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(Publicadfo en el Diario Tabasco Hoy)
Escape del país de los simios
Apreciado médico Carlos Alcudia. Aún recuerdo aquella tarde cuando por instancia de mi amiga Argelia Herrera, llegaste a mi casa. Buscabas el voto de la gente honrada como yo y muchos porque –dijiste- tenías hermosísimos planes para que los votantes del XXI distrito de Villahermosa, tuviéramos en el futuro dos o tres coches deportivos más en nuestro garaje.
A siete meses de aquella muy mona petición, junto a unos sesenta de aquellos pendejos que visitaste, te recordamos con el más profundo cariño. Y es que –¿sabes?- tu decisión de enviar tu dedito a trabajar por Tabasco, ya nos rompió toda la mádere. Pero no importa, como dice Pepe Zurita: todo fue derecho. Los impuestos que tu y los demás “ojales” aprobaron, te los agradecemos porque –sabemos- que tu siempre estás pensando en nosotros.
Gracias, trinche Charlie. Te estaremos esperando para que nos adelantes tus planes a futuro. Suponemos que luego querrás ser diputado como Gina o Adán Augusto, o a lo mejor querrás suceder a Chucho Alí. Y en caso que quisieras echarte una vuelta por acá, no es necesario que nos avises.
En cada casa, vecindad o departamento de Multi 85, el Espejo, todos te estaremos esperamos porque queremos matarte un pollito, o un pavito, si así lo prefieres, para demostrarte cuanto te queremos. Gracias, trinche Charlie, eres increíble, creativo y muy humano. Con los impuestos que aprobaste, nuestros niños tendrán mejores escuelas, mejores gimnasios y campos deportivos y nunca les faltará su lechita.
P.D. Si necesitas un contingente para que te eche algunas porras para apoyar tu trabajo, tu dínoslo, cabrón, te los mandamos, sólo avísanos con una hora de anticipación. Firma, tu “brodie”…
Las jodidísimas carreteras tabasqueñas
Recorrer carreteras tabasqueñas es toda una odisea. Sobre todo si vas a los Ríos. Apenas entras a Chiapas, la carretera es de cuatro carriles. Te encuentras un tramo tabasqueño y es la misma pinche carreterita de hace más de 50 años: de ocho metros de ancho, sin acotamiento y con el espadañal casi en la raya amarilla.
Hasta ahorita la cantaleta de Paco Vega Celorio es que no hay lana. Pero, los impuestos aprobados esta semana, si es que pueden aún exprimir a los más jodidos, dará para hacer carreteras de ocho y más carriles. Los chiapanecos con sus apantalladoras (por ahora) carreteras de cuatro carriles, terminarán por interpelárnosla.
Pues decíale: me encontré en uno de esos periplos tan “ojales” al secretario de Salud, Luis Felipe Graham. Oiga usted, no era de color negro, con el solazo de más de 40 grados, ¡estaba azul! Es a toda madre el trinche Negro. Ya tenemos muchos años de conocernos, es más, soy de los pocos que aún quedan y fuimos a su despedida de soltero.
Lo primero que me dijo fue: ¿Ya te pusiste la vacuna contra la influenza? Por supuesto que estoy vacunado, le respondí, el “brodie” Mario Bustillos me la hizo aplicar en la Cruz Morada.
--¿Y la del dengue?, me ripostó…
--¿Cuál dengue?, le pregunté todo apendejado…
--Por si no lo sabes, el dengue puede convertirse en un asunto de salud pública. Así que si tienes llantas viejas, botes o cualquier recipiente donde se pueda reproducir el mosquito, elimínalo…
--Pues la única llantita vieja que tengo es mi Toña. La bronca es que si trato de sacarla a la calle, voy a salir al final bien “puteado” y yo –te aseguro- no me meto en esos terrenos. Si el trinche mosco me pica, pues que me pique, a lo mejor termina muerto antes que yo porque a mi ya no me circula sangre, me circula puro “Zorro” …
Escape del país de los changos
Agarrar a chingadazos a los diputados porque aumentaron los impuestos es tarea inútil. Ellos sólo reciben órdenes. Todo se lo deben a su manager. El viernes, a eso del mediodía, recibí la invitación de Moncho Rodríguez Laines y Carlitos Villegas para ir a una palapita un poco más allá del Espino.
El calor –compa- estaba en 107 grados Farenheit. Usted me dirá: no seas mamerto, columnista de quinta. Estamos en México y usamos el sistema métrico decimal, no el inglés. La verdad, señor lector (a), alguien movió a lo puro buey algún botoncito del tablero de mi destartalada nave. Pero ya hecha la operación aritmética, aquello andaba por los 42 grados.
El motivo para salir torear al calor fueron, aparte de mi encabronamiento contra los diputados, fue la promesa de Moncho: degustar unas ventrechas de robalo de primerísima calidad en el pequeño feudo –el Pescador- de uno de los últimos mohicanos del perredismo en la zona del Encino: Alcibíades Contreras López.
Confieso que ha sido uno de los días mejor logrados en mi gusto por la buena mesa. Saborear en todo su esplendor el sabor increíble de aquel manjar bajado con un “Verde” portugués que me regalaron Joaquín Sosa y su María, me hicieron olvidar las chingaderas que nuestros hombres públicos cometen en nombre de la patria. ¡Por mi se pueden ir todos ellos a chindar a su mádere!…
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