(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
¿Por qué no escuchar a Lula?
La táctica de guerra implementada por el gobierno de Felipe Calderón en contra del crimen organizado evidentemente no ha dado resultados positivos en México. Es más, el hecho de sacar al ejército a las calles (y a la marina nacional) e inyectarle tantos y tan cuantiosos recursos económicos --que tuvieron que quitarse a otros rubros gubernamentales-- a la compra de armamento y a otros gastos, de suyo onerosos, hasta resultó contraproducente --a más de prácticamente inútil-- al gobierno federal (y a los gobiernos estatales y municipales). De la manera como se ha llevado a efecto la lucha contra la delincuencia organizada no podían esperarse buenos resultados, y desde luego no los ha habido: el clima de violencia, la inseguridad pública, el temor de en un momento dado ser la siguiente víctima, etcétera, no ha desaparecido (y ni siquiera ha disminuido en el país). Detienen, matan, enjuician, encarcelan, arraigan, a un determinado líder criminal y la situación nacional no mejora en ese renglón. La cifra de muertos continúa a la alza y el número --se dice-- de jóvenes que la delincuencia enrola entre sus filas crece igualmente. Por allí, se ha dicho una y otra vez, y no solamente por ciudadanos comunes y corrientes sino por expertos en el tema, no se va a lograr el propósito de abatir el índice delincuencial en el país. El gobierno federal, sin embargo, persiste en su estrategia, sin escuchar esas voces. A fuerza de balas, de acciones militares (por más espectaculares que sean), de meterle grandes cantidades de dinero a lo que se llama la "militarización de la nación, de acciones ministeriales, no se va a lograr más de lo que hasta el día de hoy se ha logrado en ese campo. Luis Ignacio Lula da Silva, ex presidente de Brasil, durante su visita a México declaró que "si no se dan oportunidades a los jóvenes empezarán a hacer cosas que no deberían", proponiendo, así, "empleo, educación, cultura y oportunidad a éstos, como "conjunción de acciones que deben de emprenderse para acabar con la violencia asociada al crimen organizado". No es sólo con armas, con militares y marines en las calles, con cárceles llenas, con ministerios públicos atiborrados de trabajo, con jueces dictando órdenes de aprehensión o de arraigo e imponiendo largas condenas, como se va a bajar el índice delictivo en México. De esa forma, además, no se ha reducido, y no sé cómo pueda reducirse, más todavía cuando cada vez más jóvenes --como lo demuestran algunas estadísticas que se han publicado a ese respecto--, sin alternativas laborales o de estudios, tienen que caer en sus garras. La voz de Lula debe escucharse. Es necesario que Felipe Calderón y su gobierno la escuchen, para que a la vez que combatan con rigor a la delincuencia organizada implementen estrategias que den oportunidades de empleo, de cultura, de educación, de una vida digna a los jóvenes (y desde luego también a los adultos y a los viejos.
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