domingo, 23 de enero de 2011

Solo en Domingo: Francisco Peralta Burelo / Columna / Ene 23

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

Este ya casi es otro Tabasco

Aquel Tabasco de las puertas y ventanas abiertas de par en par, de la gente que se conocía y saludaba con familiaridad y se movía libremente – y a la hora que fuera – por todas partes, que hace muchos años quedó atrás.

Ese Tabasco en el que reinaba la paz y la tranquilidad, en donde la sabía que sus pertenencias – aún con los descuidos que tuviera – estaban siempre salvaguardadas (porque nadie las tomaría sin su consentimiento), en donde no había que cuidarse de los demás (y aún ponerse en el estado de alerta por la presencia de un desconocido), quedó atrás; muy atrás.

Ese fue el Tabasco que todos los que hoy ya somos viejos – y todavía algunos tabasqueños adultos que no entran en la tercera edad – tuvimos la suerte de vivir en nuestra niñez o juventud.

El de los años cuarenta, cincuenta, quizá aún sesenta, cuando todos se conocían, no había que cuidarse de nadie (por lo que podían dejarse abiertas las puertas y ventanas, si acaso con una recomendación al vecino o la vecina de “ahí me le echas un ojo a mi casa”), se convivía en gran armonía, unos y otros ayudaban y procuraban, fue ese Tabasco (el mismo que por generaciones habría existido, dándole una identidad a los hombres y mujeres de esta tierra).

Ese Tabasco no desapareció del todo en la década de los setenta, ni en la de los ochenta, quizá, cuando la inmigración trajo tanta gente de fuera y con diversas costumbres (mucha de la cual se asimiló a la idiosincrasia tabasqueña y aún echó raíces al formar matrimonio y procrear hijos en la entidad). Mucho de él prevaleció (pese también a las nuevas modas y a la transnacionalización de los prototipos).

El tabasqueño seguía siendo – con sus naturales variantes – el mismo de siempre (o casi el mismo). Si acaso habría dejado de mantener abiertas de par en par sus puertas y ventanas, de conocerse, saludarse y platicar con medio mundo. Por lo demás continuaría apegado a sus hábitos ancestrales: andar de un lado para otro, a la hora que fuera, sin el menor temor, cuidando sólo que su casa quedara bien resguardada por aquello de que por ahí pudiese aparecer algún ladronzuelo menor.

Ese Tabasco le tocaría vivir en su niñez o juventud a los tabasqueños y tabasqueñas que hoy andarán por los treinta o cuarenta de edad. Ya no con la libertad de los viejos tiempos, sino con algunas restricciones, digamos naturales, que impondría la inmigración creciente, que los obligaría a cambiar hábitos y costumbres (lo mismo que a quienes tenían más años vividos que ellos).

El Tabasco de los años setenta u ochenta (y del noventa, esto es, de la última parte del siglo pasado) ya no era exactamente igual al de la década de los cuarenta o de los cincuenta, que sustancialmente habría sido idéntica – y si no sí muy parecida – al Tabasco de todas las décadas anteriores, con la misma manera de ser de los tabasqueños, con sus mismo hábitos, con sus mismas costumbres. Era “un poco” otro.

El Tabasco de este siglo sí parece ser otro (o cuando menos sí tiende a ser otro). Diferente no solamente al de las décadas de los cuarenta o de los cincuenta sino a las de los sesenta o setenta. El tabasqueño y la tabasqueña de hoy no es como el tabasqueño o la tabasqueña de aquellas épocas; es distinto, aún con otros patrones de vida.

Se dice por ahí que la inseguridad – y en general la ola de delincuencia que azota a la entidad – ha provocado este cambio, vamos a llamarle así, generacional ( aunque también afecta ya a los tabasqueños viejos), con lo que está trayendo la formación de un nuevo tabasqueño, que para procurar su sobrevivencia se ha visto forzado a hacer ajustes a su modo de vida (extremar precauciones, resguardar bien sus pertenencias, salir lo menos posible a la calle en ciertas horas, entre las clases pudientes contratar seguridad personal y recurrir a cámaras ocultas, etcétera).

La inseguridad, pero también la pobreza creciente, y ya no se diga la pérdida de valores y todo lo que usted guste y mande, lector, lectora, están incubando un nuevo tipo de tabasqueño y de tabasqueña, cada vez más alejado de aquel viejo prototipo, que para desgracia nuestra cada vez se desvanece más como producto de las condiciones por las que atraviesa nuestra querida patria chica.

Es triste hablar de esto, pero hoy no tenía en la mente otro tema y de algo tenía que escribir.

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