sábado, 19 de febrero de 2011

Doble Filo: Homero T. Calderón / Columna / Feb 19

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

¿De qué región vienes?

Hará unos 45 años conocí en la ciudad de México a Pepe Jara, guitarrista notable, voz privilegiada de Sinaloa, que un buen día llegó, como muchos provincianos llegábamos, por parvadas, "a triunfar". Pepe llegó arrastrando a otros dos compañeros del rumbo de Sinaloa con los que integraba el ya legendario "Trío Culiacán". Se les veía siempre por el rumbo de la vieja XEW en la calle de Ayuntamiento. Alguien sugirió a Pepe que cambiara el nombre del conjunto porque ya había muchos tríos con nombres de ciudad: el trío Orizaba, el México; el Acapulco, el Monterrey. Pepe Jara hizo caso a la sugerencia y rebautizó al "Trío Culiacán" con otro nombre más comercial: "Los Duendes".

Pepe tiraba mucho a la bohemia; poseía una voz espléndida y era requerido muy seguido para que cantara ante muchos notables de esa época. Ahí se le fue conociendo como "El trovador solitario". La canción que más se le daba y le sacaba todo el sentimiento, era de su rumbo en el Pacífico: "La Barca de Guaymas". "Al golpe del remo,/ se agita en las olas,/ ligera la barca;/ y al ruido del agua,/ se ahonda mi pena/ y solloza mi alma". Muchos habrán cantado esta canción. Es una pieza que estremece el corazón. Poco saben sin embargo que los autores de ella son don José López Portillo y Rojas, pariente cercanísimo al famoso "Jolopo", y del músico jalisciense, don Oscar Gálvez.

Aclaro que algunos datos de esta crónica podrían fallarme porque -créame- estoy echando para atrás el reloj del tiempo casi 50 años. Y estos años -implacables- han hecho estragos en mi memoria. "¿De qué región vienes/ -dice la letra de la pieza- qué has hecho pedazos/ mis velas tan blancas;/ te fuiste buscando/ y hoy vienes trayendo/ la muerte en el alma"//. La letra entraña una tragedia que me refirió el que fuera primera voz del trío "Tariácuri", Pablo Laguna Flores. Según ésta versión, la canción narra la historia de un humilde y joven pescador –Nicandro Mendieta- de unos 17 años.

Por cuatro generaciones, desde su bisabuelo Germán, todos vivían del viejo oficio de la pesca. Nicandro -como todo joven- tenía un sueño, o mejor dicho, dos. Primero, poseer un barco camaronero para pescar todos los peces del Mar de Cortés y, luego, hacer fortuna y casarse con Esperanza, compañerita desde la primaria, de la que siempre fue novio. El gobierno de la república de aquellos años refaccionó a muchos pescadores mediante un crédito para obtener su mejor herramienta: un barco. Su padre lo obtuvo y luego, en un acto de amor filial, cedió los mandos al "Nica". Pero la vida es cabrona. Un día, después de una dura jornada de trabajo y tras haber ganado sus primeros cinco mil pesos, sus amigos lo invitaron a la primera borrachera de su vida.

Ese día, o mejor dicho, esa noche, Nicandro Mendieta perdió su virginidad de adolescente con una puta del puerto. Pero no sólo fue desvirgado. La vida lo puso en una encrucijada horrible. La puta que lo hizo feliz urdió junto a su padrote una trampa para despojar de su pequeña fortuna al chavo. En medio de la pedera y el cansancio, Nicandro sintió como el experimentado padrote le aplicaba su filosa navaja en el pescuezo. Se sintió de pronto vencido, pero un descuido de su rival le permitió desarmarlo y con toda su terrible fuerza de pescador, en un movimiento felino terminó por rebanar el cuello de su atacante.

Borbollones de sangre lo empaparon de inmediato. Nicandro huyó de Guaymas. Muchos dijeron que se lo había tragado el mar. Su padre, por más que lo buscó, nunca supo más de él. Tras muchos meses de espera, el banco recogió el barco por falta de pago. Su padre se tiró al vicio decepcionado y un buen día murió. ¿Y Esperanza, la novia-niña? Igualmente, un día también se fue de Guaymas. Veintisiete años después, Nicandro Mendieta regresó a Guaymas pero ya no como patrón de un barco sino como simple marinero. Nadie lo reconoció.

La tragedia lo hizo tornarse un marinero cualquiera. De su amada barca sólo encontró en la playa algunos hierros carcomidos y unos cuantos tablones podridos por la sal marina. De su ronco pecho surgieron algunos tonos destemplados que quisieron cantar algo, mientras de alguna taberna del puerto salían algunas notas destempladas: "Cansado viajero,/ que tornas a puerto/ de tierras lejanas,/ que extraño piloto/ condujo tu barca/ sin vela y sin ancla; de qué región vienes/ que has hecho pedazos/ tus velas tan blancas,/ te fuiste buscando,/ y hoy vienes trayendo,/ la muerte en el alma"/

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