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La Gran Depresión del Siglo XXI y las falacias de su estudio.
A finales de este mes de mayo será publicado en Montreal, Canadá, por Global Research, un libro con puntos de vista analíticos y críticos de diversos autores, encabezados por Michel Chossudovsky y Andrew Gavin Marshall denominado “The Global Economic Crisis. The great Depresion of the XXI Century”. Allí, de acuerdo a lo conocido, se expresan investigaciones relacionadas a la compleja red de engaño y distorsión mediática, que sirve para ocultar el funcionamiento del Sistema Económico Global y su impacto brutal en la vida de pueblos y personas.
Trascienden de su análisis, como conclusiones en que todos concuerdan, la clarificación, por un lado y asentimiento, por el otro, de trabajos de investigación, personales o colectivos, que se realizan en diversos claustros universitarios y otros agrupamientos de análisis, de manera primordial en la UNAM. Me referiré, de aquí en adelante, a resultados de la investigación, de esos 16 expertos que proponen tesis, cuyas conclusiones finales podrían ser: “la humanidad se encuentra en la encrucijada de la crisis económica y social más grave de la historia moderna” y que los estudios universitarios y de otros centros de investigación, no van al fondo de la problemática.
En la práctica, no hay región del Planeta, en que la recesión económica no esté profundamente arraigada. Sus efectos son devastadores al llevar a países y regiones a: paro generalizado, colapso de programas de bienestar social y empobrecimiento secuenciado de millones de personas.
A escala general, es un proceso de militarización, “guerra sin fronteras” dirigida por Estados Unidos de América y la OTAN. El comportamiento de la “larga guerra” del Pentágono, está íntimamente relacionado con estrategias de reestructuración de la economía global. Se trata de una crisis en que la arquitectura financiera global, sustenta objetivos estratégicos y de seguridad nacional. La agenda militar del imperio y la OTAN sirve a una poderosa elite de negocios que mina y eclipsa implacablemente funciones del gobierno civil. De allí las contradicciones aparentes –diríamos- entre el Presidente Obama y el Pentágono. Ambos rinden cuentas al stablishment.
El libro se cuela por pasillos de la Reserva Federal, del Consejo de Relaciones Exteriores; detrás de puertas cerradas del Banco de Pagos Internacionales; dentro de las salas de juntas de las corporaciones de Wall Street. Allí donde, con un clic del ratón del ordenador se realizan, rutinariamente, transacciones financieras de enorme alcance, en los principales mercados de valores. Allí se mueve una compleja red de engaño y distorsión mediática, que oculta el funcionamiento del sistema económico global y su impacto devastador en las personas. El análisis se centra en “el papel de poderosos actores económicos y políticos en un entorno labrado por la corrupción, la manipulación financiera y el fraude”. El colapso de los mercados financieros en 2008-2009 -se afirma- fue resultado del fraude institucionalizado y la manipulación financiera.
Los “rescates de bancos” fueron instrucciones de Wall Street. Esto llevó a la mayor transferencia de riqueza en dinero, de la historia documentada. A la vez, se creaba un insuperable déficit público.
Recordemos que para esta situación tan especial, se conformó la comisión del Senado de Estados Unidos que investiga a Wall Street y la crisis financiera, presidida por el demócrata Carl Levin y el republicano Tom Coburn. Dicha comisión reconoce cómo los grandes bancos de inversión -en primer lugar Goldman Sachs- llegaron a ser "especializados en los mecanismos de invención de instrumentos financieros sintéticos." Los activos trasnacionales anclados en valores reales de un mercado normal, existen en cantidades finitas; “hay determinado número de inmuebles, de acciones o de barriles de petróleo en los que se puede invertir”. Sin embargo, los "productos financieros sintéticos" no se refieren a activos reales, por ello su cantidad es potencialmente ilimitada. Se tornan en apuestas que hacen operadores sin interés en los activos reales de referencia, "se transforman en fichas de un gigantesco casino."
En el libro se afirma que el deterioro mundial del nivel de vida -caída en picada del gasto de consumidores- pone a la estructura del comercio internacional de artículos, en peligro. El sistema de pagos y transacciones de dinero vive una situación caótica. Tras colapso del empleo, se distorsiona el pago de salarios, desencadenando dramática caída de gastos en artículos de consumo y servicios. El descenso del poder adquisitivo repercute negativamente en el sistema productivo, provocando: despidos masivos, cierres de fábricas y bancarrotas. La demanda de los consumidores se agrava por el crédito congelado, desmovilizando recursos.
