lunes, 5 de abril de 2010

Opinión: Víctor Manuel Barceló R. /Abr 05

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Solo juntos saldremos adelante.

Hay una petición muy precisa, que viene desde el poder: Hablemos bien de México. Ni extraño ni inconveniente hacerlo. Se trata de nuestra tierra. Pensar en ella, aún toca las fibras más íntimas de nuestro ser, sobre todo si hemos pasado años fuera del territorio nacional, por el motivo que sea. Incluso, quienes tuvieron que huir por hambre y desolación, desde distintos puntos del territorio nacional –en especial el sur-sureste empobrecido- lloran, se emborrachan, pelean, cuando escuchan una canción de su pueblo, su estado, de su México.

Amar al terruño es parte de lo que nos identifica. Es una porción visible y hasta exagerada de nuestra identidad, seamos mexicanos o de cualesquiera nación de Latinoamérica o del Caribe. Pero una cosa es hablar bien de lo que amamos, lo que extrañamos, de donde provenimos y otra “comer camote” cuando escuchamos críticas acérrimas, de nacionales o extranjeros, altamente impactados por los graves acontecimientos que se viven a lo largo y ancho del territorio nacional, en especial la franja fronteriza al norte.

¿Cómo quedarnos callados o intentar defender lo indefendible?. ¿Con que elementos de juicio, datos duros, hechos nobles o mecanismos de acción infalible, podemos sostener un diálogo en defensa, aquí ya no del país –del que siempre hablaremos con pasión- sino de políticas de lucha –de Guerra se califican desde las altas esferas- contra la delincuencia organizada?. ¿Qué éxito real se ha obtenido con poner en riesgo el respeto al ejército del pueblo, heredero de las mejores causas nacionales?. ¿Qué hacemos para profesionalizar la policía y pueda actuar con inteligencia, seguridad y respeto a los derechos humanos?.

¿Los “éxitos” logrados hasta ahora, permiten que pueblos y comunidades se sientan más seguros que antes?. Si sabemos que pobreza y miseria son factores impulsores de la delincuencia, en todos sus grados, ¿tenemos planes, programas, incisivos y consensuados con los interesados, para provocar una explosión de empleo remunerado?. ¿La ingerencia estadounidense, expresada por la Sra. Napolitano, da seguridades de corregir rutas y se llegará a resultados positivos para la población, o es un simple paso más en la escalada del control imperial?.

El ejemplo drástico: Colombia –total entrega a designios, políticas y decisiones del imperio-. ¿Estará siendo estudiado por los órganos de inteligencia nacionales, para evitar que ocurra lo mismo y nos enfrasquemos en una “Guerra” sin solución de continuidad y mucho menos posibilidades de éxitos reales?. ¿Podremos presumir de que el Estado, no solo no es fallido, sino que camina por rumbos sanos, en aras de un desarrollo sustentable?.

Con pena admitamos que no podemos –con la cabeza en alto- defender lo indefendible. Fuera y dentro del país –por magia de los medios- se sabe como fue el traslado del poder ejecutivo entre los dos presidentes de derecha que estamos padeciendo. La sesión de la Cámara de diputados, fue un caos. La legitimidad del régimen, quedó en entredicho, había que actuar con rapidez para hacerle creíble. Los estrategas propusieron una Guerra para “meter en cintura” al narco y de paso bajar presión social, mediante el miedo. Echaron mano de la lealtad del ejercito. De arranque pudo ser útil, ya no.

Ahora corresponde actuar a la sociedad civil organizada. En otras naciones –incluso de nuestro nivel de desarrollo- la organización social, en concordancia con la policía –preparada. honesta, involucrada- logra un modo de vida respetable. No se afirma que se termine con la delincuencia, pero esta ocupa un espacio menor –por muy importante y poderosa que sea- porque no se le provoca con baladronadas de que “vengan los estamos esperando”, frase célebre de un no menos “celebre” funcionario, aún en funciones.

Que necesidad tenemos de ver nuestras calles y demás, patrullados por un ejército que no tiene obligación de hacerlo. Esa es tarea policíaca y no se va a fortalecer, quitando el mando a gobiernos estatales o municipales. Si la idea vino de “allende el Bravo” estamos lucidos. Ellos no lo hicieron ni lo hacen ahora. ¿Lo recomiendan por desesperación ante incapacidad demostrada hasta ahora, en la frontera?. La Sra. Napolitano fue clara a este respecto.

Las preguntas de la gente crecen y se multiplican: ¿Cuántas personas han muerto por estar comprobadamente involucradas en el crimen organizado?, ¿Cuántas asesinadas por estar en la “línea de fuego”, señalándoles como delincuentes, siendo personas honestas, como los casos de los jóvenes de Juárez y del TEC de Monterrey?. Las reglas parecen precisas: quien muere en tiroteo, o por un balazo es sicario en potencia, “integrante del crimen organizado”. Esto es muy preocupante: ¿cuántas muertes involucradas con el narcotráfico, han sido “errores” o exposición en la “línea de fuego”?

La lucha contra la corrupción, en todos los ámbitos de gobierno y civiles, es fundamental. La conformación de una estrategia, medianamente inteligente para controlar a la delincuencia, que nos permita apaciguar las aguas y recuperar la gobernabilidad, mediante paz social y crecimiento económico, sin duda que mejoraría profundamente la imagen del país.

Programas específicos para que las personas participen en la recuperación de la ilusión de vivir en sus ciudades, pueblos y comunidades, es única y proverbial forma para que se hable bien del país, al interior o en el extranjero. Eso si queremos equiparar país con gobierno, que al fin y al cabo –para bien o para mal- lo representa.

Pero no todo está en la cancha de la derecha en el poder. Mucho y variado el compromiso de otras fuerzas políticas: las que se reputan en la izquierda o centro, incluso las anodinas, acomodaticias que responden al mejor postor. Todas tiene compromiso con la nación de la cual viven y esquilman de mil maneras. Algo habría de retribuirse a quienes –la inmensa mayoría de los avecindados en México- les han llevado a los puestos públicos, por elección o acuerdo de cúpulas.

Todos tiene compromisos, a veces no interpretados cabalmente. Dejemos de hacer reuniones de pantalla para seguir “asustando” al crimen. Vayamos a la definición de políticas públicas –avaladas por la sociedad civil- que recuperen la confianza de la gente, que permitan caminar sin el temor de ser confundido o involucrado en una balacera.

Políticas que lleven a la policía a cumplir con sus deberes, a recuperar la razón de su formación: velar por la seguridad de todos. En esta base, recuperemos el control de nuestra economía, fortalezcamos el mercado interno y “jalemos” a nuestros paisanos para que trabajen sus tierras y sus empresas. De ese modo, no necesitaremos pedir que hablen bien de México. Los hechos hablarán por si solos.

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Villah. Tab. 4-abril-2010.

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