lunes, 5 de julio de 2010

Opinión: Víctor Manuel Barceló R. / Jul 05

ooo
(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

El México que no queremos más

Toda democracia tiene su antagónico. Si es dirigida se maneja con una dinámica y tiene sus opuestos; si pretende ser abierta -como lo viene siendo la nuestra- entre nubarrones y sangre, asoman formas probadas en su negatividad para los pueblos, al menos los latinoamericanos. El peligro de caer en manos pretorianas, so pretexto de que se perdió la gobernabilidad es perspectiva incuestionable. Peor cuando los soldados están fuera de los cuarteles. Ahora cuentan con un general del pueblo, al mando, lo que puede ser garantía de institucionalidad.

¿Cómo llegamos a tal situación? ¿De dónde parte la pérdida de control gubernamental, de los procesos electorales, empantanados en dimes y diretes que han repartido estiércol por todos lados? Porqué la economía y la vida social están fallidas? ¿Porqué cualquier accionar sangriento, se carga a las cuentas del crimen organizado? ¿Hay conocimiento de inteligencia que pueda corroborar las afirmaciones o pasa lo que ocurrió con el comunismo –culpable de todo- o con el terrorismo actual, pretexto para detenciones irregulares?.

Sería gravísimo que fuera verdad. Pero habría que preguntarnos: ¿Para qué tanta sangre y violencia?. El gobierno federal tiene el compromiso urgente de dar las respuestas correspondientes. En Tamaulipas el proceso político recibió la notificación de oscuras fuerzas, cuyo mensaje, con la contundencia de las armas, nos indica la forma en que quieren ejercer su poder. El gobierno quiso montarse en el hecho para llamar –por fin- al diálogo. Con firmeza obtuvo la respuesta de la dirigencia priísta: Doña Beatriz Paredes, dijo: “Fuimos pieza esencial y gobernabilidad, en la toma de posesión del presidente, pero en cambio se reciben guerras sucias; en vez de buscar la unidad se está dividiendo más el país… (también muestra su) preocupación por el sub. ejercicio presupuestal, (o) cuando se tienen congelados los recursos de obras prioritarias para el desarrollo en las entidades gobernadas por correligionarios nuestros…y el reparto de los programas sociales federales a favor de los partidarios del gobierno”. Muy bien, pero ¿Qué sigue?.

Que se sepa, el llamado del presidente, de unión en lucha contra el crimen organizado, no fue aceptado ni rechazado por diversos partidos. Solo los integrantes del DIA (Dialogo para la Reconstrucción de México) integrado por PRD, PT y Convergencia, se subieron, otra vez al carro oficial –ya lo hicieron en las alianzas electoreras que se dilucidarán hoy- si bien plantean condicionantes que conviene analizar.

Dos veces en un día, el presidente utilizó la cadena de radio y televisión para atribuirle -sin pruebas- categoría de autor material e intelectual de la muerte del candidato a Tamaulipas, al crimen organizado. Esperemos testimonios de sus dichos, para no malinterpretar un documento confidencial: “Carros de Fuego”, donde se usa un doble lenguaje para “persuadir”, de cualquier modo, a oponentes al PAN, para que apoyen candidaturas de ese partido. La decadencia nomás.

Efectos de la decadencia del sistema en México, los documentamos a diario: en el sensacionalismo de diarios, revistas y panfletos; en la caja idiota, con imágenes para consumo y morbo; para embrutecer la mente del pueblo, impulsando su ignorancia, ligándola, para valerse de ella. Por su lado, los trabajadores reducen sus ingresos a contados pesos, sin que sus dirigencias se inconformen. Las transnacionales hinchan sus ganancias con el beneplácito de grupos políticos. Alguna migaja les tocará y, ¿lo del pueblo?, eso no está en su cotidianidad.

La decadencia se expresa en violencia. Ésta no se muestra solo en el uso de armas; florece en la hostilidad del más fuerte contra el débil. Pasar encima de los derechos fundamentales de las personas, es juego perverso que utiliza, a la ignorancia, para servir a oligarquías políticas y económicas. El poder –de todo tipo- solo vigila, con menosprecio, la infamia, contra una población que se rebela aisladamente, contra las determinaciones de esa elite; no vaya a ser que tome conciencia y quiera hacer valer sus derechos constitucionales de otra manera.

