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LOS RATONCITOS VERDES
“Había unos ratoncitos que soñaban con ser grandes un día…”
Como mexicano me siento orgulloso de haber nacido en un lugar tan hermoso, en un país con una posición geográfica de privilegio, con montañas, con valles, con ríos, con mares, en una nación con tanta riqueza en sus entrañas. Hubiese deseado -como seguramente miles de connacionales- que esos vastos recursos estuviesen administrados honestamente, por un gobierno de calidad, eficaz y eficiente, en donde trabajaran personas con amor a su patria, a su tierra y a sus hijos.
Desafortunadamente las cosas no son como deberían ser. Los pesimistas dicen que los buenos solamente ganan en las películas. Y en la realidad vemos que los malos llevan mano. Por esa razón, las cosas están tan mal en el país, en todos los aspectos y en todos los niveles de nuestra sociedad.
Así como tenemos un gobierno presidencial ilegítimo por haber logrado su ascenso al poder en forma cuestionada y desigual, así está de mal en nuestro país la educación, la baja productividad, la competitividad, la falta de empleos con salarios dignos, la falta de viviendas decorosas para la población, la mala dieta del mexicano, los malos y caros servicios de salud pública y privada, los altos niveles de corrupción, los costosos servicios de luz, teléfono, agua, que otorga la iniciativa privada y el mismo gobierno a la población, por mencionar solo algunos aspectos.
En síntesis, podemos decir que vivimos en un país, con una situación general realmente preocupante, consecuencia lógica de una estructura económica en donde, desde hace muchísimos años, las ganancias de la producción nacional se reparten entre menos del 1% de la población nacional. Y desde luego, el deporte nacional, con todas sus especialidades no se salva de ésta espantosa situación.
Cada cuatro años en los juegos olímpicos, y en los campeonatos mundiales de fútbol, desde hace muchos años, escuchamos la misma canción, que nuestras selecciones nacionales en cualquiera de las especialidades y en los distintos eventos internacionales siempre realizarán su máximo esfuerzo, “participando como nunca, pero perdiendo como siempre”.
El nivel del deporte no es más que un fiel reflejo de la situación económica, política, social y cultural que tiene un país en su contexto nacional. Por ello, lo que acontece con la selección mexicana de fútbol, cada cuatro años, debe verse como un hecho normal, sin rasgaduras de vestiduras.
Cuánto sirven para entender el comportamiento humano, las sabias palabras del científico alemán Albert Einstein, cuando afirmaba: “no pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo”. Esto viene a cuento por la crisis que vive permanentemente “nuestra” Selección.
Muchos erróneamente, ven al fútbol mexicano separado de los problemas que vivimos todos los días a nivel nacional, como si el fútbol estuviera en una isla alejado de nuestra patria mexicana. Es decir, no tienen el mínimo sentido común para percibir que éste solo es producto de todo lo que acontece en nuestro país, en todos sus retrasados ámbitos.
Al gremio del fútbol en México, desde hace muchos años, lo cooptaron los grandes intereses económicos para hacer comercio con él, no deporte. Y las enormes ganancias que los vivales obtienen año con año, se quedan en muy pocas manos. Procurando tener siempre a los fanáticos, emocionados, sentados al borde de las sillas, comiéndose las uñas, todo, para seguir obteniendo los mismos insignificantes resultados.
Por ello, se ha vuelto deporte nacional crear -a través del duopolio televisivo y sus agoreros-, falsas expectativas a los mexicanos, haciéndoles creer, que ahora sí, con “El Vasco” Aguirre al frente, nuestro fútbol estará a la altura de los mejores del mundo, cuando la verdad, es que cada cuatro años, seguiremos jugando haciéndole honor al nombre de los famosos “ratoncitos verdes”.
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