domingo, 25 de julio de 2010

Opinión: Víctor Manuel Barceló R / Jul 25

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¿De verdad el petróleo es nuestro?.

El pantano económico y social en que se hunde el país, sigue devorando esperanzas de todos niveles y tamaños. Los recursos aún cuantiosos que provee la exportación de hidrocarburos, son mal utilizados, en gasto corriente o en compra de petroquímicos que no acaban de producirse internamente. Quienes pensaron que “el gobierno del empleo” resolvería –aunque fuese en parte- el creciente desempleo nacional, están penosamente extrañados de fantasiosas apreciaciones oficiales, porque a su bolsillo no llega nada por ese camino.

Los que esperaban flexibilidad y financiamientos blandos, a tiempo y en forma, para reemprender o crear nuevas tareas productivas en la pequeña y mediana empresa, se estrellan en la incomprensión, corrupción y “valemadrismo”, no solo en la aplicación de las fórmulas mágicas oficiales, o al afrontar impuestos, que solo se aplican a los causantes cautivos, sino en las tasas de interés y amarres que los bancos ofrecen, haciendo inaccesible el crédito para la mayoría.

Aquellos que ya no quisieron volver a la producción, porque se sentían cómodos en el comercio y servicios (turismo, comercio en pequeño de alimentos y enseres para el hogar) ya no encuentran la salida; sufren lo mismo que sus excompañeros productores (crédito y demás); pero también competencia, con precios administrados -unos apoyan la competencia, destructiva del mercado interno, de otros- y demás linduras que los medios impulsan (bien pagados por supuesto) para engancharnos incautamente en comprar de empresas departamentales, que difícilmente ofertan productos regionales, a veces ni nacionales.

Los apoyos al campo apenas si alcanzan para que la gente no se muera de hambre y no toda. La mayor pena frente a los programas de ayuda es que “distraen al receptor”, esperanzado en salir adelante con unos cuantos pesos, olvidando su capacidad natural para producir. Organizarle sería la ruta, que alguna vez dio resultados positivos. Además, no hay forma de que puedan después colocar adecuadamente su modesta producción, salvo en mercados “clandestinos” que se van formando a la orilla de las carreteras, adonde no les abandona el “cobro de piso” legal –o ilegal-. Corrupción y explotación también les afecta.

Sus familias, si bien les va, son “apoyadas” por programas preparados para los más pobres a nivel universal, que aplica el gobierno federal a los marginados. Esto les conduce también, en una inercia de caída libre que destruye capacidades para salir adelante por propio impulso. Los más aptos o arrojados, se lanzan por puertas falsas: éxodo a territorios del imperio, en que son “cazados” como criminales o explotados sin consideración; o incorporación en agrupamientos armados, legales e ilegales, enfrascados en una “guerra” sin solución aparente.

A eso sumémosle otras calamidades como: inundaciones, por lluvias o mal manejo de presas; fuego cruzado que inhibe muchas actividades de las personas, aunque no estén involucrados en dichos hechos y otros. Por ejemplo, el país está en peligro de graves consecuencias por la explosión del pozo petrolero, acaecida en territorio del Hoyo de Dona que corresponde al imperio –perforado a 1,600 metros de profundidad marina-. El descontrol no puede ser resuelto. Hay información científica -de otros rumbos planetarios- que presenta dantescos resultados, posibles, de tal “descontrol” del flujo de hidrocarburos. Por lo pronto hay once personas muertas y un daño irreparable al medio ambiente.

La información oficial nos dice: (Tom Buyea FL News Service) que “la estimación de tasa de derrame de crudo, aumenta a 2,5 millones de galones por día”. Pero hay consecuencias, documentadas, que pintan un panorama estremecedor al poderse afectar –tsunami provocado por las explosiones del gas metano que escapa de las profundidades del océano, en donde se “descontroló” el pozo- desde 50 hasta 200 millas más allá de la orilla, “dependiendo de la altura del tsunami, los restos del océano, del petróleo y las estructuras existentes que serán arrastradas hacia la costa y el interior”. “Incluso si los restos son limpiados y retirados, los contaminantes que quedarán en el suelo y en el suministro de agua harán completamente imposible la repoblación de estas áreas afectadas durante un número de años desconocido”.

