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(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
“Si uno no miente la vida se vuelve insoportable”
fcoperalta42@hotmail.com
Envejecer “me parece asunto espantoso. No hay nada nuevo en envejecer. Tengo setenta y cuatro años y sé que no te vuelve más inteligente, no te vuelves más sabio, ni tampoco te hace más dulce, ni mucho menos más amable”, declaró recientemente en Cannes, donde se estrenó su película “You Will Meet a Tall Dark Strange”, el cineasta Woody Allen.
“La espalda te duele, sufres más indigestión y la vista no es tan buena, además de que necesitas ayuda para oír. Envejecer es algo malo, y les recomiendo no hacerlo”, dijo quién sabe qué tanto en serio y qué tanto en broma.
Para este cineasta los romances entre personas de “edades muy diferentes… son una forma de alegrarse, una cosa buena y provocadora, así que realmente la uso para eso”, ironizó. Pues en esos casos la vejez no es espantosa, ni poco recomendable, ¿o no es así míster Allen?.
Quizá lo mejor sería nunca llegar a viejo, ¿pero hasta cuándo se irá a descubrir la fuente de la eterna juventud?. Empero envejecer no es “asunto espantoso”, como diría el setenta y cuatro añero de Woody Allen, tampoco es más dolores de espalda, volverse gruñón, enfermarse con frecuencia, pasársela de dolencia en dolencia, tener que ingerir atolito y cosas de esas, andar en tres pies, cuidarse de un mal viento para no agarrar un resfriado de esos, no salir solo a ninguna parte, eximirse de todo, sentarse en un sillón y ver pasar la vida y esperar la llegada de la muerte.
Ser viejo tiene sus encantos hoy en día (y bien que los conoce, porque los ha disfrutado, el septuagenario Woody Allen). ¿Además, quién puede evitar envejecer aún con todos los adelantos de la medicina, con los nuevos estándares de vida, en una sociedad de bienestar como la de la élite norteamericana e internacional, en la que se mueve como pez en el agua el laureado cineasta, y con tantos satisfactores a la mano, como él, al que tanto le debe alegrar el corazón la cercanía --con derecho no sólo a ver sino también a tocar-- de bellísimas mujeres?.
Que ni se queje Woody Allen; que ni nos salga con que la vejez es espantosa; y que ni nos recomiende no envejecer porque “es mal negocio”. Que no nos diga que no está disfrutando sus setenta y cuatro años, porque no se lo vamos a creer. Que no nos inhiba a hacernos viejos; que no nos haga tenerle miedo al envejecimiento.
Woody Allen habría dicho también que “no tiene nada de romántico ser el abuelo de la historia”, sino que “mejor es ser galán y quedarse con la chica”. En sus películas, claro, y quién dice que no en la vida real. Por eso señaló, en el encuentro que con periodistas y personalidades del séptimo arte sostuvo en el hotel Carlton, de Cannes, que prefiere dirigir a actuar “para no ser el anciano de mis propias películas”.
Pero el sentido del humor de este comediante y cineasta no llegó hasta ahí solo; todavía tuvo más ocurrencias esa noche de gala. “sí uno no miente, la vida se vuelve insoportable”, afirmó.
“La vida es siempre una experiencia dura, dolorosa, una pesadilla” y “la única manera que se puede sobrevivir es si uno miente y se miente”. ¿Qué le parece esto a usted, lector, lectora?. ¿Está de acuerdo en que no hay otra forma de vivir, y de ser feliz en esta vida “tormentosa”, que mintiendo siempre a los demás y a uno mismo?.
¿Será cierto, como Woody Allen afirma, que “la única forma de ser feliz es si vives engañado”?. Pueda ser que sí, aunque pueda ser que no. ¿O qué cree usted lector, lectora?
Pues la fórmula feliz del “realizador” norteamericano es “no envejecer” “engañarse” a sí mismo y “engañar” a los demás y dejarse engañar por ellos. De otra manera no habrá modo de ser feliz en esta vida, o cuando menos de aparentar cierta felicidad. Viejo, sin engañarse, ¿a dónde irá uno?, podría resumirse la filosofía woodyana. No hay que envejecer, pues, ni dejar de decir y de creer mentiras.
No envejecer --grábeselo usted-- y engañar y dejarse engañar --grábeselo también-- es la clave de la felicidad. No envejezca, no diga la verdad --o viva en un mundo mágico--. Hágale caso a Woody Allen; a lo mejor eso hace más feliz la vida de usted lector, lectora. No pierde nada con intentarlo. U olvide todo esto y disfrute la próxima película de este actor y director y ahora solamente realizador y, eso sí, siempre comediante y con una gran vena humorística, a quien no hay que creerle todo ni mucho menos tomarlo muy en serio.
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