(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
Cuando se pierden los valores
Hará unos cincuenta años, un hombre noble y bueno empezó a hacer carrera política en su natal Cunduacán. Durante quince o veinte de esos años, luchó en cada comunidad de su pueblo hasta que ya en edad madura --por los 40 años-- sus paisanos le confiaron la presidencia municipal. Me refiero a Juan Armando Gordillo de Dios. Su pueblo fue transformado por su mentalidad triunfadora. En todos los municipios de Tabasco le reconocieron lo que hizo: una moderna ciudad que --sin perder su virtuosa y amable traza provinciana-- tuvo (tiene) una imagen de vanguardia: Infraestructura urbana de primera calidad, espacios públicos atractivos, una ciudad deportiva envidia de muchos, un libramiento urbano muy útil y muchos detalles que cuarenta años después ni siquiera han sido igualados por ningún otro presidente municipal. La imagen impresionante del Cunduacán de hoy es la que le impregnó Juan Armando Gordillo de Dios hace 40 años. Durante ese tiempo, la comunidad lo recordó siempre hasta que hace unos tres años a Gordillo de Dios le pegó la ventolera de regresar a la política. Y lo hizo estupendamente. Venció a todos sus adversarios con la fuerza de su trayectoria de hombre honesto, aunque ya no bajo las siglas de su anterior partido, el PRI sino por las del PRD, partido de oposición. Muchos ciudadanos sin embargo lo empezaron a criticar porque en su campaña empezó a intervenir su hijo, el arquitecto Ulises Gordillo Presenda. Todas esas voces advertían a Juan Armando que alejara a su familia de las decisiones municipales. Se hablaba no sólo de su hijo Ulises, sino incluso de una de sus hijas. El nuevo presidente --sin embargo-- ciego y sordo ante las excitativas populares, cayó en el nefasto uso del nepotismo. Dejó que su primogénito dispusiera de los recursos del municipio. Antier sábado 11 de junio, el orgullo de su nepotismo fue capturado por fuerzas federales, estatales y municipales. Entendemos que Juan Armando, el presidente municipal de Cunduacán, fue rebasado por su amor filial. El poder --usted lo sabe lector lectora-- se ejerce, pero no se comparte. Más aún: el detenido hijo está mostrando una total falta de educación personal y carece de valores morales, familiares y humanos. Para todos aquellos que tenemos un hijo, como es el caso de Juan Armando con su Ulises, tenemos que advertirles que no cometan errores de ese jaez. Nada agrede más a un ciudadano que un hijo de funcionario prepotente y soberbio. Los excesos de que se acusa al arquitecto Gordillo Presenda son inadmisibles en un hombre de la experiencia de Juan Armando. Deseo a Juan Armando, mi amigo en lo personal, que resuelva episodio tan desagradable. Y a todos aquellos que tengan el mismo problema, decirles que el ejemplo tan brutal de Cunduacán, debe servirnos para comunicar a nuestros hijos e hijas, en esta hora tan difícil de Tabasco, que el horno actual en que vivimos no está para bollos…
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