lunes, 23 de mayo de 2011

Opinión / Víctor Manuel Barceló R. / Mar 23

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

Tlaxcalantongo: 3er magnicidio en Revolución Mexicana.

El sábado 21 acudí al evento conmemorativo que se realiza año con año, en Tlaxcalantongo. El motivo es que allí fue asesinado Venustiano Carranza, Presidente Constitucional de México, en un día como ese, hace 190 años. El magnicidio dio un vuelco más a la lucha armada de la Revolución Mexicana, la cual entró en una etapa de reacomodo, construcción y cambios.

Se configura definitivamente el rumbo que tomaría la construcción del país, basado en preceptos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Atrás quedaba la lucha por la tierra, encauzada por Emiliano Zapata (asesinado) y los empeños por ponerla a producir y reivindicar la participación popular de Francisco Villa (asesinado).

En Sonora, Carranza hace un pronunciamiento social, que marca el rumbo que pretende para el país. “…Ya es tiempo -afirma- de no hacer falsas promesas al pueblo, de que haya en la historia siquiera un hombre que no engañe y no ofrezca maravillas…por esto el Plan de Guadalupe no encierra ninguna utopía,… es un llamado patriótico a todas las clases sociales, sin ofertas y sin demandas al mejor postor…terminada la lucha armada…tendrá que principiar la formidable y majestuosa lucha social, la lucha de clases; queramos o no…las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas;”

“Y no es solo repartir las tierras y las riquezas naturales, el sufragio efectivo…abrir más escuelas…igualar y repartir las riquezas nacionales, es algo más grande y más sagrado…establecer la justicia…buscar la igualdad…desaparición de los poderosos, para establecer el equilibrio en la economía nacional…Crear una nueva Constitución cuya acción benéfica sobre las masas, nadie pueda evitar…faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero…serán promulgadas por ellos mismos, puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social. Las reformas anunciadas…abrirán una nueva era para la República”.

Sin embargo, a contrapelo de la exclusión de villistas y zapatistas en la Legislatura, convocada como Constituyente por Carranza en 1916, la presencia de otros titanes que destacan por su impulso a diversas reformas sociales, jefes que estuvieron en la lucha armada y ciudadanos como: Francisco J. Mújica, Heriberto Jara, Esteban Baca Calderón, Luis G. Monzón, Luis Manuel Rojas, Félix F. Palavicini, Juan de Dios Bojórquez, José N Macías, Pastor Rouaix, Andrés Molina Enríquez y otros, adicionan a las preocupaciones políticas de Madero, otros reclamos que dan sentido a la lucha armada.

Se recoge en el articulado Constitucional, la lucha ancestral por recuperar la tierra, escenificada en Emiliano Zapata y Francisco Villa -con avance parcial en la Ley Agraria del 6 de enero de 1916-. También se incorporan derechos de trabajadores (posiciones de la Casa del Obrero Mundial y otros) como sustento de la creación, junto a los derechos individuales, de los sociales, inscritos en los artículos 3º, 27 y 123 Constitucionales.

Tal Constitución fue el legado a la nación del “Varón de Cuatro Ciénegas”, inmolado, por traición a control remoto, en la hermosa y productiva ahora, zona serrana del Estado de Puebla, en su municipio de Xicotepec, cargado de eventos históricos –en el hecho que se comenta tres días fue capital de la República- hoy pendiente de un desarrollo que puede, requiere y merece.

El Primer jefe del Ejército Constitucionalista, llega a la Presidencia de la República, a raíz de que la nueva Carta Magna, posibilitó que el 6 de febrero se convocara a elecciones para presidente, senadores y diputados. El Partido Liberal Constitucionalista, (formado el 23 de diciembre de 1915) postula a Carranza como candidato a la presidencia, resultando electo y tomando posesión el 1º de mayo del mismo año.

Asuntos delicados y complejos en la relación externa, así como el conflicto con importantes Jefes revolucionarios (Villa y Zapata) el licenciamiento de grupos sociales (los batallones Rojos) y las ambiciones ocultas y abiertas de Obregón y otros norteños, hacen complejo el período carrancista, que, con muchos tropiezos llega a 1920.

