(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)
La política actual y la democracia ciudadana.
· Para Luis Martínez Villicaña.
· Entrañable amigo.
· In memorial.
La vida política nacional no sale del hoyo, en que cayó durante la alternancia del 2000. No fue roto ni alterado ningún molde previo vigente: De ahí que las condiciones nacionales, preparadas para mecanismos y estrategias, en que la fortaleza del ejecutivo, muy por encima de la capacidad de acción del legislativo y el judicial, se posicionaba en el fiel de la balanza, cuando de decisiones fundamentales se trataba. Hoy no disfruta las mismas condiciones. Por su lado. las fuerzas opositoras al régimen en turno, ni saben como enderezar el barco, ni cuentan con esquemas de compromiso nacional, para buscar acuerdos capaces de hacerlo.
La discusión inacabable provocada por diversos intereses –difícilmente parte de la agenda de emergencias nacionales- tanto al interior del Congreso de la Unión, como entre personeros de los diversos agrupamientos, que dan vida al Juego de Partidos; sus conflictos internos que debilitan a las formaciones políticas y el rostro desgastado al interior y entre dichos partidos, hacen que la calificación social de su desempeño, sea desastrosa, arrastrando hacia abajo en las encuestas, no solo su figura, con ella, entran al tobogán los productos naturales de los procesos electorales en que participan: los representantes populares.
La apertura a la participación política ciudadana –salvo contadas excepciones- es solo un mito a lo largo y ancho del territorio nacional. Apenas si en algunos gobiernos locales de nuevo cuño, se aprecian intentos por ir mas allá de la alternancia lograda. Derrotar en las urnas al partido en el poder es incompleto, por decir lo menos, para consolidar una transición democrática. Sólo se quedarían las cosas, en una débil alternancia sin posibilidades .
Este es un compromiso ineludible, en aquellos estados de la república en que se conformaron y fortalecieron liderazgos jóvenes, que cuentan con su propia audiencia. Esta se muestra capaz de acompañarles, en cualquier tema, que venga a dar esperanzas de redención a los marginados y perspectivas de mejoría sostenida a obreros y clases medias. Estos grupos últimos están, por hoy, en la picota de la disminución de sus condiciones de vida, que urge revertir. Los primeros creen poco en los programas oficiales, que no les sacan de la miseria.
Para remontar tales condiciones se requerirán ajustes puntuales: a las formas de la política; la consolidación de una economía para el mercado interno y el tendido, metódico pero rápido de redes para: educación de calidad; cobertura universal de salud; otros elementos para el bienestar creciente de toda la población. Ello representa hacer lo necesario para conformar una transición, que genere satisfactores para atender expectativas sociales. Solo así, el ́desaliento y frustración con que se aprecia el sistema democrático vigente, dejará de contribuir al descrédito de la polí́tica, plasmado en la calificación tan baja para los actores de ella que les otorgan las encuestas y otros mecanismos de medición social.
Nuestro país, sus ciudadanos, demandan apertura hacia las esferas de la participación ciudadana. Muchos empeños –como los del Parlamento Ciudadano de México- tienden a ello. Abrir oportunidades de participación a los ciudadanos, garantizará pluralidad y diversidad de criterios. Se avanzará en la democratización del país, mediante la apertura del espectro político sí y solo sí, los partidos políticos nacionales privilegian los intereses de la nación, por encima de los personales o de grupo. Esta sería la manera más acabada para superar retrocesos y el autoritarismo que se perfilan en el juego de partidos, en sus actuaciones locales. Los comités nacionales están dejando –en lo general- las determinaciones en sus comités estatales y en ocasiones, en municipales, sobre todo cuando no tienen el poder local.
Lograr una nueva forma de hacer política, requerirá lo que ha estado en la discusión desde hace más de una década: un nuevo pacto social. Este debería recoger los criterios esenciales de cada fuerza política nacional, relacionados con su visión de país y amalgamarlos en una misión de largo plazo. Esta daría pauta para estrategias particulares de cada partido buscando el poder y, desde allí, accesar a formas de acción capaces de impulsar a la nación, rumbo a metas previstas por todos.
Desafortunadamente esta visión superior parece haber sido “olvidada”, incluso por sus más acendrados impulsores. Intereses más inmediatos –incluso electorales- han desviado y distraído su atención. En el corto plazo bien poco hay en el conflictuado ámbito político, que apunte en tan vital dirección.
Eso lleva a grupos importantes de algunos estados, a crear asociaciones políticas, incluso partidos políticos estatales permitidos por las leyes en la materia –o a reforzar los existentes- buscando localmente la posibilidad de definir esas metas, tan ansiadas para la política. Habrá que seguir cuidadosamente estos esfuerzos locales, por darle a la política la oportunidad de sanear el escenario, de volver a estar en la conciencia popular. Nuevamente son los pueblos y las comunidades organizados los que ponen el dedo en la llaga de los grandes problemas nacionales, para proponer mecanismos que merecen nuestra atención.
Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Puebla, Pue. 6-marzo-2011.
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