Juan Ochoa Vidal
Publicado en el Diario El Heraldo de Tabasco
Entre mezquindades y agandalles
Expediente que amerita profunda reflexión en la medida de que es representativo de cómo puede lograrse un relativo éxito en política a través de encaramarse sobre otros, cual festín de cangrejos en canasto, es el de Jesús Alí de la Torre.
Durante el nemismo ocupó un modesto cargo en Oficialía Mayor de Gobierno. A la caída del extinto ex gobernador, José Antonio de la Vega lo recomienda ante Arturo Núñez Jiménez y pronto se convierte en secretario particular del actual gobernador.
Ya para 1997, Alí había apuñalado a Pepe Toño. Durante los años siguientes saca jugo a su posición. En 2000, se suma a Manuel Andrade y logra ser diputado federal vía plurinominal, producto de la primera gran derrota del PRI.
Andrade lo hace diputado local. Juega con todos los aspirantes en 2006 y se les mete a Andrés Granier y Humberto Mayans. Este último lo utiliza luego para desbarrancar a José Escayola y a Humberto de los Santos en la puja por la alcaldía de Centro.
Mayans está convencido de que Alí le será leal y útil para su proyecto. Empero, desde el primer día en que es alcalde, éste ya ha traicionado de nuevo: se ve a sí mismo como potencial beneficiario del pleito entre Evaristo Hernández, Luis Felipe Graham, Georgina Trujillo, José Carlos Ocaña y Humberto.
Sus adversarios lo minimizan al enterarse de que maneja encuestas “patito” y teje la apariencia de popularidad por medio del derroche de recursos públicos en propaganda, a la vez que se le hinca a Benito Neme, por su cercanía con el candidato presidencial del PRI.
En la hora decisiva, cuando ya Mayans se había hecho a un lado y sólo peleaba por la primera posición en la fórmula para el Senado, termina desplazando también a Graham porque Granier no tuvo carácter y sí miedo de sacar adelante, a como diera lugar, a Luis Felipe, otro oportunista.
Y ahí tenemos a Jesús como candidato. Ensoberbecido, cree que el siguiente paso será comerse al mundo de un bocado. En realidad, a un costo difícil de calcular, logra muchísimo cuando en el desenlace electoral se coloca a poco más de ochenta mil votos de Núñez.
Para él, eso constituyó toda una hazaña, si consideramos los efectos Obrador y Granier, así como el desgaste en el proceso de selección de abanderado tricolor; pero, sobre todo, la estatura política y moral, de su contrincante y antiguo jefe.
Y obsérvese lo siguiente:
Hoy, con Graham prófugo de la justicia, Mayans con su estructura deshecha, Gina Trujillo absolutamente alejada de sus simpatizantes, Evaristo con cierto apoyo aunque a la par con mucho rechazo, pudiese tenerse la apariencia de que Alí es la única carta con que cuenta el tricolor para ir por la gubernatura en 2018.
Entre los priístas, Alí es el único que cuenta con cierta estructura. No estamos hablando de su imagen ante la sociedad en general.
Y ahí se tiene que el ex candidato al gobierno anda en campaña para ser diputado federal –se tira la bola alto para que caiga lo más lejos posible- aunque en realidad le gustaría ser diputado local y, en sus cuentas, próximo presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local.
Nada más que Chucho está en serios problemas, al igual que –en la acera de enfrente- los morenos, amarillos o verdes (ya no se sabe) Adán y Rosalinda López Hernández.
Resulta ser que los tres personajes son muy mal vistos por los principales factores de decisión en sus respectivos alineamientos.
A Alí, por el mal que le ha hecho al priísmo, no lo quieren Enrique Peña, Miguel Angel Osorio, César Camacho Quiroz, y tampoco Luis Videgaray. No lo soportan.
Hacia abajo, a ras de suelo podría decirse, al igual que Evaristo tiene seguidores pero también un muy alto rechazo.
Para colmo, el ex candidato priísta y sedicente prospecto para el VI Distrito Electoral Federal continúa con sus actitudes de “agandalle” y juego sucio en contra de sus propios compañeros de partido.
Está sumando, sí, pero a todos en contra suya. Los demás aspirantes, a sabiendas de que las elecciones del 2015 marcarán pauta en cuanto a lo que sucederá rumbo a la sucesión gubernamental, podrían pactar y dejar pasar a cualquier otro, mas no a Chucho. Será ahora.
Y a Chuchito se la tienen guardada no nada más los de adentro de las filas priístas.
Por lo que respecta a los hermanos López Hernández, su asunto está igualmente complicado, por más que ambos cuenten con un cierto potencial electoral.
Los astros –permítase la referencia- se alinean para que tampoco pasen Adán y Rosalinda. De entrada, desconfía de los dos Andrés López Obrador, aunque el primero piense que lo ayudó en algo la decisión de votar en contra de todo el paquete de reformas en materia energética.
A Rosalinda –de nuevo pedimos permiso por la expresión- la besó el diablo al dejar entrever la amenaza de aliarse con el madracismo que ahora es franquicitario del Partido Verde en Tabasco. Sólo le faltó buscar a Carlos Salinas para tomarse la foto con él.
Hay cosas que Andrés Manuel no perdona nunca.
En cuanto a los priístas, la idea del Comité Ejecutivo Nacional, a partir de la experiencia vivida en otros estados donde antes perdió el poder, es jugársela esencialmente con jóvenes; sobre todo ahora que por mandato constitucional deben reservarse espacios de competencia electoral para mujeres y el segmento juvenil.
Alí es ya un dinosaurio. Un cartucho quemado. También lo es -entre otros- Evaristo Hernández.
Hay quienes, como Gina Trujillo, arriba está políticamente vigente; bien vista en el centro del país; pero ha vuelto a incurrir en la situación que le impide, a la hora de las grandes decisiones, figurar como bien posicionada en encuestas: olvida que “santo que no es visto no es adorado”.
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