Al acercarse el cambio de gobierno, Don Venustiano insiste en la figura de Ignacio Bonillas, diplomático alejado de los rudos escenarios de la política y la fuerza militar, que se disputaban cotos de poder por doquier. Los sonorenses, encabezados por Álvaro Obregón, finalmente se rebelan respaldados por el “Plan de Agua Prieta”, que desconocía a Carranza como presidente y al cual se adhirieron la mayoría de los jefes militares con tropa.

Carranza, emulando a Juárez (pero sin cualidades de aquel) emite un Manifiesto terminante y no falto de dignidad, en que precisa: “Se equivocarían completamente quienes me supongan capaz de ceder bajo la amenaza del movimiento armado...Lucharé todo el tiempo que se requiera y por todos los medios posibles...Debo dejar sentado, afirmado y establecido el principio de que el poder público no debe ya ser premio de caudillos militares cuyos méritos revolucionarios no excusan posteriores actos de ambición”.

Acorralado, el 6 de mayo de 1920 sale Carranza de la Ciudad de México, a bordo de tren, llevando, nuevamente, su gobierno a Veracruz. Trashumante sufre su primer revés militar en Villa de Guadalupe. Dice Martín Luis Guzmán, que “cada kilómetro suscitaba temores nuevos, cada estación…mayores amenazas”. El 14 de mayo entabla en Aljibes un tiroteo sangriento contra fuerzas de Guadalupe Sánchez. El general Urquizo narra la calma con que asume la derrota el Presidente. “No se movía del sillón en que reposaba; ni un músculo de su rostro se contraía... algunos proyectiles les rebotaban…en el tren...”. Allí se corta la vía a Veracruz. Después de reconstituir su ejército y retirar a cadetes del Colegio Militar que le escoltaban, continúa su marcha.

El día 20, después de larga y penosa caminata, la caravana de cien hombres -varios de ellos civiles- atraviesa el río Necaxa, pasa Patla y llega a inmediaciones de La Unión, donde se les presenta Rodolfo Herrero, antiguo rebelde quien lo convence de ir a Tlaxcalantongo, Este general no pertenecía a sus fuerzas; apenas el 16 de marzo, en la plaza principal de Villa Juárez, Xicotepec, Puebla, se había rendido, ante el General Francisco de P. Mariel.

El camino por la sierra fue accidentado y duro. Llegando al punto fijado, los indios de la región acogen con afecto al Presidente y le dan aposento, para él y sus allegados, en chozas que resultaron altamente vulnerables, al momento de la traición y asesinato, realizado por soldados de Herrero.

En la choza o jacal cedido al presidente, duermen su secretario Pedro Gil Farias, Mario Méndez, los capitanes Octavio Amador e Ignacio Suárez y el Ministro de Gobernación, Aguirre Berlanga. Por las tres de la mañana un enviado de Marie1 le comunica a Murguía que los generales Hernández y Valderrábano son fieles y el camino a Xicotepec está franco. Murguía envía con el oficial Valle la buena noticia al Presidente, quien lee y comenta: “Ahora sí, señores, podemos descansar”. Veinte minutos después, en medio de la oscuridad y la lluvia, comenzó el clamor de voces y disparos.

La muerte de Don Venustiano, de la cual hay diversas versiones, incluso de dos personas que dormían en el mismo jacal ( Suárez y Aguirre Berlanga), corrobora que los asaltantes iban por el Presidente. Si le dispararon a quemarropa o se suicidó -como quisieron hacer ver el traidor Herrero y otros personajes vinculados- lo cierto es que se configura la traición, la alevosía y el cobarde atentado que terminaría con la vida del Presidente Carranza.

En su gobierno Carranza no logró rehacer el estado capitalista plenamente burgués que pretendía. Los revolucionarios que conforman la Constitución de 1917, con un amplio y preciso sentido social –que merece un análisis amplio- son quienes dan paso a la estructura del México actual, producto de casi cinco décadas del siglo XX, de amplio y definido crecimiento que, sin embargo, no mejora las condiciones de vida de todo el pueblo.

Si bien se protege socialmente a los trabajadores de la industria, el comercio, a la burocracia en general y a núcleos campesinos organizados, queda por atenderse, tanto la seguridad social de una amplia porción de mexicanos, como la adecuada distribución del ingreso nacional, que sigue acumulándose en pocas manos. El México de hoy no puede soslayar el sacrificio de más de un millón de sus hijos –muertos en campos de batalla o en incursiones de castigo a pueblos, buscando posibles combatientes- entre 1910-19.

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Puebla, Pue. 22-mayo-2011.

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