CIUDAD DE MÉXICO, 26 de noviembre.- El América tenía varias cicatrices por la temporada 1960-61. A pesar de que fueron líderes de la competencia en esa ocasión, no levantaron el título.
Preocupados los directivos por el futuro, apostaron por la contratación de cuatro brasileños: Moacyr, Ney Blanco, Urabato y José Alves Zague.
Este último sería, con el paso de los años, un símbolo del americanismo y su hijo, Zaguinho, la continuación de una estirpe que le dio brillo a las Águilas.
Pero Zague, en 1962, entró al estadio de Ciudad Universitaria, compartió vestidor con los Pumas y defendió la playera de los felinos en un cuadrangular.
Desde Sao Paulo, Zague, que hace unos meses cumplió 80 años, atiende a Excélsior y echa andar una maquinaria de recuerdos sobre ese par de partidos en los que vistió la camiseta de los Pumas.
Era muy diferente a lo que es ahora. Al finalizar la temporada  de 1962, Pumas me pidió prestado al Club América y jugué con ellos dos partidos en un cuadrangular contra equipos colombianos. Eran torneos breves que se hacían de tres o cinco días en la Ciudad de México”, relata.
Uno de ellos fue contra Millonarios y estuvo a punto de hacer un gol de palomita, como se observa en la fotografía.
Hice muchas jugadas, puse pases para gol, pero nunca pude anotar con la playera de los Pumas”, dice de buen talante y jocoso, como es su costumbre al tener un humor diáfano.
Nunca creyó que Águilas y Pumas se complicarían la vida en los años siguientes y que su hijo, Luis Roberto Alves Zaguinho, se convertiría, en medio del parte de guerra, en otro de los símbolos del América y de esta rivalidad.
De hecho, el hijo del Lobo Solitario es el máximo anotador americanista contra los Pumas: 14 goles entre 1986 y 1995.
Era muy diferente en aquel entonces”, relata con frescura José Alves Zague; “los Pumas pidieron que fuera a jugar con ellos por la taquilla y el América accedió. Yo era un jugador diferente, tenía fama, era un buen delantero y llamaba la atención de la gente, por eso me pidieron ir. Recuerdo que conviví mucho con Manuel Echávarri y otros más”, recuerda.
En aquel entonces Pumas debutaba en Primera División plagado de jóvenes como Echávarri, Calderón de la Barca y el portero Zenteno. Zague entonces se convirtió en una publicidad extra en Ciudad Universitaria.
Tres años más tarde, el  delantero brasileño se convertiría en campeón de goleo y pronto en un ser mitológico en la historia del América, pero Zague no ha podido olvidar la experiencia que representó vestir la playera universitaria.
Hoy en día es muy distinto todo, casi impensable que un símbolo de un equipo se pase al otro, ya sea de Pumas o América, pero en aquel entonces no había rivalidad. América buscaba salir campeón y Pumas acababa de entrar a Primera División.”
La rivalidad entre estas dos instituciones detonó en 1985 con la final que perdieron  los Pumas en Querétaro tras un tercer partido y un polémico arbitraje de Joaquín Urrea.
Nunca me sentí como extranjero ni como un invasor de su vestidor; al contrario, los muchachos de Pumas me recibieron muy bien. Hay que recordar que el América jugaba en Ciudad Universitaria en esos años, por lo que ir a reforzar a los Pumas para mí no representó algo extraño. Era mi casa, conocía el camino, los atajos, los pasillos, las puertas, sabía dónde estaba cada cosa, era como jugar con el América. Nosotros nos mudamos al Estadio Azteca hasta 1966”, refiere.
En Ciudad Universitaria, curiosamente, el América levantó por primera vez un trofeo de campeón de liga en la era profesional: “Fue contra el Veracruz. Ese domingo entró la gente  a celebrar al campo y a más de uno nos dejaron en calzones. ¡Nos quitaron todo!”, recuerda  Zague entre risas.
Nunca le faltó a Zague pasión por el futbol, independientemente de la trinchera que haya defendido, pero su corazón está bien situado: “Lo de Pumas fue una bella experiencia, la recuerdo con mucho cariño, pero mi amor estará siempre en el América”.