Consecuencia de ello es que la seguridad de las personas y sus pertenencias, pasa a ser asunto de sobrevivencia democrática. Sin embargo, el intento de doblegar a la democracia -del todo inédito- nos toma con pocos instrumentos políticos para enfrentarlo. Además, la frustración, el enojo de los ciudadanos hacia gobiernos, políticos y partidos, está avanzando a niveles en donde puede no interesarles la democracia en sí misma. Por ello, ocurre que el llamado del presidente, para trastocar el combate al crimen organizado en una lucha a favor de nuestra democracia, despliegue -de la ciudadanía- recelos y sospechas, en relación a su sentido político real, propósitos, trascendencias; en un momento no propicio, reñido con la realidad.

Lo cierto es que los acontecimiento previos a la elección de este domingo, para gobernadores en 12 estados; presidentes municipales y diputados locales en dos más –que van de graves acusaciones de corrupción social, grabaciones de conversaciones comprometedoras, hasta asesinatos- muestran un proceso de descomposición política y social, que se acrecienta por todo el territorio nacional. Ante tales hechos, como no dudar de la firmeza, garantía y capacidades del Estado mexicano, cuando no muestra resultados alentadores para una población que: desespera por seguridad, sufre por desempleo y desalienta por falta de libertades políticas.

Ya se habla, en diversos círculos de análisis –gubernamentales, académicos y sociales- de perspectivas de cultivo social pronto a estallar. En antiguos bastiones mineros, de maestros disidentes, electricistas, campesinos, estudiantiles y otros gremios que se consideran golpeados por determinaciones oficiales, se gesta un malestar que urge atender, mediante políticas puntuales, que consideren sus reclamos hasta el límite posible y amarren soluciones legales y creíbles, para el inmediato futuro. No hay de otra.

La nación no ganaría con la presencia de un brote social violento. Pero allí están presentes: violencia y caos. Interesados habría en participar en esta avalancha de azoramiento. Por ello es vital la participación de la República reunida. No de manos del gobierno federal, sí de sus Cámaras, por más legitimidad que hayan perdido. Son, al final de cuentas, las voces más sólidas del gobierno para actuar. A su lado, la sociedad civil organizada, en sus modalidades de organizaciones sociales, junto a gremios respetables y respetados.

A través de las Cámaras, estarían presentes los partidos, todos: los tradicionales, los nuevos y los conformados por encargo e intereses familiares o de grupo. Pero no por sus siglas –cuyo repudio invalidaría acuerdos- si por sus dirigencias formando parte del Congreso.

El ejecutivo federal, entre tanto, podría afinar sus políticas de seguridad de las personas. Definir rutas de lucha contra la delincuencia que afecta la vida cotidiana, mediante fórmulas de inteligencia que constituyan policías capacitadas para resolver las ecuaciones planteadas por el crimen organizado, afrentando a la sociedad. Ello impulsaría, a ritmo veloz, el retorno del Ejército, la Marina y demás cuerpos en armas, a sus patrióticas funciones: de defensa de la patria, sus instituciones y la aplicación de sus importantes y efectivos mecanismos con que, en caso de desastres, actúan para salvaguardar vidas y pertenencias humanas, por todo el territorio nacional.

Tendremos resultados electorales. Dibujarán con más detalles el escenario. Los días previos están cubiertos de choques y crímenes políticos. Probable que se planteen controversias pos electorales, a dilucidarse en los tribunales correspondientes; no tanto porque pueda haber simulaciones de votación, sino por “desconfianza” en los órganos electorales locales. Se les acusa de responder a la “voz del Amo”.

Por ello crece la idea de reformas, tanto a los organismos federales (IFE y COFIPE) como y principalmente a los correspondientes estatales. Se llega, incluso, a proponer que solo sirvan –estos últimos- para registro de padrones y otras actividades administrativas, auditadas desde la Federación, en tanto que los procesos electorales locales, los lleve a cabo el Instituto Federal Electoral (IFE). En ese tramo de federalismo fallido, nos encontramos. Urge encontrarle estrategias de solución.

Estamos atentos a lo que se plantee, por diversos actores políticos, como grietas del proceso electoral –por encima de las graves fallas de gobernabilidad detectadas-. En su base, habrán de hacerse propuestas de enmienda, tanto a documentos y organismos que procesan elecciones locales y aquellas que toquen a los federales. Confiemos en los ciudadanos para un manejo ordenado de la votación y el reporte real de jornadas limpias de polvo y paja. Así será más fácil lo que sigue.

v_barcelo@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.