domingo, 1 de agosto de 2010

Opinión: Víctor Manuel Barceló R / Ago 01

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Política nacional y contingencia económica y social .

El país está enfrascado en múltiples problemas, de difícil atención para quienes carecen de oficio político. Los traspiés son continuos; acentuados en lo que va del nuevo milenio, por incapacidades para una gobernanza que enfrente los problemas reales de una economía, vinculada a la globalización y de un nulo cambio político, esperado desde el momento del traslado del poder de un partido a otro, en el 2000. Ello se viene acentuando, al desatarse la contienda con y entre las bandas del crimen organizado, que no tiene para cuando culminar.

En este escenario, los procesos políticos adquieren inmediatez, separados de criterios ideológicos, para buscar el acomodo que permita a personeros de partidos y figuras relevantes, mantener y acrecentar sus privilegios, cumpliendo apenas con su deber, de atender a requerimientos reales de pobladores de cada entidad federativa. En esa ruta –que no tiene visos de modificarse en el corto plazo- se realizan escarceos y a veces confrontaciones al interior de los grupos políticos, en función de los procesos electorales del año próximo, en que se realizará el del Estado de México, importante, por el volumen de votos que representa y ser fortaleza de uno de los más connotados precandidatos del partido más vigoroso, en el ambiente político actual.

Hasta ahora no hay indicios de cambio en el tratamiento de los procesos electorales. El “Ogro Filantrópico” de Octavio Paz se enseñorea en cada rincón del Estado. La vida política no está diseñada para elevar a las personas al rango de ciudadanos con todos sus derechos. Lo más que logra es prolongar clientelas. De esas que tienen atrapados a millones de paisanos, conformados para vivir con la mano extendida, formados en la fila, acechando al político que pretenda una posición, que requiera votos, para apuntarse en sus dádivas. De ello somos los culpables. Estamos creando una sociedad desvalida.

Desde el poder les acostumbramos a medio vivir, con programas asistenciales, que detienen la creatividad proverbial de nuestra gente. De esas estrategias, diseñadas en ámbitos fuera del país, cada vez les aplicamos más, para que solo estén pendientes de la subvención oficial u oficiosa, y no exijan lo que les corresponde: Trastocar esos recursos –por escasos que sean- para organizar a la persona o en grupos y apoyarles en actividades productivas locales, que les den el derecho a exigir mejores condiciones de vida, luchando por ello.

Tal búsqueda debiera tener ocupados a los cuadros quo operan la gestoría en los partidos, superando la oferta gubernamental. En vez de ello, están cortejando grupos, para ungirlos a pretensiones de aspirantes, incapaces de estar organizados, ni poseer oferta atrayente, en línea al rescate de los mercados internos, por muy modestos que estos sean. En vez de ello, dentro de las formaciones políticas existentes; los que deciden –no siempre integrantes de sus comités ejecutivos nacionales- lo que tienen en la mira es la próxima lucha que se escenificará en el 2012, por la Presidencia de la República. El mal gobierno que padecemos, se acorta en la conciencia pública y des mañana el cotejo entre los grupos -salga a la luz o no- que están promoviendo, dentro de los esquemas internos de cada partido.

De viva voz, voceros de las tres principales fuerzas políticas organizadas, precisan que pretenden participar en la contienda presidencial, con candidatos propios. Ese fue el acuerdo con el cual se integraron las coaliciones que vencieron en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Aún queda por saber que harán, en ese sentido, para el Estado de México, ya metidos en la sucesión mayor y ante la perspectiva de que el Congreso local, acuerde posponer dicho cotejo interno, hasta el 2012, para empatarlo con el de otros estados y el presidencial.

Dicha coalición –para el Estado de México- de no encontrarse con el traslado del cambio de gobierno para el año siguiente, probablemente encuentre muchos tropiezos. No precisamente por reconciliado con sus documentos básicos, cada uno de los partidos que vienen integrando las coaliciones, que sería lo más saludable para entender adonde vamos en la política nacional. Pero todavía no llegamos a ese momento cumbre, en que recuerden para que se unieron –salvo los que lo hicieron para lucrar con el voto, papachados por el IFE-. Los problemas vendrán de los nuevos intereses en juego para el proceso federal.

Esto no va solo con una parte, la “triunfadora” en el 2010, sino también con la “coalición” que recuperó Zacatecas, Aguascalientes y Tlaxcala, en que no están todos los que son y algunos no saben porque están –salvo para salvar su registro-.

