lunes, 12 de julio de 2010

Opinión: Francisco Peralta Burelo / Jul 12

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(Publicado en el Diario Tabascdo Hoy)

El no a los “delfinatos”

fcoperalta42@hotmail.com

En los tiempos de auge del presidencialismo priista --en donde había un sistema de partidos sumamente débil-- el Presidente de la República ponía candidato a gobernador al PRI y por ese sólo hecho éste ganaba en su respectivo estado, en donde de manera natural se daba la cargada a favor suyo pero si por alguna razón era rechazado por el pueblo se recurría a la imposición.

Así ocurre por décadas enteras. El Presidente priista pone al candidato del PRI a gobernador y éste gana por inercia o él lo hace ganar a costa de lo que sea. Ello todavía ocurre hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (aunque, por aquello de las entonces famosas “concertaseciones”, se le “reconocen” algunos triunfos al PAN).

Con Ernesto Zedillo de Presidente de la República se da el primer caso --y es precisamente en Tabasco-- de un gobernador en funciones que le pone al PRI a su candidato a la gubernatura. Roberto Madrazo es el protagonista de esta nueva versión político-electoral, quien escoge a su “delfín” y lo impone como su sucesor.

La pérdida por parte del PRI de la Presidencia de la República “traslada” esa función, que por tantas décadas estuviera en manos del Presidente priista, a los gobernadores estatales. Esos serán a partir de entonces los grandes electores lo mismo en las nominaciones internas de candidatos que en la elección constitucional (esto ocurre en el Revolucionario Institucional y también, aunque en menor escala, en el PRD y en el PAN).

Durante un lapso, que va del año 2000 al 2009, los gobernadores priistas ponen al candidato de su partido a la gubernatura y lo hacen ganar (con pocas excepciones; una de ellas la de Sonora). De manera similar ocurre en el PRD, y un poco menos en el PAN. Estos llegan a “legitimar” ese “derecho” --vamos a llamarlo así-- al “delfinato”: cada quien escoge a su “delfín” y lo deja en lugar suyo.

En las elecciones del pasado cuatro de julio ese “derecho” de los gobernadores priistas, principalmente pero también perredistas y panistas, sufre un severo revés. En Aguascalientes el gobernador del PAN no puede poner candidato y menos dejar sucesor; en Zacatecas la gobernadora del PRD sí pone a su “delfín” pero éste pierde la elección constitucional.

En Sinaloa el gobernador priista pone a su “delfín” pero éste pierde la elección constitucional; en Oaxaca el caso se repite, lo mismo que en Puebla; en Durango lo consigue pero gana los comicios de manea muy apretada; en Veracruz se da una votación muy apretada (y aún cuestionada. En Tamaulipas y en Chihuahua los “delfines” se hacen de la victoria ante muy elevados niveles de abstencionismo (que andan allá por el sesenta y tantos por ciento).

Todo esto permite una lectura de las elecciones celebradas el domingo antepasado: en cada uno de los doce estados en donde hubo comicios el electorado rechazó la práctica del “delfinato” (sea priista, perredista o panista). El “derecho” de los gobernadores a dejar sucesor (o “delfín”) está siendo descalificado (y quizá repudiado) por los ciudadanos.

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