lunes, 23 de mayo de 2011

Transparencia Política: Erwin Macario Rodríguez / Columna / May 23

(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)
* erwinmacario@hotmail.com

Medicina y humanidad

Si cumplo este juramento con
fidelidad, que pueda gozar de
mi vida y mi arte con buena
reputación entre los hombres
y por siempre; si no lo hago y
lo quebranto, que me suceda
lo contrario. Juramento de Hipócrates

Ningún código deontológico médico, ni la propia Plegaria del Médico, de Maimónides, puede recomponer el alma de quienes tienen el ejercicio de la medicina como un fin para atesorar riquezas materiales.

Fincar el éxito sólo en la acumulación de dinero, en el brillo del oro, ahoga cualquier instinto de amor a la humanidad.

Aquello de que “en el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad”, como el “desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones” es, para esos, letra olvidada. Obsoleta.

Nadie se opone a pagar a quien ejerce la medicina. Se tolera, principalmente en las clases medias y altas, las grandes fortunas que se han formado en el abuso del ejercicio médico.

Como torres que retan a quienes viven en la medianía —y aun en la humildad— del ejercicio de una profesión sin los abusos de la usura médica, se yerguen edificios donde la ciencia se ejerce sólo a favor de quien tiene fortuna económica. Esa es la humanidad a la que se sirve.

Todo está bien. Nadie puede obligar a los mercaderes de la medicina a que no olviden al médico y teólogo judío Moshé Ben Maimón cuando dice “estoy ahora listo a dedicarme a los deberes de mi profesión. Inspírame con amor por mi arte y por tus criaturas. No permitas que la sed de ganancias o la ambición de gloria y admiración hayan de interferir en la práctica de mi profesión”.

Esta bien que los nombres siempre recordados de los viejos médicos que atendían seres humanos —no carteras— se sustituyan por el anonimato de quienes en los lujosos hospitales y clínicas ejercen.

Lo que nunca estará bien es que, cegados por el Becerro de Oro, olviden sus más elemental obligación juramentada voluntariamente: “Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia”.

Maimónides, Moshé Ben Maimon, también conocido como Rabí Moisés el Egipcio dejó su plegaria del médico —que debía, colocar a la entrada de todo hospital, principalmente privado—:

Dios Todopoderoso. Tu me has elegido para velar sobre la vida y la salud de tus criaturas. Estoy ahora listo a dedicarme a los deberes de mi profesión.

Inspírame con amor por mi arte y por tus criaturas.

No permitas que la sed de ganancias o la ambición de gloria y admiración hayan de interferir en la práctica de mi profesión.

Sostén la fuerza de mi cuerpo y de mi espíritu a fin de que esté siempre
dispuesto con ánimo a ayudar y sostener al rico y al pobre, al bueno y al malo,
al enemigo como al amigo.

Todo esto viene a mente al escuchar, el jueves 19, a mi amigo Pedro Javier Reséndez Medina, al iniciar su comentario radiofónico de ese día:

“Agradezco a todos los amigos y amigas tabasqueños que estuvieron con nosotros en los momentos mas difíciles dando fuerza a nuestro dolor a la familia Resendez Bocanegra y Rodríguez Bocanegra, sus mensajes de fortaleza y de fe que, sin lugar a duda, nos animan para seguir caminando en este largo peregrinar.

“Y permítanme hacer una reflexión en este momento de nuestra tragedia y referirme con unas palabras del Señor que expresa, en un libro el que he tenido la oportunidad de tener en las manos, Señor dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para saber la diferencia con esa serenidad para aceptarlas”.

“Hago otra reflexión, que miles de niños nacen para cumplir con un ciclo corto de su vida, para ser amados por su madre que le da la luz y para dar amor a los seres queridos que lo rodean; así lo dispone el Señor, esa es su misión porque el Cielo biológicamente es padre, hijo y nieto.

“Y no quisiera cerrar este preámbulo, que me das la oportunidad para decir, que sin embargo quiero señalar que en Tabasco existen anomalías en clínicas hospitalarias que dejan mucho que pensar en el servicio que ofrecen y están obligados a cumplirle a sus pacientes, ya que adolecen de negligencia, de manejos inadecuados en el momento de tomar las decisiones adecuadas, de ética y profesionalismo y esto se observa hasta en los casos más simples de intervenciones quirúrgicas”.

Pedro y su familia buscan en el perdón el bálsamo que necesitan. Dios les ayude.

LADO CLARO

Pedro Reséndez, su familia, perdió —en uno de esos supermercados de lujo de la medicina— un nieto, un hijo, un niño que todavía tenía en sus espaldas las huellas de las alas. Resignación y perdón les dé el Gran Arquitecto del Universo.

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