Andrés Manuel, del discurso político al voto útil
Por Enrique Pérez Quintana | Proyecto sin finFoto: El Universal |
Es característica del discurso político ideológico que para dominar tiene que decir que es el verdadero, poseedor de la razón, objetivo y comprometido con el bienestar de la sociedad. En paralelo, se ocupa en descalificar a quien quiere desplazar. Esto es lo que existe en la realidad. Ideologías en debate en busca de ocupar nuestra conciencia e influir en nuestra voluntad.
Los candidatos que hoy disputan el poder Presidencial tienen un discurso claramente apegado a estos conceptos. Llama la atención Andrés Manuel López Obrador a quien su experiencia como dirigente social y político y su militancia en el PRI, el PRD y ahora en su MORENA lo han habilitado con un discurso que sabe ajustarse a la circunstancia del momento y al público al que se dirige, para lograr la aceptación a la propuesta o promesa que les plantea.
La estrategia de cambio de discurso del candidato de la izquierda le ha funcionado en la campaña actual lo que le permitió avanzar de tercero a un empate técnico con el segundo lugar. De hecho, es el único de los cuatro candidatos que movió de manera consistente y positiva su posición en las intenciones del voto electoral, según empresas encuestadoras. Quadri dio un salto adelante después del debate y está regresando a su nivel real.
López Obrador abandonó el discurso que utilizó hace seis años cuando denunciaba, desdeñaba y hasta amenazaba a los grandes empresarios, con los que ahora se reúne en cada entidad donde hace campaña. De no establecer relación con los Estados Unidos en su anterior intento por llegar a la presidencia, ahora mantiene una comunicación estrecha con los grupos de poder de influencia significativa de Norteamérica. También hizo a un lado los adjetivos que le adjudicó al gobierno de Felipe Calderón, a quien se refirió por seis años como “El Espurio” y aún instrumentó que su partido rechazara las relaciones administrativas con el Gobierno federal. La síntesis de esta actitud fue su rabiosa frase “Al Diablo con las Instituciones”.
El Andrés Manuel López Obrador de hoy se presenta con otro discurso y desde que lo aplicó en su toma de protesta sorprendió su capacidad de adaptación para borrar el episodio anterior, como si la historia fuera un pañuelo desechable. El perdón que expresó para los que rechazó por seis años y sus declaraciones de amor al prójimo significan otra cara de la moneda, pero sigue siendo la misma moneda.
La silla presidencial bien vale reunirse con empresarios de industria y comercio, banqueros en Acapulco, sacerdotes en la nunciatura apostólica, estudiantes de universidades privadas, enviados de la Casa Blanca, gobernantes extranjeros, una misa con el Papa, entrevista en Televisa, entrevistas con políticos y empresarios de Estados Unidos y reuniones con gente que en la plaza pública escucha su palabra.
Alcanzar a Josefina Vázquez Mota en la intención del voto, significó para López Obrador la oportunidad de plantearse obtener el voto útil el próximo 1 de julio y para dar consistencia a su razonamiento, en su gira por el estado de Puebla, en rueda de prensa, afirmó que mucha gente de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional ahora va a votar por él, como si las circunstancias fueran como hace doce años.
El voto útil es un reto y hacerlo realidad será posible si la resistencia social es lo suficientemente grande como para evitar que el PRI regrese al poder. Lo sabremos el primero de julio. Pasaron 50 días de campaña y es posible que el otro discurso de López Obrador vuelva a surgir con toda la energía y contundencia que le conocemos. Es la herramienta para conquistar el poder.
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