sábado, 12 de enero de 2013

TRANSPARENCIA POLÍTICA / Erwin Macario / Columna / Las órdenes II / Ene 12

Publicado en el Diario Rumbo Nuevo
erwinmacario@hotmail.com


Las órdenes II

—Te juzgarás a ti mismo —le respondió

el rey—. Es lo más difícil. Es mucho más

difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los

otros. Antoine de Saint-Exupéry / El Principito

Ayer viernes fue una parte del encuentro de el principito con el rey que da órdenes.

En el caso citado del columnista Samuel Cantón, acerca de que el gobernado Núñez ha afirmado que cuando se da una orden, hay que asegurarse de que se vaya a cumplir, daba por muestra el inicio del desmantelamiento del viejo régimen priísta, según él por las acciones contra funcionarios de la Secretaría de Salud, las caídas de las cabezas en el Tribunal Contencioso Administrativo y en el Instituto Estatal de Participación Ciudadana de Tabasco y en que “no ha habido ratificados de los funcionarios del depredador Granier”.

Antes de entrar en calor, lea usted otra parte de ese capítulo de la obra que Saint-Exupèry escribió para los niños pero la dedicó a una persona mayor, Leon Werth, pero cuando éste era niño:

—Ya no tengo nada que hacer aquí —le dijo al rey—. Me voy.

—No partas —le respondió el rey que se sentía muy orgulloso de tener un súbdito—, no te vayas y te hago ministro.

—¿Ministro de qué?

—¡De... de justicia!

—¡Pero si aquí no hay nadie a quien juzgar!

—Eso no se sabe —le dijo el rey—. Nunca he recorrido todo mi reino. Estoy muy viejo y el

caminar me cansa. Y como no hay sitio para una carroza...

—¡Oh! Pero yo ya he visto. . . —dijo el principito que se inclinó para echar una ojeada al otro lado del planeta—. Allá abajo no hay nadie tampoco. .

—Te juzgarás a ti mismo —le respondió el rey—. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio.

—Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier parte y no tengo necesidad de vivir aquí.

—¡Ejem, ejem! Creo —dijo el rey— que en alguna parte del planeta vive una rata vieja; yo la oigo por la noche. Tu podrás juzgar a esta rata vieja. La condenarás a muerte de vez en cuando. Su vida dependería de tu justicia y la indultarás en cada juicio para conservarla, ya que no hay más que una.

—A mí no me gusta condenar a muerte a nadie —dijo el principito—. Creo que me voy a marchar.

Órdenes y proyectos tienen que ser ejecutados a cabalidad. Obedecidos. Sencillamente. Y en Tabasco las órdenes ya se sabe quien las da ahora. El que no cumpla tiene que juzgarse a si mismo. Lo más difícil, como dice el rey de El Principito. “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los otros”, podría y debe decirse a los nuevos funcionarios a los que Arturo Núñez ha dado su confianza al delegar en ellos facultades que ha recibido por el voto de los tabasqueños..

Es muy fácil que quien está en el poder juzgue a los que pasaron. A las ratas que se esconden en su planeta. Tiene sus méritos, en el caso de Tabasco, cuando asistimos a una etapa histórica de alternancia. Pero, tiene que entenderse que sí no sucede así entre su equipo, sí sus colaboradores (hombres y mujeres) no aprenden a cumplir las órdenes y juzgarse a ellos mismos, el propio rey o sus generales principales tendrán que juzgar y ajusticiar.

Les regalo otra joyita, al respecto:

Al aplicar la teoría del mando —a petición de Ho Lu, rey de Wu—, el estratega autor de El arte de la guerra, Sun Tzu, hizo traer 180 damas provenientes del palacio. Las dividió en dos grupos, colocando a una de las concubinas favoritas del rey al mando de cada una.

Les pidió tomar lanzas y les dijo: “asumo que conocen la diferencia entre la vanguardia y la retaguardia, entre la mano derecha y la mano izquierda. ¿No es así? Las mujeres respondieron “sí”. Sun Tzu: “Cuando diga ojos al frente ustedes deben mirar hacia delante. Flanco izquierdo, deben volverse hacia su mano izquierda; flanco derecho, hacia su mano derecha. Cuando diga media vuelta deben ver hacia su espalda”.

Comenzó. Al sonido de los tambores dio la orden: “media vuelta”. Pero las mujeres sólo rompieron en carcajadas. Sun Tzu dijo: “Si las palabras del mando no son claras y exactas; si las órdenes no son comprendidas completamente, entonces es culpa del general.

Por lo tanto volvió a la instrucción. A sus órdenes, de nuevo las muchachas rompieron en risa. “Si las órdenes son claras y los soldados desobedecen, entonces es la culpa de sus oficiales”, dijo Sun Tzu y ordenó que las líderes de las dos compañías fueran decapitadas.

El rey de Wu, que veía, al notar que sus favoritas iban a ser ejecutadas, mandó mensajero diciendo que estaba satisfecho con la instrucción pero si arrebatan a sus dos concubinas “la comida y bebida perdería su sabor”.

Sun Tzu respondió: “Una vez recibida la comisión de su majestad para ser el general de sus fuerzas armadas, existen ciertos mandos de su majestad, a los cuales actuando en dicho cargo, soy incapaz de aceptar. Las dos mujeres fueron decapitadas y otro par de mujeres asumieron el mando. El tambor sonó de nuevo. En esta ocasión las mujeres actuaron como se les ordenaba.

Sun Tzu mandó un mensaje al rey: “Vuestros soldados, señor, han sido instruidos y disciplinados de manera apropiada…”

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