Tales consideraciones se dan en momento delicado para la economía de EU, cuando su crecimiento pierde el paso. Veamos: su desocupación permanece en niveles muy elevados -9.7%- y los datos de creación de nuevos empleos -mayo y junio- marcan tendencia al estancamiento; el Índice de Confianza de los Consumidores del imperio, sufrió caída brutal de 10 puntos porcentuales; señalando tendencia al estancamiento en compras de consumidores, complicando el crecimiento de su PIB. Por cierto, el PIB en EU -primer trimestre del año- se había anunciado en 3.2% su incremento. Revisado crecerá solo un 2.8%.

Sea exagerado o no -volviendo al análisis presentado por los científicos- es de preocupación mayúscula para todos los pueblos, en torno al Golfo de México. ¿Cómo país, estuvimos a punto de aceptar otra fallida propuesta del gobierno federal actual? Recordemos su presión, por todos los medios, para que se autorizara hacer pozos profundos en el océano –Golfo de México, precisamente-. Problemas gravísimos podríamos estar viviendo, si el Congreso de la Unión hubiese aprobado dicha terquedad oficial para ir a “rescatar el tesoro al fondo del mar” –como se publicitó- con el apoyo de diversas empresas transnacionales, incluida la BP (por sus siglas en inglés) responsable de la catástrofe en el pozo incendiado y descontrolado.

El petróleo es fuente persistente de recursos para el país. Provee empleos cuantiosos. Salvaguarda nuestra capacidad de decisión soberana. El gobierno federal goza de sus ingresos para cubrir más del 40% de su gasto anual, desafortunadamente aplicado al gasto corriente, perdiéndose posibilidades reales de inversión productiva. Esto y más se analizó y reiteró durante la negociación en el Congreso de la Unión, para las modificaciones que se hicieron a la legislación sobre hidrocarburos. El pueblo y el Congreso fueron claros: privatización ¡NO!. A pesar de ello persiste la idea de su privatización.

Los acuerdos logrados en torno a la llamada ley energética, dejó varios cabos sueltos por donde persiste la invasión de capitales y tecnologías extranjeras, bajo control mínimo por parte de la paraestatal PEMEX y las leyes tutelares. Estas funcionan suavizadas en reglamentos y mecanismos de aplicación directa, tanto en la exploración, explotación, como en diversas acciones correlacionadas con el manejo de los residuos, los que no son siempre tratados adecuadamente, por ello amplias zonas en que se explota el petróleo, continúan afectadas por tiempo indefinido, debido a derrames y otros subproductos que se quedan o queman en el sitio de explotación. Casi todas las empresas que intervienen son extranjeras. A las nacionales les cuesta mucho trabajo incorporarse a tareas puntuales de servicio a PEMEX. Aunque su trabajo sea mejor, son preferidas las foráneas.

Si “el petróleo es nuestro”, como reza un antiguo slogan gubernamental, debiera servir, fundamentalmente, para dotar de recursos a las zonas y regiones de que surge su producción. Esta sería una fórmula que superaría la posición incómoda de la paraestatal, como responsable, no solo de las afectaciones al medio ambiente -en que incurre documentadamente- sino de la detención del crecimiento, incluso su desaparición, de productos agropecuarios primarios. Ya no se diga de diversas cadenas productivas, que pierden mano de obra y no obtienen mercados locales atendiendo a centenares de “petroleros” que trabajan y habitan por diversos rincones del territorio nacional.

La vinculación de las secciones del sindicato petrolero, que correspondan a cada región, con los campesinos organizados, bajo la guía y apoyos de toda índole, de gobiernos municipales y estatal, puede llevar a la conformación de pequeños mercados locales, que detonen la recuperación puntual de zonas productoras. Frutales, hortalizas, ganado vacuno, porcino, caprino, ovino y sus subproductos y otras producciones, podrían realizarse para cubrir las necesidades de elaboración de alimentos para trabajadores y empleados de PEMEX y las empresas que hacen servicios a dicha empresa.

No es nuevo lo que señalo. Lo hemos repetido en artículos y ante instancias de gobierno y privadas. PEMEX conoce y tiene algunas experiencias positivas en ese terreno. ¿Qué esperamos para ponerlo en práctica, con acción concertada de gobiernos-sindicatos-empresa?. Estaríamos rescatando mercados internos y dando mejor alimentación a petroleros, empleados de empresas y avecindados. Lo fundamental sería rescatar, a partir de la explotación petrolera, la dignidad de pobladores, que ahora: sufren consecuencias en su medio de dicha explotación; se especializan en sacar migajas de la empresa o se van a otros destinos, abandonando tierras, paisajes y amores de todo tipo.

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Villah. Tab. 25-VII-2010.

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