domingo, 27 de febrero de 2011

Solo en Domingo: Francisco Peralta Burelo / Columna / Feb 27

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

¿Cuántas veces se es niño?

Se habla de dos juventudes. La primera juventud y la segunda juventud. “En su primera juventud fue muy alegre, pero en su segunda juventud se volvió muy serio”, se diría de alguna persona. De tres edades. La primera edad (que es la niñez), la segunda edad (que es la juventud y la madurez) y la tercera edad (que es ya la vejez). Aquello de la primera edad y de la segunda edad no se usa con frecuencia, en tanto que lo de la tercera edad sí es de uso común y corriente (y esto para decir viejo a los viejos de manera muy considerada. "Es un hombre (o una mujer) de la tercera edad", se dice, para no llamarlo entrado en ancianidad, o algo así. Se habla de una vejez (o de una madurez) y no de dos, como de las juventudes, ni de tres, como las edades. Sólo una vez se es viejo, en tanto que en dos ocasiones se es joven y se llegan a tener tres edades. Empero, ¿cuánta niñez hay en la vida de una persona? ¿Una?, ¿dos?, ¿tres? ¿Varias o nada más una? Pues en estricto sentido nada más una niñez habrá en la vida de cada hombre o mujer. Sólo una: la que se vive hasta que llega la adolescencia, que es la que le pone fin a ésta. ¿Pero en verdad así es? Al paso de los años se da uno cuenta que la juventud se vive sólo una vez (o dos acaso), aunque los eternos "rabos verdes" siempre se sentirán jóvenes (o tratarán de parecerlo). Igual que la vejez, porque nadie es viejo por una segunda ocasión. La niñez es otra cosa. Uno es niño --y así es aunque parezca redundante--durante su niñez. De niño es niño, pero de joven tiene algo de niño, de adulto también y aún de viejo. Quizá nunca se deja de ser niño (o de alguna manera siempre se es algo niño). De padre se es niño o al menos tiene que actuarse en muchas ocasiones como niño si se tiene un pequeñín en casa con el que hay que compartir tiempo y juegos, repetir sus monosílabos, imitar sus muecas, caminar a ritmo de sus primeros pasos, entretenerse con los entretenimientos de éste, y qué voy yo a saber en este momento. De madres igual es. De abuelo también se es niño (y, claro, de abuela) jugando los mismos juegos que el pequeño, haciendo como que uno toma leche de su biberón, balbuceando palabras, repitiendo números (uuuuuuno, dooooss), viendo programas infantiles de televisión o películas infantiles en video o en el cine… Ahí, con un niño o una niña pequeña al lado de él el abuelo, el padre, la abuela, la madre, es niño o niña por segunda o tercera vez en su vida. Con un niño o una niña al lado les sale lo niño por segunda o tercera vez en la vida. Así le pasa a los padres, a las madres, a los abuelos, a las abuelas y en general a la gente mayor, que nunca deja de tener un niño o una niña en el fondo de su ser y que ante un hijo o un nieto pequeño reverdece lauros (algunos hasta gateando como el pequeño y haciendo los desfiguros propios de él). En eso pensé hace algunos días cuando me percaté que estaba viviendo, al lado de un nieto pequeño mi tercera o cuarta niñez. Una, la mía propia, otra la de mis hijos, y una más la de Patricio, que me tiene metido en un mundo que nunca esperé me deparara la vejez, en la que jamás pensé ser niño de nuevo. Hoy, tendré que decirlo, vivo mi tercera o cuarta niñez, aunque no como niño, sino como abuelo.

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