La decadencia económica es acumulativa. Se afectan todas las categorías de la fuerza de trabajo. Ya no se implementan pagos de salarios, se trastoca el crédito y las inversiones de capital se paralizan. Paralelamente, en los países occidentales la “red de seguridad social” del Estado de Bienestar, que protege a parados, también está en peligro. Esto apunta a una “Gran Depresión” como la de la década de 1930. Que se intenta eclipsar por un férreo consenso: “La economía está en vías de recuperación”. En paralelo, Wall Street pasa por alto, intencionadamente, el hecho de que el colapso financiero no es una burbuja inmobiliaria de viviendas. De hecho, la crisis tiene muchas burbujas que dejan pequeña la inmobiliaria de viviendas, que estalló en 2008.
Entre autores del libro existe debate acerca de cuándo ocurrirá la recuperación. A principios de 2010 se predijo y confirmó la “recuperación” de la economía imperial por medio de un “cuidadosamente trabajado aluvión de desinformación mediática”. En tanto, la difícil situación del paro en el imperio se camumfla. Consideran la bancarrota como fenómeno microeconómico. Informes sobre bancarrotas revelan realidades locales, no un panorama global de lo que ocurre nacional e internacionalmente. Cuando se suman cierres simultáneos en ciudades y poblaciones del imperio, emerge un panorama grave: están cerrando sectores enteros de la economía nacional.
Se sigue engañando a la opinión pública –dicen- respecto a causas y consecuencias de la crisis y las soluciones políticas. Se lleva a la gente a creer que la economía tiene su propia lógica, insistiendo –diríamos- en la libre interacción de las fuerzas del mercado junto a poderosos actores financieros, que “tiran de los hilos” en las salas de juntas de las corporaciones, mismos que no podrían haber influido en los acontecimientos económicos. La incesante y fraudulenta apropiación de riqueza -parte integral del “sueño americano”- continúa. Expresa Michael Hudson: se afianza el mito: “sin riqueza en lo más alto no habría nada que goteara hacia abajo”.
Lógica viciada para ocultar orígenes estructurales e históricos de la crisis económica global.
La desinformación mediática sirve a intereses de un puñado de bancos globales y especuladores institucionales, quienes utilizan su dominio de los mercados financieros y de mercancías, para amasar enorme riqueza en dinero. Las altas esferas del Estado están controladas por la clase dirigente corporativa, incluyendo especuladores. Los “rescates de bancos”, presentados como requisito para la recuperación económica, facilitan y legalizan una mayor apropiación de riqueza. Precipitar el colapso del competidor y causar estragos en economías de países pobres, son consecuencias de la manipulación, parte integral de la arquitectura financiera, insertadas en el sistema.
Una reflexión interesante de los autores es su apreciación de que la profesión económica, particularmente en universidades, raramente aborda el “mundo real” de los mercados. Constructos teóricos -modelos matemáticos- representan un mundo abstracto, de ficción, en el que los individuos son iguales. No hay distinción teórica entre trabajadores, consumidores o corporaciones; todos son “operadores individuales”. Ningún individuo solo, tiene poder o capacidad para influenciar el mercado. Tampoco hay conflicto entre trabajadores y capitalistas.
Se pasan por alto procesos de fraude del mercado, de manipulación. Los programas de economía de las universidades no examinan los siguientes temas: la concentración y centralización de la toma de decisiones, el papel de elites financieras, thinks tanks económicos, las salas de juntas de corporaciones. El constructo teórico es disfuncional; no se puede utilizar como herramienta para comprender la crisis económica.
La ciencia económica es un constructo ideológico que sirve para justificar el Nuevo Orden Mundial, mediante postulados dogmáticos para mantener el libre mercado. Niega la existencia de desigualdades sociales y a la naturaleza, movida por beneficios al sistema. El papel de poderosos actores económicos y cómo son capaces de influenciar el funcionamiento de mercados financieros y mercancías, no preocupa a los teóricos. Raro que consideren los poderes de manipulación del mercado que sirven para apropiarse de riqueza. Cuando se reconocen, se dice que pertenecen a la sociología o ciencia política, soslayando su interacción, de origen, con la economía.
Por ello, los egresados de esas universidades, raramente analizan el marco político e institucional que hay detrás del sistema económico global, formado en los últimos treinta años. Consecuencia de ello es que -con honrosas excepciones- la economía como disciplina no proporciona, aún, el análisis necesario para comprender la crisis económica. Sus postulados de libre mercado niegan la existencia de crisis –un simple catarrito dijeron-. El centro de atención de la economía neoliberal es el equilibrio, desequilibrio y “corrección de mercado” o “ajuste” por sus mecanismos: así pretenden hacer volver a la economía “a la senda del crecimiento auto sostenido”. Esta es la falacia que siguen recetándonos desde el poder, a pesar de las muy visibles adversidades. Deciden egresados de universidades, creadoras del neoliberalismo.
Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com 30 de mayo de 2010.
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