jueves, 9 de junio de 2011

Doble Filo: Homero T. Calderón / Columna / Jun 09

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

¿Pinocho? ¡Ni madres, Pinueve!...

Desde hace tres años, el que esto escribe, es esclavo de su pequeñaja hija Sofía a la que dedica cuando menos quince tardes al mes. Mejor padre no puede tener esta rana. Gracias a esa esclavitud, el "Doblefilo" ha explorado playas y montañas mágicas de su biblioteca donde encontró lecturas, crayolas y cuadernos para entretenerla. En esas andaba cuando descubrió un cuento de la autora islandesa Erna Johnson, de quien hoy toma la idea, para recrear palabras más palabras menos su cuento "Una promesa es una promesa". Es decir, lo reescribe de memoria. Obviamente, tiene dedicatoria. Dice más o menos así: "Esta es la historia de un duendecillo de la selva, que a pesar de ser amable, juguetón y alegre (siempre encabezaba las comparsas en carnaval bailando cumbia), se quedó sin amigos. Y es que el duendecillo, le encantaba hacer promesas. Era (es) un mentiroso compulsivo. "Ocurrió que un día iba a haber una gran fiesta en el pantano de donde él era reyezuelo. Les había prometido a todos sus súbditos que apenas le llegara dinero de la tesorería del reino, inmediatamente iban a tener Malecón, trabajo, empleo, despensas y, sobre todo muchas fiestas. "Pero a la hora de la hora, todo lo que le enviaban de la real tesorería, lo repartía con sus cómplices, mientras sus sobrinos se convirtieron en saqueadores. Por su lado, su compadre le entraba con fe al pellizco. "Todo era negocio en ese reino. Una fámula acompañada de otros malandrines, pagaba con dinero del pequeño reino las deudas de las empresas del reyezuelo. Sucedió sin embargo que los que fueron sus fieles promotores, empezaron a ver que el pequeño reyezuelo se les volteó y los mandó a la tiznada. "Se escondía en lupanares de baja estofa. Convivía con hetairas de la peor ralea y a sus viejos amigos los mandó a checar su "e-mail". Empezó a meterle el diente a la rústica tesorería hasta que sus nobles súbditos, cansados de sus mentiras, le impusieron un nombre extraño: "Pinueve". "¿Por qué este motejamiento? Porque fueron encandilados por otros duendes malos del pequeño reino al que anteriormente habían desgobernado, uno de ellos un Visir y otro Jeque, que quisieron darle golpe de Estado. Pero antes, para chingarlo, le impusieron de apodo el "Pinueve". "¿Por qué ésta degradación? ¿Qué querían decirle con esto? Sucede que el Visir y el Jeque tuvieron suerte --gracias a que acumularon una gran fortuna en especulaciones públicas-- de leer al italiano Carlo Collodi, autor de "Pinocho", muñeco al que le creció la nariz por mentiroso y se dijeron: en nuestro amado y jodido reino, El reyezuelo ha superado en mentiras a "Pinocho", por lo tanto le daremos un apodo más largo. Que se llame desde hoy "¡Pinueve!"...

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