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(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
Perro que ladra, no muerde
Todos los sábados, mi director en el Tabasco HOY, Miguel Cantón Zetina, me hace una distinción que no merezco. Me da un espacio extra para que trate de involucrar a mis lectores y lectoras (Que los tengo, a Dios, gracias), y eso me da un cierto valor agregado que no proporciona de lunes a viernes el comentario de la política.
Hoy sin embargo aludo a una fecha personal, la de mi nacimiento.
El próximo martes 3 de agosto, este hombrecito que ni "desface (del verbo en latín "facere) entuertos ni endereza jorobados", cumplirá un año más de existencia.
Tiene, para que usted sacie su morbo, muchísimos veranos (¿o inviernos?) a cuestas.
No se propone celebrar nada. No es como los del gobierno, que primero le rompen el hocico a los pobres engañándolos durante cien años y luego quieren que estos celebren conjuntamente con ellos echándoles unos cuantos petardos de colores y diciendo hipócritamente ¡Viva México!, no, este columnista no es de esos.
Si usted, de manera personal quiere por su cuenta y riesgo agasajarme, cachondearme o disfrutarme, envíe dos que tres pomos de whiskie "18 años" y ahí terminará nuestra celebración.
Regreso al principio de mi asunto. En este espacio sabatino he hablado de mis mujeres, de mis broncas existenciales, de mis hijos, del amor. De vez en cuando me da por besar. En realidad son besos de amigo, de hermano (Los besos de amor no se los doy a cualquiera).
Creo que soy --como dijera el extinto poeta de Chiapas, Jaime Sabines-- un hombre amoroso.
Por ejemplo, el viernes 23 de julio pasado, este columnista conoció en una comunidad de Balancán (Santa Ana), muy de cerca, lo que es una mujer hermosa que podría quitar el hipo a muchas venezolanas y colombianas, que tiro por viaje compiten por los primeros lugares de belleza en el mundo.
La delataron ante mi sus impresionantes veinticinco años y su manera de bailar salsa. Sus piernas eran largas y flexibles. Sus tobillos, toda una imagen de perfección, como una pantera en celo a punto de saltar. Me sonrió de frente y me regaló el "¡hola!" más prometedor que me haya dado una mujer en toda mi vida.
No voy a decir su nombre ni las cosas que ella me dijo, sólo quiero decirle que --como siempre-- mi instinto me salvó.
"Síguela, gritaron cuerpo y alma al par"…Y la seguí. Tuve frente a mí la más perfecta mujer que hayan visto mis ojos en muchos años. Era dueña de una encantadora sonrisa que invitaba al pecado. Sus dientes dibujaban un paisaje exquisitamente esculpido. Pero cuando me tendió su mano y me dio el "¡hola!" más emotivo que me hayan dicho, supe que estaba ante un embriagador y dulce sueño.
Algo se rompió en mi interior. ¿Sería el amor? Después, sentí que caminaba como en una nube de algodón. Y unos minutos (¿u horas?) después, aquella diosa de la jungla se convirtió en el más hermoso sueño que este periodista haya tenido en mucho tiempo.
Recordé a Amado Nervo en aquellos memorables versos de "Cobardía": "Pero tuve miedo de amar con locura,/ de abrir mis heridas que suelen sangrar,/ y no obstante toda mi sed de ternura,/ cerrando los ojos, la dejé pasar…//" He pasado desde entonces una semana de altibajos, de claro-oscuros.
La luz del entendimiento me hace ser muy comedido. El amor estuvo muy cerca de atraparme.
Creo incluso que cuando aquella pantera abandonó a su débil presa, a unos pasos de mí aún volteó para obsequiarme la sonrisa más angelical.
Derrotado, finalmente, por ese portento de hembra, recurrí a uno de los poetas mejor dotados para halagar a las mujeres: Jaime Sabines.
Me salté "Tarumba", "Horal", "La señal", "Adán y Eva", "Mal tiempo", "Algo sobre la muerte del Mayor Sabines". Casi toda su obra. Me interesaba llegar a un poema que la revista "Vuelta", que dirigía Octavio Paz en el año 1974, publicó. En lo personal, me parece es el poema más turbador y que más coincidencias tiene con mi vida y milagros. Se llama "Pensándolo bien": "Me dicen que debo hacer ejercicio para adelgazar,/ que alrededor de los 60 son muy peligrosos la grasa y el cigarro,/ que hay que conservar la figura y dar la batalla al tiempo, a la vejez… "Expertos bien intencionados y médicos amigos me recomiendan dietas y sistemas para prolongar la vida unos años más.
"Lo agradezco de todo corazón, pero me río de tan vanas recetas y tan escaso afán.
(La muerte también ríe de todas esas cosas).
"La única recomendación que considero seriamente Es la de buscar una mujer joven para la cama porque a estas alturas la juventud sólo puede llegarnos por contagio"… Usted --lector lectora-- comprenderá las liviandades eróticas de este columnista. Quizá sean las vísperas de su cumpleaños. Quizá sea la comezón de su sexta década. Quizá sea su condición de diletante cínico e intemporal. Quizá haya influido en él la enésima lectura de los poetas malditos.
Recuerdo aún una perturbadora carta que le envía Arthur Rimbaud a su amante, el poeta Paul Verlaine: "No olvides cagarte sobre "la Renaissance" (Periódico literario de aquel entonces), ahora que lo veas". No se que sea, pero --aquí entre nos-- me vale madres. Sin embargo, no es mi intención que usted se alarme. Finalmente, perro que ladra, no muerde…
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