Lo cierto es que, mediante procedimientos diferentes –el grito de Espino por la ingerencia presidencial en la organización cristiana es un método- la ruta ya se empezó a recorrer y el primero en marcar su raya es Andrés Manuel López Obrador y su movimiento de masas, que ni con todo su poder puede ocultar o minimizar el gobierno federal. Falta precisar el partido -¿o la coalición?- que le impulsará. Esto ocurre, porque el partido que lógicamente sería su soporte –después de resolver sus problemas internos y atender a las justas intenciones de participación de otros de sus miembros- sería el PRD. Pero precisamente tendría que definirse, porque su alianza con el PAN, por muy estratégica que se exprese y que haya triunfado, le está costando en la reacción de sus huestes que, por motivos ideológicos y en busca de respuestas sociales, le venían respaldado. ¿Estará la solución en el cambio de directiva que se avecina?. Allí habrá un buen termómetro.

Lo mismo ocurre en el PAN, solo que con caballos flacos, algunos sin rienda y prestos a correr en otros sentidos. Su división interna: por alocamientos de algunos de sus personeros; enfrentamiento entre grupos del ex presidente y el actual; desunión provocada por las coaliciones; la desaparición de uno de sus hombres prominentes y el no dar pie con bola en la “guerra” declarada al crimen organizado, conflictúan desde ahora, las decisiones hacia la alta política.

Al otro lado, en la otra banqueta, el PRI, como partido a vencer, vive momentos de complejo acomodo. Ya no hay “fiel de la balanza” que concite y guíe y aún no se sabe cómo resolverlo, siempre y bien, con perspectivas claras de triunfo. Fue positivo dejar en manos de los gobernadores de tal tendencia, el proceso electoral del 2009. Pero varios quisieron comerse el pastel y la envoltura, mediante trapacerías sin fin, para colocar a sus allegados. No puede soslayarse que algunos triunfos –en un análisis objetivo de cifras y tendencias- se debieron más a la debilidad o división de los contrincantes, y menos a la preferencia social, por méritos y personalidad de los candidatos.

En el 2010 fue más clara y contundente tal situación. Las coaliciones opositoras, utilizaron como candidatos: a políticos que ya habían desertado de las filas del PRI años ha, y por lo mismo tenían su propio camino –en Oaxaca y Puebla- y a excluidos en la selección interna –Sinaloa-. En los tres casos perdió el Institucional, porque solo se pensó en el delfín del gobernador, sin considerar encuestas y otros mecanismos para la selección. Los electores fueron soslayados, no se les tomó en cuenta. El costo fue tan alto para el PRI que debe llevarle urgentemente a una revisión de sus estrategias internas.

Se habló mucho durante las campañas -de las más sucias conocidas- que el triunfo de las coaliciones terminaría con cacicazgos que lastimaban al pueblo, impedían la solución de muchos de sus problemas y prohijaban corruptelas sin fin. Habrá que estar atentos al desarrollo de esos nuevos gobiernos para conocer cómo pueden, coalicionadas izquierdas y derechas –concediendo que mantengan sus principios- atender a fondo las graves condiciones de vida de la mayoría de los pobladores de esos estados. Veremos si avanzan por nuevos caminos para un campo productivo y en la creación intensiva de empleos.

En sus planes de gobierno –los tres estados mencionados solo como ejemplo nacional- deberían buscar un mayor crecimiento económico, a fin de disminuir la desigualdad económica, política y social de sus pobladores. El cambio iría -además de hacerlo sustentablemente- en ruta a: reducir y vencer la pobreza; consolidar la institucionalidad democrática; conquistar el encadenamiento social y sujetar a la inseguridad y al crimen organizado para superar el miedo artificialmente creado. Debería utilizar los instrumentos fiscales y las estrategias programáticas que lleven a una mejor y mayor distribución de la riqueza. Vivir una sociedad digna, con creciente bienestar colectivo es el “sueño” de pueblos y comunidades. Será la prueba-error que nos prepare para que las políticas públicas, diseñadas para el 2012, tengan un antecedente válido y probado.

Entre tanto, para salud de la República convendría revisar procedimientos electorales y órganos jurisdiccionales, así como tácticas internas de los partidos. No pueden seguir siendo éstos últimos: estructuras formales, con documentos y principios básicos que les marcan rutas –aunque cada vez sean más desvaídas- cuya meta común es avanzar en la democracia para bien de todos y, en la práctica se comporten como colonialismo interno. En cada entidad federativa carecen de: reglas claras de acceso; apertura al debate; impulso a la transformación equilibrada de pueblos y comunidades, quienes solo les consideran importantes en tiempos de elección. De la política depende el desarrollo sustentable de la nación, no lo olvidemos. Actuemos en consecuencia o el “México Bárbaro” nos lo cobrará.

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Villah. Tab. 1º-VIII-2010.

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