espléndido despacho.

Lo recuerdo caído en la banqueta sobre la calle 27 de septiembre, frente a la escuela Torres Quintero, fulminado por un infarto. Murió con semblante sereno, cerrando sus ojos para siempre a las 8.30 horas de la mañana, terminando así una vida ejemplar a los 69 años de edad.

Así lo recuerdo, a mi muy querido e inolvidable papá, deseando que todas y cada una de las personas que lo conocieron, que lo trataron y que recibieron de él algún servicio de manera desinteresada, eleven una oración en su memoria el día de hoy, en el décimo octavo aniversario de su sensible fallecimiento. Mis hermanos y yo con nuestras respectivas familias, lo recordaremos con una misa en su memoria a las 20:00 horas en el Templo del Inmaculado Corazón de María de Guadalajarita. Yace en paz ahora, acompañado de Romy su querida esposa.

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