ELECCIONES ARGENTINA
Segunda vuelta de las elecciones presidencialesArgentina opta por el cambio y consagra a Mauricio Macri como presidente
Argentina ha optado por el cambio. Como auguraban los sondeos a pie de urna,Mauricio Macri, de 56 años, será el sucesor de Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre. Con el 99% de los votos escrutados,el líder conservador se ha impuesto este domingo (51,5% frente al 48,5%) al candidato kirchnerista, Daniel Scioli. "Es un cambio de época, un día histórico. Quiero que construyamos juntos este país. Sin revanchas ni ajustes de cuentas", les ha transmitido Macri a sus seguidores.
Scioli ha reconocido su derrota en el búnker de campaña del Frente para la Victoria (FpV) en Buenos Aires y ha revelado que ha felicitado a Macri telefónicamente y le ha deseado mucho éxito: "El pueblo ha elegido una alternativa, esperemos que Dios lo ilumine para que ese cambio por el que se ha optado sea superador para nuestro pueblo (...). Ahora le corresponde cuidar todo lo que este Gobierno le ha dejado al país, la tasa más baja de desempleo en años, el desendeudamiento, etc.".
Con esa tendencia irreversible de los resultados, Kirchner ha llamado también al líder conservador para felicitarle por su victoria. Kirchner y Macri se reunirán por primera vez el martes para una primera reunión de traspaso de poderes.
Minutos después, Macri ha comparecido en el búnker de la coalición opositora Cambiemos en la Costanera porteña ante cientos de eufóricos seguidores. "Estamos desbordados de alegría. Quiero que construyamos juntos el país porque estamos ante un cambio de época sin revanchas ni ajustes de cuentas. No me abandonen. ¡Vamos, Argentina!", ha clamado el líder conservador.
Mientras, miles de seguidores de Macri se han ido concentrando en el Obelisco de la capital para celebrar la victoria. A escasos metros, los militantes kirchneristas se atrincheraban en la Plaza de Mayo con caras largas y lágrimas por la derrota.
Al frente de la coalición opositora Cambiemos, Macri logró forzar una segunda vuelta hace un mes y su victoria de hoy supone el fin de doce años de preponderancia kirchnerista en Argentina. A Macri le corresponde ahora la tarea de liderar el espíritu de cambio que se ha apoderado de la sociedad argentina en los últimos meses.
Los dos contendientes llegaron exhaustos a una cita histórica tras un largo año electoral. Nunca antes se había celebrado una segunda vuelta entre dos candidatos presidenciales. La jornada electoral, a la que estaban convocados 32 millones de argentinos, transcurrió sin incidentes graves y con una alta participación (79%).
Sin demasiada mística para un cambio de época histórico, dos dirigentes nacidos del riñón político de Carlos Menem en los años 90 y con trayectorias dispares se disputaron en las urnas la sucesión de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), la carismática y controvertida presidenta argentina.
Argentina es un país imprevisible como pocos. Al frente de la coalición opositora Cambiemos, Macri dio el campanazo hace un mes. No sólo forzó un mano a mano con Scioli. Al situarse a sólo tres puntos del candidato del hasta hace poco invencible Frente para la Victoria, el alcalde de Buenos Aires dejó aturdido y sin capacidad de reacción al oficialismo. El rostro desencajado de Scioli en el auditorio Luna Park de la capital la noche del 25 de octubre expresaba algo más que una decepción. Antes de los comicios, el gobernador de la provincia de Buenos Aires ya se veía con la banda presidencial. Pero el viento político dio un giro brusco esa noche. Desde entonces, Macri no ha hecho más que crecer en las encuestas. Y Scioli se ha estancado mientras trataba de esquivar el "fuego amigo" proveniente de los balcones de la mismísima Casa Rosada.
"Votemos en conciencia, como dijo el Papa Francisco". Las palabras del candidato kirchnerista -una etiqueta con la que nunca se sintió cómodo- al depositar su voto hoy en la localidad bonaerense de Tigre eran fiel reflejo de su estrategia de campaña. Consciente de que pese a su pírrica victoria en primera vuelta partía con desventaja para la cita de hoy, Scioli basó su campaña en demonizar a Macri e incluso llegó a citar al Papa argentino como una voz coincidente con la suya en la denuncia del "capitalismo salvaje".
En fábricas, ministerios y universidades se ha advertido hasta la saciedad del "peligro" de volver a la década del 90, los años de "pizza y champán" del menemismo, cuando el país vivió en una engañosa burbuja que al estallar años más tarde, ya con otro Gobierno, dejó una enorme mancha de sangre y un país al borde del precipicio. En esa década de neoliberalismo sin freno, de la que casi todo el país reniega hoy pero que una gran mayoría respaldó en su momento, nacieron políticamente tanto Scioli como Macri bajo la bendición de un presidente peronista a quien hoy nadie se atreve a citar por su nombre en Argentina para espantar el mal fario.
Con su nuevo perfil de candidato a batir, Macri ha llegado a la segunda vuelta con la estrategia del ganador: poca confrontación y un discurso teñido de "esperanzas y alegrías", bálsamo de Fierabrás del centroderecha argentino para resolver los problemas del país.
Cada vez que Scioli le lanzaba un dardo envenenado, el líder conservador respondía con un mensaje conciliador. Todo perfectamente calculado para irritar más a su adversario y presentarse como un dirigente moderado. "Tengo una enorme alegría, es un día histórico. Comienza una nueva etapa para la Argentina",ha dicho Macri al votar, rodeado de una nube de micrófonos. Y luego se ha ido a jugar al fútbol para relajarse un rato y recordar tal vez sus tiempos de mandamás en Boca Juniors.
Críticas a Macri
Criticado durante meses por su rechazo a pactar con todo el arco opositor, el desenlace de la campaña le ha dado la razón a Macri. Su principal asesor, el polémico consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, era partidario desde el principio de la "fórmula pura". El partido de Macri, PRO (Propuesta Republicana), selló una alianza con la centrista Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica pero no llegó a un acuerdo con el otro gran referente de la oposición, el peronista disidente Sergio Massa, también con ambiciones presidenciales. Los sondeos han augurado que la mayoría de los cinco millones de votos que obtuvo en la primera vuelta el Frente Renovador de Massa (21% del total) irían al capacho de Macri.
La principal batalla electoral ha librado en la populosa provincia de Buenos Aires,con el 38% del padrón electoral. Una disputa crucial porque allí perdió el peronismo las elecciones a gobernador hace un mes a manos de la candidata de Cambiemos, María Eugenia Vidal, "mano derecha" de Macri. Una derrota peronista que no se producía desde hacía 30 años. Es en esa provincia donde las huestes de Massa -ex jefe del Gabinete de ministros de Cristina Kirchner- han infligido más daño al kirchnerismo desde su irrupción hace dos años. Peronistas pero resentidos con el arrogante estilo de la presidenta, son esos votantes los quehabrían decidido el destino del país para los próximos cuatro años.
La gran paradoja de la histórica cita electoral, la más relevante desde que Néstor Kirchner llegó al poder en 2003 (después de que un renacido Menem renunciara a batirse con él en segunda vuelta), estriba en que tanto Scioli como Macri representan la antítesis de su predecesora en la Casa Rosada en términos de fervor político. Como esos hijos que desarrollan una personalidad totalmente opuesta a la de sus padres, los líderes que emergen en la era del postkirchnerismo se jactan de su pretendida "despolitización". Se cierra un ciclo político en Argentina y se abre una gran incógnita. Otra más para un país acostumbrado, para bien y para mal, a abrir y cerrar ciclos muy opuestos con relativa frecuencia.
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