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(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)
Refrescar la memoria
Oscilamos entre el halago abyecto
y la censura irresponsable. Lejos
de la serenidad y el análisis, es la
pasión la que mueve nuestras plumas.
Convertimos a los enanos en gigantes.
José Pages Llergo 100966
erwinmacario@hotmail.com
Las Jornadas Periodísticas 2010, fue el mejor lugar para refrescar la memoria a quienes ejercen el periodismo en México.
Un discurso, el instrumento. Lo llevó al encuentro de la Fapermex nuestro compañero y paisano Enrique Muñoz González.
Entre pares, como entre gitanos, no se lee la buenaventura, ni la malaventura. Pero cuando, en un país como el nuestro, informar y opinar se vuelve un oficio de alto riesgo y cuando la relación prensa—poder ha degenerado, observándose cómo la basura es elevada por los vientos sexenales, vale la pena recordar lo que debía contener el código de ética de la prensa.
Pronunciadas hace casi 44 años, las palabras de Pagés sonaron actuales: "Me preguntó qué ejemplo valedero puedo invocar y qué enseñanzas elevadas podría dictar, cuando ni las manos, ni las conciencias de mi generación están limpias”.
Si bien la mayoría de los asistentes a las jornadas fue gente que creció con el periodismo de la segunda mitad del siglo pasado, el discurso es de actualidad. Claro lo dijo el güero Pagés, ante estudiantes de la licenciatura en Periodismo de la Universidad Veracruzana:
“Porque hemos doblado las espaldas y hemos hincado las rodillas ante el altar donde presiden los signos más reverenciados de nuestro tiempo, allí donde el poder y el dinero se levantaron en símbolo para ocupar el lugar de Jesucristo. Porque hemos claudicado de la dignidad en beneficio de satisfacciones primitivas y porque nos hemos hecho insensibles al dolor del pueblo, en cuyo nombre pretendemos ejercitar un derecho del que no somos dignos del todo”.
Duras fueron las palabras de uno de los periodistas más respetados y más influyentes en México: "El periodismo mexicano saltó de la bohemia de cantina a la caja registradora de un almacén de abarrotes, sin haberse detenido en la preocupación por México. Y sólo tuvo momentos estelares en la Independencia y la Reforma y leves destellos de grandeza y hombría en la gesta de la Revolución”.
No necesitamos mucho esfuerzo para aceptar la realidad que entonces señalaba y que ahora es denuncia ética en el periodismo mexicano: "La prensa nuestra ha degenerado hasta convertirse en un escaparate multicolor para atraer clientela infantilista. En un anzuelo arrojado al mar tormentoso de las ambiciones. En una sucia cadena que invita a aprisionar las conciencias de quienes tienen vocación de esclavos”.
Tal vez mucho cambiará este ejercicio cuando en el sitio de la Fapermex y en muchos medios del país los colegas lean: "Hemos de entregarle al pueblo un periodismo que lo preocupe y no que lo entretenga, si queremos ser dignos de este noble oficio que ejercemos, sin más título que el de la vocación y que nos convierte ante la nación en árbitros y jueces de problemas y situaciones que muy frecuentemente están por encima de nuestra cultura, y en muchas ocasiones también de nuestra autoridad moral”.
En fin, para todos, quede ahí este rescate, incompleto por el espacio: "Oscilamos entre el halago abyecto y la censura irresponsable. Lejos de la serenidad y el análisis, es la pasión la que mueve nuestras plumas. Convertimos a los enanos en gigantes, o movidos por el rencor y la envidia, destruimos honras, negamos el talento, ofendemos la belleza y aplastamos la capacidad”.
LADO CLARO
Mejor no se pudo decir: "Allí nace el divorcio entre el que escribe y el que lee. De allí parte la desconfianza tradicional en nuestra prensa. Y no debemos esperar otra actitud, ni podemos exigir otra conducta, porque los pueblos siguen a un iluminado, pero intuyen la presencia de un farsante”.
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