miércoles, 9 de febrero de 2011

Transparencia Política: Erwin Macario Rodríguez / Columna / Feb 09

(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)
erwinmacario@hotmail.com

Calderón y la bebida

Porfirio Díaz había limpiado el país
de rebeldes de una manera muy sencilla
y de una manera dictatorial: había prohibido
a los periódicos que publicaran ni una sola palabra
sobre asaltos a mano armada a no ser que se lo pidiera
de manera expresa el gobierno. B. Traven / Diplomáticos

Al presidente Felipe Calderón le encantaría que México estuviera libre de narcos y del tráfico de drogas con sólo prohibir a los medios que en sus páginas y espacios electrónicos y cibernéticos no se hablara nada de la cotidianidad delincuencial.

No es así.

También le satisfaría enormemente que los periodistas no se metieran con él y lo dejarán hacer y deshacer. Callar lo que es noticia, lo que le interesa al pueblo.

El daño colateral que la prensa ha sufrido en su guerra contra el narco, y los crímenes contra periodistas no le llenan. O al menos no le lastiman la con ciencia. Durante su mandato ha sido asesinado un periodista por mes. Lo que no le quita el sueño.

Como bien escribió nuestro compañero de páginas, de mesa y de algunas aventuras, Jacinto López, “desde que asumió la presidencia de la República, nada parecía desatar la ira de Felipe Calderón Hinojosa, ni siquiera los señalamientos directos de Andrés Manuel López Obrador (candidato presidencial derrotado), de ser un usurpador, de ser un presidente espurio, un pelele al servicio de los 30 hombres más poderosos del país; ni siquiera el reclamo airado de una madre de ciudad Juárez, Chihuahua, que le recriminó porque a su hijo, asesinado con otros catorce jóvenes, lo tildaron de narco”.

Nada turbaba su tranquilidad de poderoso gobernante. Ahora parece que podemos entender que sucedáneo ingerido le hacía mantener la calma, quizá la humildad del crudo o la tranquilidad del dopado.

Y es que se enoja —o al menos eso se presume— porque una periodista ha difundido una pancarta exhibida en su contra en donde se insinúa que gobierna este país bajo los efectos de las bebidas embriagantes.

Ciertamente que beba es un rumor que ha circulado desde el inicio de su mandato presidencial. Que unos legisladores de la oposición lo hayan exhibido públicamente es noticia. El rumor avalado por un acto. Un hecho noticioso aunque sea mentira que el señor se echa los “alipuses” y se le pasa la mano, abusa de la bebida.

El jueves pasado, dos diputados federales petistas sacaron una manta en plena Cámara de Diputados y exhibieron ante el mundo la posible enfermedad del presidente. Porque el alcoholismo es una enfermedad terrible y mortal, como dicen en Alcohólicos Anónimos.

“Tu dejarías que un borracho manejara tu auto?, ¿Verdad que no?, ¿Por qué dejas que maneje tu país?”, rezaba la manta. Una foto de Calderón, presumiblemente alcoholizado, completaba la escena.

Consignar el hecho en un noticiario como el de Carmen Aristegui, fue motivo para que fuera despedida por la empresa a la que servía. Se alega que fue por violar código de ética de esa empresa al difundir un rumor. Y no es así. El rumor es que Felipe le entra al trago. La noticia que unos diputados se atrevieron a acusarlo públicamente.

Y, en realidad, beber es un acto personal, aunque el bebedor se destruya. Lo que está mal es que como consecuencia de ese mal beber se daña a la familia, y en el caso de Felipe presuntamente a la nación.

Los dueños del noticiario Primera Edición de la MVS están bajo sospecha de intolerancia y corrupción, de atentar contra la libertad de expresión al actuar contra la colega Aristegui, que por cierto no ha dicho esta boca es mía y no sabemos su versión del suceso.

¿Estaremos ante una reedición caricaturesca de lo que pasaba en el gobierno del Héroe de 2 de Abril?

Así lo contó Bruno Traven en su cuento “Diplomáticos”, publicado por la revista Etcétera de noviembre de 1999: Bajo el reinado del dictador Porfirio Díaz no quedaban en Méjico ni bandidos ni rebeldes ni salteadores de trenes. Porfirio Díaz había limpiado el país de rebeldes de una manera muy sencilla y de una manera dictatorial: había prohibido a los periódicos que publicaran ni una sola palabra sobre asaltos a mano armada a no ser que se lo pidiera de manera expresa el gobierno.

Pero aquí, a pesar, de los muertos en las filas del periodismo, de los daños colaterales que la sociedad recibe de la guerra de Calderón, del posible acto presidencial contra Aristegui, todavía quedan los narcos y la delincuencia organizada.

LADO CLARO

A pesar de lo que pase, de los posibles atentados a la libertad de prensa, en México no se puede decir como escribía Bruno Traven, en su cuento Los diplomáticos: “Lo que no cuentan los periódicos, no existe. Y más en el extranjero. Esta es la razón por la que un país puede continuar gozando de buena reputación. Todos los dictadores utilizaron la misma receta”

*Periodista. Premios: Radio Chapultepec, Club Primera Plana (35 y 40 años), Premio México de Periodismo, el Premio Estatal 1991 y el Rumbo Nuevo 2010. Ha publicado Periodismo y utopía, Vocabulario tabasqueño (en colectivo) y el prólogo de La última ruta de Cuauhtémoc, de Humberto Muñoz Ortiz www.erwinmacario.blogspot.com

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