(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
Recuerdos por María Antonieta
El lunes 23 de mayo pasado cerró sus ojos para siempre María Antonieta Colorado Landaverde de Lastra. Fuimos durante muchos años compañeros en la redacción del Tabasco HOY. Discutimos, debatimos, nos enfrentamos, nos dijimos pero --finalmente-- terminamos por ser amigos mucho más allá de lo entrañable. Quizá nos unió en aquellos años la identidad, el origen. Tanto ella como su servidor nacimos en Tamaulipas, ella en Tampico y el que esto escribe en una pequeña villa, Antiguo Morelos, a unos 28 kilómetros de Ciudad Mante, pequeño paraíso terrenal. Pero, ¿qué significó la amistad que ella y su servidor cultivamos? Verá usted, he tenido relaciones con innumerables mujeres. Yo creo que todas --salvo alguna lastimosa excepción-- son esa parte íntegra del gran jardín de Dios. No se cuál haya sido su color favorito, pero ahora que ha muerto la asocio a dos de estos matices: el amarillo, un color que representa la vida en plenitud y el violeta, cuando los días invernales se posesionan de todos los alféizares de nuestras ventanas. ¿Qué recuerdo más de María Antonieta ahora que se ha muerto? Su recia personalidad. ¿Quién podría poner a prueba el carácter, el temperamento de mujer de puerto de esta indómita mujer? Pocos. Quizá a mi amiga la haya traicionado alguna vez su temperamento, pero uno prefiere mejor así --de frente-- a una mujer como ella. Más que una actitud hipócrita, sibilina, María Antonieta te mostraba --como las panteras-- su carácter, su personalidad, su actitud dura que bastaba y sobraba para ser papá y mamá al mismo tiempo. No sé si sus hijas Alejandrina y Evangelina le hayan sacado algo. Sólo sé decirles que esas jornadas a veces de más de 18 ó 20 horas diarias haciendo su trabajo de "socialitera" eran en verdad extenuantes. Gracias a esa entrega generosa de María Antonieta, pensando sólo que el Tabasco HOY tuviera la mejor información de sociales; en que Alejandrina y Evangelina tuvieran educación de superior nivel, la hicieron enfrentarse al monstruo que es el trabajo sin dar ni pedir cuartel. Evento tras evento, ahí estaba mi amiga con su inseparable camarita tomando una, dos, diez, doscientas fotografías. ¿Alguna vez descansó? No creo. Era una auténtica máquina de trabajo para que a sus cachorrillas no les faltara nada en el Tec de Monterrey a donde las envió a estudiar. Si Alejandrina y Evangelina quieren presumir lo que son pensando en el ejemplo que deja su madre, quizá tengan que pasar muchos años para hacerlo. La vida a veces no te da chance de medir tus propias fuerzas. Incluso las actuales cronistas "socialiteras" a lo mejor nunca superarán lo que esta gran mujer hizo. En cuanto al colorido jardín de Tabasco y su sociedad, donde María Antonieta sembró y cultivó amistades, amores y desamores, se le recordará siempre como una de sus cronistas más versátiles y ejemplares. Descansa en paz, amiga querida. Quizá ni siquiera.
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