(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)
* erwinmacario@hotmail.com
La tinta y las balas
Porque en medio de esta guerra mal
planteada, mal hecha, mal dirigida,
de esta guerra que ha puesto al país
en estado de emergencia, han sido
incapaces —a causa de sus mezquindades,
de sus pugnas, de su miserable grilla, de su
lucha por el poder— de crear los consensos
que la nación necesita para encontrar la unidad
sin la cual este país no tendrá salida.
Javier Sicilia/ Carta abierta a los políticos y
a los criminales
¿Hasta dónde el pueblo mexicano tiene derecho a conocer lo que sucede diariamente a lo largo y ancho del país en la “guerra de Calderón”? ¿Hasta dónde está la responsabilidad del periodista, sin arriesgar, claro, su seguridad personal y la de su familia?
No se trata de una defensa del periodismo político que, más bien que mal, se ejerce en México.
Todavía no se acude, como en el silencio de la nota diaria, a los métodos porfiristas, en los que nos ilustra Secanella, en la obra ayer citada: “El periodismo más combativo fue el que heredó el general Díaz. Esa prensa recibió una protección mesurada durante el primer período del porfirismo. En la segunda administración de Porfirio Díaz (1884-1888), se definió la política de prensa. Se acabó la transigencia. Empezaron a menudear los encarcelamientos y presiones de todo tipo contra los periodistas. Al mismo tiempo se iniciaron las prebendas y subvenciones a los diarios y profesionales adictos. La prensa de oposición fue bastante activa, aunque con interrupciones políticas. Los escritores adictos empezaron a recibir canonjías y a contar con empleos al margen de la profesión”.
Esta vez, este texto, no es una defensa al periodismo político. Sin embargo, éste no puede separarse del acontecer criminal.
La nota roja, silenciada en parte, en gran parte, se vuelve comentario, columna, artículo de opinión: periodismo político. Toma la calle y las páginas de la prensa, los tiempos de la TV y la radio.
Un escritor, Javier Sicilia, se levanta y nos recuerda, con Bertolt Brecht, el duro precio del silencio: Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: "Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir".
El verso fue, en nuestra columna aparecida ayer martes, el epígrafe.
Lastimado por la muerte de un hijo, en esta guerra, el escritor Sicilia es la voz de los que callan, al acusar al gobierno, a los políticos “porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces —a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder— de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida”.
Y alerta: “En medio de esa corrupción que muestra el fracaso del
Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo
Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida”.
Su voz se vuelve trueno de protesta, desde la impotencia: “De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sin sentido.
“Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus
ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias…”.
Voces como la de Sicilia, silencios como la de las víctimas —que no hallan espacios en los medios— convierten la noticia policíaca en terreno, tema del periodismo político y, en éste, generan la necesidad de que la convicción y la responsabilidad se pongan en la balanza.
Javier Darío Restrepo, en su última columna, por la que fue despedido del Diario El Colombiano, el 7 de mayo del 2009, ilustra bien el conflicto entre decir y callar: “Esa información, admito, sería antiética si fueran simples rumores, afirmaciones sin sustento, maledicencia política. Pero son hechos que uno no podría negar aunque quisiera. Negarlos implicaría complicidad y sobre todo irresponsabilidad profesional del periodista…" .
En Restrepo, especialista en ética, su convicción está ligada a la responsabilidad de todo periodista, defender la información como un derecho social: “…son hechos que uno no podría negar aunque quisiera. Negarlos implicaría complicidad y sobre todo irresponsabilidad profesional del periodista…..", señala en su texto, motivo de su despido, que ya usamos en otra entrega, señalando que, para el colega colombiano, responsabilidad y ética son responsabilidad de las consecuencias y que otros espacios de libertad recorrería su pluma.
LADO CLARO
Si bien el periodista político no puede enfrentar al delincuente sofisticado de armas letales, la tinta de las plumas ganan las batallas contra las balas en una guerra incruenta que la Historia recoge.
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