jueves, 31 de marzo de 2011

Opinión: Francisco Peralta Burelo / Mar 31

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

No fue del Mazo, sino Eruviel

Seguramente entre todos los analistas políticos nacionales no habría habido uno solo que no conviniera en que el gobernador del Estado de México --por ser ni más ni menos que Enrique Peña Nieto, uno de los políticos más poderosos del país y el principal prospecto a ser Presidente de la República-- pondría libremente sucesor en la gubernatura. Eso ni quien lo dudara. El gran elector del PRI en su estado sería él, y nadie más, dándose por hecho que quien tuviera su bendición amarraría la candidatura del PRI y, aún con todo y una alianza PAN-PRD --porque AMLO no formaría parte de ella--, se alzaría con el triunfo el próximo mes de julio. Para casi todos éstos, también, el hombre que contaba con el visto bueno de Peña Nieto era Alfredo del Mazo, su primo, su amigo, sangre nueva del grupo "Atlacomulco", "júnior" político. Por él pues se decidiría según tales pronósticos. Los otros aspirantes, entre ellos Eruviel Avila, por segunda vez alcalde de Ecatepec y seis años antes sacado de la sucesión gubernamental por una grave enfermedad física quedarían en el camino (aunque no manifestaran ninguna intención de declinar todavía). Y tal vez Alfredo del Mazo, más afín, por muchos motivos, a Enrique Peña que aquellos otros, incluidos dentro de estos al propio Eruviel Avila, era ciertamente el preferido de éste para la candidatura del PRI y la gubernatura mexiquense. Sin embargo el primo, el amigo, el "junior", el hombre de estirpe política, su proyecto (tal vez), el que hubiese querido dejar en su cargo, no recibió la candidatura de parte de él. Enrique Peña Nieto o había "engañado" (haciendo creer que apoyaría a Alfredo del Mazo) o ponderó otras cosas y decidió a favor de quien ya comenzaba a darse por descartado para la candidatura priista: Eruviel Avila (el que, según comentan hoy los analistas, a pesar de que una y otra vez declarara que por ningún motivo se iría del PRI en caso de no resultar candidato, estaba siendo "enamorado por el PAN para contender por la gubernatura del Estado de México representando a la alianza panista-perredista). Finalmente, Enrique Peña Nieto habría puesto al candidato del PRI al gobierno del Estado de México. En eso acertaban plenamente los analistas políticos nacionales. Este no resultaría; sin embargo, el que más hubiera deseado él, su "gallo", pues, sino otro al que las circunstancias lo llevaron a escoger, quizá porque fuera el que más posibilidades de triunfo le ofreciera o menos probabilidades de derrota (o de conflicto interno) le implicara (ello en un escenario en donde él es la gran figura y donde su partido --se dice-- está mucho mejor posicionado en la preferencia del electorado que el PAN o el PRD o que ambos partidos juntos). La lección del Estado de México es que, aún con todo a favor, Enrique Peña Nieto no hizo candidato del PRI a gobernador a su primo, a su amigo, a su supuesto preferido, sino a otro de los aspirantes a la candidatura priísta, seguramente por esas peculiaridades que tiene la política.

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