CIUDAD DE MÉXICO, 14 de septiembre.- El 12 de septiembre de 1954 Pumas jugaba su primer partido oficial en la segunda categoría del futbol mexicano: el rival de entonces fue el Monterrey, un equipo vestido a rayas que hizo pesar  el estadio Tecnológico y se llevó la victoria por tres goles a uno.
Fueron tiempos de mucho sacrificio”, asegura Víctor Manuel González, La Borrega, quien, durante ese año encabezó la selección de jugadores universitarios que pidió audiencia con el rector de la UNAM, Nabor Carrillo Flores, para plantearle la idea de estar inscritos en la Federación Mexicana de Futbol. “Queríamos que nos apoyara con el ingreso a la Segunda División”.
La Borrega (su pelo era chino y alborotado) era estudiante de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.  Su impulso y el de aquel grupo de enviados fue fundamental para conseguir el apoyo de las autoridades. “Todos estábamos en el torneo Interfacultades, en CU, cuando recién se había inaugurado. Jugábamos Arquitectura, Medicina, Derecho y todas las demás. Eran unos agarrones tremendos: se jugaba exclusivamente por la camiseta”, recordó.
González Dávila, sin embargo, ya formaba parte de un equipo profesional: el América, “pero muchos no sabían que íbamos a esos partidos. Los mismos entrenadores, que trataban de prohibirlo, eran quienes aprovechaban para buscar prospectos”. Cuando Pumas recibió la autorización para obtener el registro en la FMF, La Borregasolicitó su baja en el club azulcrema, pero se la negaron de forma rotunda.
A muchos ya no nos soltaron ni nos dejaron participar en el 54, a pesar de que habíamos estado en el preselectivo. Después pudimos liberarnos (1957), pero fue cuando Universidad pidió un descanso para reorganizarse. En aquella época nadie buscaba prolongar su etapa en el futbol. Teníamos una especie de años de elegibilidad, como en el futbol americano, y terminando nos recibíamos como profesionistas. Fue hasta que se logró el ascenso (1962) cuando se empezaron a pagar sueldos y contrataron a jugadores ya hechos”, agregó.
Los jóvenes universitarios que viajaban por primera vez a jugar partidos en provincia, lo hacían en condiciones paupérrimas: muchas veces en tren o en camiones sin cristales. “Con trabajo nos completábamos y llevábamos dinero. Medio comíamos, pero nada nos quitó la actitud”. Además de su etapa como futbolista, La Borrega fue parte del grupo de ingenieros que construyó las instalaciones de La Cantera.
Hubo ciertas coincidencias. Andábamos buscando terrenos para construir unas canchitas y no estar pagando renta por entrenar en otros lugares. Habíamos visitado dos o tres canchas dentro de CU y a la hora que nos dijeron ‘pues ahí está este terreno, que tiene 40 metros abajo del nivel de la calle, con piedra volcánica surgida del Ajusco que ya no tenía forma de explotarse. Es un agujerote, a ver que pueden hacer con él’, nos encantó”, explica.
De ahí surgió el proyecto de Juan José Díaz Infante, y los ingenieros Guillermo Aguilar Álvarez, Gilberto Borja, Raúl Borja Navarrete entraron a impulsar aquello con todo el potencial de ICA. Todos los demás apoyamos en conseguir materiales de construcción y todo lo que se necesitaba. No es lo más elegante, ni lo más costoso, pero sí lo más sui géneris. No hay en el mundo un lugar como ese”. La edificación de La Cantera tardó un par de años, “pero después se le siguieron agregando detalles”.
De los 260 mil metros cuadrados disponibles dentro de La Cantera, el Patronato de la UNAM decidió que se utilizarían 80 mil para el proyecto. De esa forma, el espacio restante sería destinado a la creación de una reserva ecológica, donde se sembraron más de dos mil 500 árboles de diferentes especies, se colocaron en sus tres lagos peces herbívoros para mantener las aguas limpias de plagas. Con el tiempo esta zona quedó a cargo de la Dirección de Investigación Científica de la UNAM.
“Seguimos de plácemes”. Así celebra Víctor Manuel González, La Borrega.